Cuando parece imposible sorprenderse en pleno siglo XXI, un cartel promocional rompe todos los pronósticos. En su centro, una joven con medidas perfectas, estereotipo de hembra insaciable, chupa chupa en mano, invita a una competencia de twerking. ¿La cita? En la Casa de las Promociones Musicales de Sancti Spíritus, viernes 8 de noviembre, 9:00 p.m.
Resulta un mayúsculo desconcierto que en el sistema institucional del sector de la Cultura se aviven hoy la vulgaridad, el sexismo y la mediocridad. En nuestro país existe una política cultural definida, clara. También contamos con estrategias particulares para potenciar la igualdad de las mujeres y las niñas, así como documentación legislativa desde la Constitución de la República, Código de las Familias, Código Penal… donde se definen los deberes y derechos de una ciudadanía que, en la construcción diaria de la sociedad, tiene instrumentos para no admitir y enfrentar desigualdades, discriminaciones y violencias.
Y pudiera parecer tremendista la opinión de que dicho cartel —ya eliminado de las redes sociales por donde navegó durante varias horas— sea una expresión de todo ello. Pero sí, porque basta con una rápida mirada para confirmar que quienes lo diseñaron y publicaron cayeron en la trampa más antigua del patriarcado: cosificar el cuerpo femenino, reducido a generar el deseo y la satisfacción; un recurso que ha vendido por siglos y no solo legitima los mitos que en el imaginario machista sostiene la violencia sexual hacia las mujeres, sino que constituye en sí misma violencia simbólica hacia las mujeres.
Tal expresión del cuerpo femenino impacta a nivel individual y en los saberes colectivos. Su representación, aun hoy, cuando tanto se ha hablado del tema, cuando se transversaliza el género en programas y estrategias de trabajo en todos los sectores, lesiona la dignidad de las mujeres y las niñas.
Más allá del evidente discurso sexista, misógino, que descansa en prejuicios y estereotipos, el cartel convoca a un hecho que no puede tener espacio en ninguna institución cubana: el twerking o, lo que es lo mismo, según el Oxford English Dictionary: “Bailar música de manera sexualmente provocativa, lo que incluye una postura en cuclillas y movimientos de empuje de caderas”.
La competencia confirmó que las pelvis y glúteos que mejor se muevan son paradigmas del éxito y postuló la exaltación de una masculinidad hegemónica. Por supuesto, también le abrió todas las puertas a la colonización cultural porque el twerking o perreo —término más conocido en territorio nacional— nada tiene que ver con las esencias cubanas. Tampoco las letras de las melodías que propician esos movimientos. Se hacen populares a golpe de frases frívolas, violentas contra las mujeres, vulgares, vacías de todo respeto hacia los seres humanos.
No dudo que el cartel y la propuesta de marras arrastraran a varios espirituanos porque sería de ignorantes pensar que ese tipo de propuestas no tiene seguidores, sobre todo entre las más jóvenes generaciones. Ni se trata de prohibir porque lo que no se puede hacer resulta mucho más tentador.
Pero sí urge para ayer —porque ya el mañana parece bastante lejos—, por el daño que generan hechos como esos, desde la institucionalidad acabar de diseñar estrategias con opciones que por sí solas como mínimo despabilen el deseo de ir, descubrir, seducir con productos culturales y del entretenimiento que rompan con la mediocridad y la vulgaridad.
Para ello, se precisan más conocimientos sobre la perspectiva de género y un mayor control en el cumplimiento de todas las políticas de la nación, a fin de que no queden en letras muertas y engavetadas. Solo así, la aparición de expresiones de retroceso, como lo sucedido con el cartel y la invitación a la competencia de twerking, hijos de rezagos, prejuicios y concepciones estereotipadas de lo masculino y lo femenino, dejarán de sorprender en tiempos en que parece que se ha visto y oído todo.
el fenómeno de este tipo de evento clonado de espectáculos callejeros dominicanos, puertorriqueños, jamaiquinos, etc. pasa por varios canales, precio elevado de entrada (hasta $500/persona) para un público q mayormente promedia la adolescencia, solicitud de una vestimenta escaza, manifestación de poses y bailes sexuados, divulgación y realización por establecimientos culturales interesados en recaudar dinero, si una dtk particular con acceso para +18 años lo realiza está bien, pero las entidades culturales están deficitarias de presupuesto y ven en este apertura/expansión cultural el remedio a sus necesidades
Su articulo estimada forma parte de os deseos que pretendemos alcanzar , pero que solo son deseos.Si usted se sienta a ver la TV cubana tendrá material para e3escrirr sobre el tema por un año.
Cuba sera endeble en todo hasta que rehaga su Economia.