Justo frente al cementerio que guarda los restos de los ocho jóvenes revolucionarios asesinados en el valle de La Llorona, en 1957, con las lomas del Escambray al fondo y pegada a la imagen del Che en uno de los monumentos dedicados a su memoria, donado por amigos mexicanos, se levanta la escuela Silverio Blanco Núñez, un centro multígrado dedicado a la formación de niños residentes en áreas intrincadas de la localidad de El Pedrero.
Nadie como ellos para respirar aires de Historia, porque allí, donde cursan desde el primero hasta el sexto grado, cada piedra, árbol o pedazo de tierra atesora vivencias relacionadas con las luchas por la independencia, que transitan desde la etapa de los mambises vinculada a la figura de Máximo Gómez, hasta la estancia del Guerrillero Heroico durante los años finales de la década de los años 50, al mando de la Columna No. 8 Ciro Redondo, la misma que liberó a varios pueblos del centro de Cuba.
La escuelita de Manaca Ranzola, como se le conoce, fue una de las promesas que el Che convirtió en realidad y lleva el nombre de uno de los combatienes del Ejército Rebelde, que cayó mortalmente herido durante la toma de Cabaiguán y falleció un día después de la liberación de ese pueblo, es decir, el 23 de diciembre de 1958.
UNA OBRA EDUCATIVA PARA ADMIRAR
Para las dos maestras que llevan las riendas en la escuelita, la tarea que les corresponde desempeñar es su pasión. Solo basta observar cómo juguetean con los pequeños durante los minutos del receso o verlas atentas a cada estudiante en el aula para saber de su amor por la enseñanza.
Así lo exterioriza la joven licenciada en Educación Primaria Claudia Castillo Noa, cuando dice: “Mis ocho años de experiencia laboral están ligados a El Pedrero, la comunidad en la que nací, me formé y ahora le retribuyo con mi trabajo. Tengo alumnos de primero y segundo grados que deben avanzar en sus contenidos por igual.
“Este es un centro donde se enseña con el alma y el corazón, y resulta un orgullo para cualquier maestro poder hablar de hechos ocurridos durante las distintas etapas revolucionarias, porque están directamente ligados a este lugar, donde se respira Historia” aclara Claudia.
Justo en el aula siguiente está Yuleidys Segredo Álvarez, la maestra que imparte tercer y cuarto grados a cinco niños de la localidad.
¿Cómo logra que los alumnos avancen, a pesar de impartir a la vez diferentes contenidos?
“Es una habilidad que se aprende, cuando estoy trabajando con un grado, los del otro tienen que concentrarse en sus deberes, ellos son pocos y eso me permite ir al detalle con cada uno, voy por los puestos, les reviso las libretas, corrijo la ortografía, les explico de manera individual y así pasamos las horas”, aclara Yuleidys.
“Aquí tenemos todo lo relacionado con la base material de estudio —explica también la maestra Claudia—, incluso recibimos libros nuevos que los niños agradecen mucho. Los grados de primero y cuarto están en un proceso de perfeccionamiento de la Educación que transita por su tercera etapa a nivel de país y para eso se implementaron algunos programas avalados por soportes audiovisuales, medios para la instrucción y todos los recursos necesarios para esta actividad docente-educativa”.
LA VOZ DE LOS NIÑOS
Cuando apenas despuntan los primeros claros del día, la pequeña Lianny Castillo Cruz sale de su casa campesina en las inmediaciones de la zona de El Guaranal rumbo a la escuelita. Varios kilómetros recorren a caballo ella y su papá para llegar en ocasiones hasta primero que el resto de los estudiantes. “Yo vengo por dentro cortando camino y ya a las siete estoy aquí, traigo mi merienda y todos los materiales que utilizo en las clases, aquí me siento feliz, tengo a mis amiguitos y juntos jugamos y estudiamos”.
Similar recorrido realiza Samantha López Acosta, otra niña que vive monte adentro, en un sitio muy distante de Manaca Ranzola, pero no deja de asistir a sus clases.
Con los ojos bien avispados y una sonrisa pícara en sus labios, Obed Darío Donate Segredo interviene para decir: “Tengo cinco años y estoy en primer grado. Me sentí feliz de tener este nuevo libro de texto, nunca había visto libros así y por eso me dan ganas de estudiar y aprender más. Lo que más me gusta es escribir, pero mi maestra dice que el libro hay que cuidarlo, para que otros niños puedan usarlo después”.
Escucharlos y ver la manera en que se desenvuelven resulta muy gratificante. Nada de niños tímidos; por el contrario, son sociables, respetuosos e inteligentes, lo que habla a favor de su adecuada formación y del respeto que les tienen a sus maestras.
Hoy la escuelita que les regaló el Che a los niños campesinos de la zona es un referente del sector de Educación en Fomento y en la provincia. Sus áreas, recientemente remozadas, muestran una imagen bella que se mezcla con el verde del lomerío circundante y con la solemnidad del sitio donde, por fortuna, está enclavada, pero lo que más preserva, además de su hálito histórico, es el orgullo de haber formado a cientos de estudiantes que a la vuelta de los años regresaron a estos predios convertidos en profesionales para honrar a sus maestros y a sus héroes.
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