El hogar: la primera escuela

El vínculo entre el hogar y la institución educativa es fundamental para el desarrollo personal, académico y profesional del presente y futuro de la nación

En el hogar se reciben las lecciones iniciales y se aprenden los modales básicos del comportamiento en sociedad. (Foto: Yailén Ruz Velázquez)

Por estos días es común el ajetreo propio de las jornadas previas al inicio escolar. En los hogares se preparan los uniformes, se forran libros y ultiman otros detalles de cara a septiembre, mientras las calles están abarrotadas de quienes buscan lápices, libretas, forros, mochilas y otros útiles escolares; una algarabía propia de esta etapa del año.

Y se vive así porque los procesos educativos son cruciales para la formación integral de cada individuo, tanto en el presente como el futuro. Por ello, es muy importante que las escuelas refuercen en este período sus infraestructuras y recursos humanos, a fin de cumplir con lo estipulado: impartir una enseñanza consciente, respetuosa, rica en valores, a través de métodos novedosos y dinámicas interactivas que fomenten el trabajo en equipo y la colectividad. Pero en ello la escuela no puede estar sola. Las familias son parte de una ecuación que, sin el total de sus partes, da resultados inexactos. Dicha responsabilidad muchas veces queda en segundo plano. Comprender que los tutores juegan un papel decisivo en el proceso formativo garantiza el anhelo de toda sociedad: contar con una ciudadanía capaz de enfrentar todo tipo de problemas, desde la eficiencia y la eficacia.

Y sí, en las instituciones educativas se promueven y fomentan valores éticos, pero es la casa la primera escuela. Allí se reciben las lecciones iniciales, se aprenden los modales básicos del comportamiento en sociedad. Esas enseñanzas les permiten a las más jóvenes generaciones adaptarse mucho mejor a las nuevas rutinas escolares y sumarse de forma activa a las diferentes dinámicas que implica el proceso docente.

Para ello, se precisa preparar, sobre todo en las primeras edades, a los pequeños para que enfrenten el proceso escolar con alegría y alejados de todo criterio negativo que desvirtúe el verdadero papel de la escuela. Asimismo, todo el aprendizaje debe ser acompañado por los adultos, quienes tienen que incorporar a sus rutinas el control de las acciones extraescolares y mantener diálogos con los educadores.

Solo así con el vínculo indisoluble hogar-escuela-familia se podrá cumplir con un anhelo que en pocas horas se echará a andar: lograr un curso escolar exitoso y aportador.

Estudiante de Periodismo*

Gabriela Estrella Cañizares*

Texto de Gabriela Estrella Cañizares*

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