La reverencia a Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, llega en voz de otro notable que veneró esta isla, José Martí, el más universal de los cubanos. “Es preciso haberse echado alguna vez un pueblo a los hombros —escribió el Maestro—, para saber cuál fue la fortaleza del que, sin más armas que un bastón de carey con puño de oro, decidió, cara a cara de una nación implacable quitarle para la libertad su posesión más infeliz, como quien quita a una tigre su último cachorro”.
Es 27 de febrero; este mismo día, hace 150 años, caía en desigual combate el hombre, que en un rapto de osadía, se adelantó a todos, y sembró la libertad en el amanecer del 10 de octubre de 1868 en su ingenio Demajagua. Desde entonces, Cuba fue otra.
Mas, como asegura el colega Pedro Antonio García, Carlos Manuel de Céspedes fue mucho que el hombre de la decisión. “Es también el Hombre de pensamiento, quien le aportó desde su mismo nacimiento un carácter de Revolución social al movimiento independentista”, añadió.
Un análisis elemental del Manifiesto del 10 de Octubre, salido de su puño y letra, revela la altura de su ideario, donde convergen, de modo auténtico, independentismo y antiesclavismo. Y sépase, Céspedes pretendió no solo la abolición de la esclavitud, y la evidencia está en el gobierno mambí del Bayamo libre; constituido en octubre de 1868, este incluyó a cubanos negros y mulatos entre sus funcionarios, ejemplificó García
¿Resultó casual que José Martí, el artífice de la contienda de 1895, expresara que la Guerra Necesaria se hacía “pensando en Carlos Manuel”? Y lo dijo el Maestro, quien desenvainó la palabra para que el legado del Padre de la Patria —el monarca que se adentró en San Lorenzo, Sierra Maestra— no cayera en el abismo del tiempo.
“Baja de la presidencia cuando se lo manda el país —escribió el Apóstol de la independencia—, y muere disparando sus últimas balas contra el enemigo, con la mano que acaba de escribir sobre una mesa rústica versos de tema sublime”.
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