Unos 25 países han suscrito este miércoles la declaración del Comité de Alto Nivel durante la tercera jornada de la COP29 en Bakú, capital de Azerbaiyán. España, Irlanda, Chile, Guatemala, Kenia y Nepal, entre otros, se comprometen así a reducir las emisiones y alcanzar un nuevo objetivo de financiación para el clima. Las negociaciones avanzan, pero los agentes sociales vigilan con lupa que estas no queden en papel mojado, ya que a menudo los países presionan para que los acuerdos logrados carezcan de un gran alcance, ya sea para evitar reducir emisiones fósiles o aumentar la financiación contra la emergencia ambiental. Así es el tablero de ajedrez que configura la actual cumbre del clima.
En este sentido, el negacionismo climático de Donald Trump ha hecho saltar las alarmas tras su victoria electoral y es el fantasma que recorre la actual cumbre del clima. Durante su mandato anterior, de 2017 a 2021, el derechista retiró a EEUU del Acuerdo de París, por el cual los países se comprometen a trabajar para que la temperatura de la Tierra no supere los 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales. Trump ha prometido volverlo a hacer.
Sin embargo, los expertos dejan claro que, si bien la política climática que defiende el magnate obstaculiza cualquier avance ecologista, EEUU nunca ha destacado por su ambición en confrontar la crisis ambiental. «La administración Clinton negoció el Protocolo de Kioto, pero finalmente no fue ratificado por el Senado de los EEUU. La administración Bush Jr. no fue ambiciosa. Tampoco es que destacara la administración Obama en esta materia», recuerda a Público Ana Barreira, directora del Instituto Internacional de Derecho y Medioambiente y presente en la COP29.
«Cuando Joe Biden llegó al Despacho Oval, reincorporó a Estados Unidos al Acuerdo de París tras la retirada de Trump, pero ha faltado a las dos últimas ediciones», añade a este diario Mario Sánchez-Herrero, presidente de la cooperativa ambientalista Ecooo Energía Ciudadana. Con la vuelta de Trump, el experto alerta sobre su defensa de «la extracción de combustibles fósiles y muy en particular por la muy contaminante técnica del fracking, quereafirma la apuesta puramente ideológica e irracional de la nueva administración estadounidense por un modelo energético obsoleto y suicida«.
Las barreras del sur global
También muchos países del sur global son grandes emisores de gases derivados de combustibles fósiles. Para estos territorios, «la exportación de carbón, gas o petróleo es la única vía posible para pagar su enorme deuda externa, casi siempre injusta, adquirida ante acreedores internacionales», describe un informe de Ecologistas en Acción al que Público ha tenido acceso. De este modo, «los países productores de combustibles fósiles son muy reticentes a incluir menciones sobre la reducción de su uso o su cese», apunta Barreira.
Estos estados «sufren enormes restricciones fiscales», destaca a este diario Alex Scott, responsable de Diplomacia medioambiental en el think tank italiano ECCO Climate, presente en la COP29. Según Pedro Zorrilla, representante de Greenpeace España en Bakú, «carecen de recursos económicos, de conocimiento o de capacidad humana o infraestructuras» para alcanzar las metas más ambiciosas en materia climática.
Por ejemplo, «países como la India, donde hay una gran pobreza energética, no es que estén cerrando estas centrales, sino que las están abriendo», indica a este medio Olga Alcaraz, directora del Grup Governament del Canvi Climàtic en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC).
También Nigeria es un territorio que ha sufrido el extractivismo colonialista de Europa, según destaca el informe de Ecologistas en Acción. Se trata del «principal suministrador de petróleo a España en 2023», subraya el documento, y ocupa el puesto 161 de 189 en el Índice de Desarrollo Humano. Los hidrocarburos suponen cerca del 90% de sus exportaciones, lo cual lo convierte en «un país reticente al abandono de combustibles fósiles».
Los líderes de Pakistán, Bangladesh y Tuvalu han subrayado este miércoles la importancia de un mayor compromiso en las negociaciones, destacando los riesgos de no movilizar suficiente financiación para los países en desarrollo. «La financiación es una gran barrera y eso es lo que esta COP puede abordar con el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG, por sus siglas en inglés)», remarca Scott. Se trata del instrumento financiero que sustituirá al actual Fondo Verde para el Clima a partir de 2025. Su propósito «es dar a estos países la confianza para llevar la acción climática al siguiente nivel», añade la experta de ECCO Climate.
Un nuevo texto del NCQG ha visto la luz en la jornada del miércoles. Su extensión es superior a la versión anterior, con más de 30 páginas. Los ministros debatirán el documento en unos días y se espera que este jueves se presente un nuevo proyecto de texto más reducido, según informan fuentes sobre el terreno.
Europa, ¿los buenos de la película?
Los países europeos tienen la fama de ser los más ambiciosos en materia climática. La Unión Europea «siempre ha puesto sobre la mesa de negociación posiciones más ambiciosas que el resto del norte global», valora Barreira. Por su parte, el representante de Greenpeace coincide con la experta, aunque matiza que «no lo es de manera suficiente».
La UE ha marcado el objetivo de reducir las emisiones un 55% con respecto 1990 para el año 2030. Sin embargo, «la ciencia establece que esta cifra debería ser, como mínimo, un 65%», critica Zorrilla, una diferencia que considera importante para evitar alcanzar el límite de los 1,5ºC que define el Acuerdo de París.
«Europa presume de bajas emisiones desde una postura cínica e hipócrita, replicando patrones coloniales que generan dependencia en los países del sur global«, denuncia Sánchez-Herrero. Además, añade que «la financiación que el norte global ofrece al sur genera nuevas formas de subordinación, perpetuando la desigualdad estructural y la acumulación de riqueza, cuando esta debería estar distribuida».
Un billón de dólares para combatir la crisis climática
Habemus cifra: 1,3 billones (trillions, según la terminología anglosajona). Esta es la meta de financiación que varios países pusieron este martes sobre la mesa en la COP29 para negociar el NCQG. La propuesta de los 1,3 billones viene por parte del Grupo de los 77 (G77), que lidera la República Popular China.
Este grupo se creó en 1964 por las partes que firmaron la Declaración Conjunta de los Setenta y Siete Países en Desarrollo y que ahora conforman 134 estados. Su objetivo es «proporcionar los medios para que los países del sur articulen y promuevan sus intereses económicos colectivos«, así como fomentar el desarrollo, según explica el informe de Ecologistas en Acción.
Los líderes mundiales negociarán alrededor de esa cifra los próximos días. En este contexto, varios agentes ambientalistas temen que los países más ricos, a quienes consideran responsables históricos de la crisis climática, traten de desviar el foco hacia instrumentos alternativos de financiación, como empresas privadas, en lugar de asumir la cuantía del NCQG con dinero público. El desarrollo de las negociaciones los próximos días será crucial para dilucidar el futuro de la lucha contra la crisis climática.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.