Los descubrí por azar, cuando llevaban pocos días allí dentro. Abrí la mochila de mi nieto de primer grado, a ver por qué pesaba tanto, y me llevé una sorpresa: libros nuevos, coloridos y relucientes, bellos no solo por lo novedoso de su contenido, sino además y, sobre todo, por el atractivo visual de sus carátulas y las ilustraciones que apoyan los materiales.
Eran (son), me dije, lo que se necesita para atraer la atención de los niños en esas edades en que se define el gusto por la escuela, por el aprendizaje, por los libros.
Al menos en los que pude escudriñar, los textos se apoyan en personajes, mascotas o sucesos que les resultan cercanos a nuestros escolares. Hablo más bien de los libros de Lectura —a la postre definitorios—, pues los cuadernos de trabajo y los libros de Matemática tienen otras características, aunque con construcciones en las frases, oraciones o problemas, también muy acordes a las realidades y edades de cada grado específico.
Desde que abrí la primera página evoqué el libro de mis lecturas iniciales a mitad de la década del 60, con el que aprendí sílabas, palabras, oraciones. Y repetí mentalmente muchas de las breves historias contenidas en Rimas infantiles, el texto de María Rosa Rodríguez Sarmiento publicado en 1962. Su uso en las aulas, generalizado en Cuba, se adscribía a métodos empíricos, mayormente memorísticos y alejados del método de lectoescritura que rige desde hace muchos años, el fónico-analítico-sintético, que comenzó a aplicarse en nuestras escuelas con el Primer Perfeccionamiento Educacional, a mediados de los años 70, y que ha tenido tanto adecuaciones múltiples como indudables resultados.
La monita maromera/ salta de la mata al muro/ La monita maromera/ come plátano maduro. Así decía la rima más recordada, en tanto otras aludían, según las consonantes o combinaciones de estas que se pretendía enseñar, a Clotilde, su prima Clara, Clemente y la clínica; Máximo y su examen de excelente, la tijerita de la tía, etc.
Quise saber el origen de los libros de mi deslumbramiento, conocedora de los quebraderos de cabeza que cada año rondan a padres y maestros en el comienzo del curso escolar, debido al deterioro que trae consigo el uso de los ejemplares por parte de los niños, sobre todo en la primaria.
Supe así que, en concordancia con el III Perfeccionamiento Educacional, iniciado en Cuba en 2017 (y obstaculizado por la covid), se comenzó en Sancti Spíritus a incursionar en la utilización de nuevos materiales; en esta ocasión, en la escuela primaria Remigio Díaz Quintanilla, ubicada en el Consejo Popular Olivos I, de la cabecera provincial.
Validados los resultados de aquel experimento, en el actual curso escolar se generaliza la experiencia, en un primer momento solo para los grados primero y cuarto. Según la información ofrecida por Rosa Mayteé González Macola, jefa de la Educación Primaria en la provincia, los nuevos materiales, impresos de forma gratuita en México, se recibieron en el mes de noviembre y su distribución concluyó en diciembre. Dentro del colectivo de autores hay dos educadores del territorio espirituano y son 293 las escuelas de aquí donde reina esa novedad.
Más allá de otras generalidades, vale destacar que los libros que ahora se estrenan, con diseños de indudable atractivo, tienen incluidas, en su mayoría, nuevas secciones dirigidas a ampliar el conocimiento de los educandos. Algunos de esos campos que se busca potenciar son el aprendizaje de la lengua, el interés por la escritura y la lectura, el dominio de nuevas palabras y el ansia de aprender mediante curiosidades, incluidas las referidas a la naturaleza.
Los libros han atrapado la atención de los infantes que ya los tienen en uso en este primer momento de la generalización. Mi nieto de seis años, por ejemplo, me recalcó que debe cuidarlos mucho, y que la indicación es no forrarlos, porque se pueden dañar, y que si se dañaran él no tendría entonces cómo estudiar. Según he sabido, existen inconformidades al respecto por parte de la familia, debido a la tradicional costumbre del forrado. Ciertamente, al mirarlas, dan ganas de disfrutar la belleza de las carátulas y se entiende mejor la necesidad de preservar los textos para contar con ellos por mucho tiempo. Sin embargo, algunos maestros opinaron que ayudaría mucho el forrarlos cuidadosamente, aunque fuera con nailon.
Si tomamos en cuenta que se trata de nuevos contenidos, gestados tras procesos de análisis, adecuaciones, consensos y recopilación de experiencias, resultará fácil comprender que nunca será demasiada la exigencia para ese cuidado. Y siempre habrá que agradecer el esfuerzo que trajo consigo esta novedad en medio de tantas limitaciones materiales, en momentos cuando algo nuevo, hermoso y útil resulta, cuando menos, una rareza digna de elogiar.
«Su nieto va a tener la posibilidad, ya segura, de generalizar los nuevos materiales de primero y cuarto grados; el próximo curso (2024-2025) se beneficiarán los de segundo y quinto, y el siguiente, los de tercero y sexto. Es un privilegio para él y para la familia», comentó González Macola cuando hablábamos al respecto. Y así mismo lo veo, porque quienes ya no están en el grado inicial se pierden la primicia.
Entre las cosas buenas que me han sucedido en los últimos tiempos una es esta suerte de descubrimiento al husmear en la mochila de Marcel. Otra, evocar aquellas rimas que tanto nos gustaron y marcaron; y la tercera, constatar que los métodos de enseñanza en las instituciones educativas avanzan y se perfeccionan. Siempre será en extremo beneficioso para la familia estar al tanto de cómo aprenden nuestros niños y recordar que es el hogar, en todos los casos, la primera escuela.
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