El romántico nacimiento del periódico Escambray (+video)

“A los revolucionarios se les ha acusado siempre de querer cosas imposibles, de querer cosas utópicas. A Martí lo acusaron una vez de soñador, y Martí respondió que los sueños de hoy serán las leyes del futuro”. Fidel Castro Ruz, 20 de diciembre de 1982

Con hierros viejos y equipos casi inservibles comenzó la tarea de crear una línea de impresión de Escambray.

Aquella madrugada se antojaba breve, porque faltaba poco para la salida del sol y aún quedaba trabajo por hacer, aunque en una sincronización casi perfecta, todos cumplían su tarea con la precisión de un equipo multidisciplinario en una complicada cirugía.

La ruidosa rotativa rugía una y otra vez para encontrar el “encaje” adecuado. Los osados operadores, embarrados de grasa y tinta de imprenta, ajustaban la vieja máquina con “colorete” hasta que la bobina de papel gaceta comenzó a salir con las páginas correctamente impresas de la edición inicial del periódico Escambray.

En la cabeza de los ejemplares frescos se leía: 4 de enero de 1979, Año Veinte de la Victoria. Este autor tomó uno y se lo autobsequió como regalo de su 25 cumpleaños que coincidió con el suceso.

La veintena de personas con edades diversas que se arremolinaban cerca de la “boca” por donde comenzaron a salir una fila de periódicos doblados, no era consciente de su protagonismo en un acontecimiento único para aquellas generaciones de espirituanos.

¿CÓMO INICIÓ ESTA AVENTURA?

Corría la segunda mitad de 1977, casi un año después de creada la provincia de Sancti Spíritus, que “tenía solo los límites provinciales”, repetía una y otra vez Joaquín Bernal Camero, a la sazón el primer secretario del Partido en la naciente provincia.

“Tenemos que hacer un periódico”, se le escuchaba decir al argumentar que sería aglutinador de masas, creador de una identidad regional y vía para informar a la población.

“Se dice que los periódicos provinciales destilan azúcar (en alusión a las informaciones sobre la zafra azucarera), pero quiero que este destile sangre”, refería con crudeza en el sentido de la necesaria crítica y enfrentamiento a los problemas que perjudican a la sociedad.

Con voluntad, sin recursos asignados en ningún plan, ni siquiera un presupuesto mínimo o personal propio, comenzó con fuerza la etapa final para crear el diario local, “a como diera lugar”. Antes se dieron algunos pasos, pero ahora se trataba de asaltar la meta.

Previamente, otros avanzaron en microlocalizar el sitio adecuado: un almacén con poco uso al lado de una casa familiar en cuyo garaje soterrado funcionaba una Zona de los CDR. En esa misión estuvo Delvis Aquino, quien se ocupaba de las cuestiones administrativas en paralelo a sus obligaciones en el Comité Provincial del Partido.

Una instantánea al plantel periodístico en septiembre de 1977 arrojó que había siete periodistas profesionales (dos redactores de Radio Sancti Spíritus, cuatro periodistas de Vanguardia y el corresponsal de Juventud Rebelde), de ellos solo tres graduados universitarios; aparte, dos comentaristas deportivos radiales que alternaban sus labores como profesor y laboratorista clínico, respectivamente, y un movimiento de corresponsales voluntarios aglutinados en el Inder, los CDR y la UJC.

En las artes gráficas la escena era peor, pues en los oficios necesarios no había residente con experiencia en el territorio o al menos conocimientos rudimentarios del proceso productivo de un rotativo.

Xiomara Alsina, a la derecha y una de las reporteras de Escambray junto a Norma Concepción.

UTOPÍA VS. REALIDAD OBJETIVA

Se enfrentaba así una utopía que la lógica inducía a la imposibilidad de su realización y debía quedar como un deseo. No dude el lector en concluir que en casos similares el abandono de la quimera es la más común de las actitudes.

Pero se impuso la filosofía del voluntarismo alimentado por un proceso romántico, en el cual un puñado de enamorados rasgaron sus vestiduras y emprendieron una quijotesca cruzada para enfrentar molinos de viento y sacar conejos del sombrero del mago.

Un espirituano, Juan Rush, era en aquel entonces el jefe del taller del periódico Ahora, de Holguín, y su “reclutamiento” se produjo con la única oferta del reclamo a colaborar con su pequeña patria, la ciudad del Yayabo, sin promesa material alguna.

Con hierros viejos y equipos casi inservibles comenzó la tarea de crear una línea de impresión, para la cual hasta fue necesaria la “apropiación no autorizada” de elementos almacenados en alguna imprenta capitalina en desuso.

La tecnología de la estereotipia, basada en moldes de acero que conformaban letras y paneles de plomo (tejas por su forma), requería de un complejo proceso de armado a mano de los textos y fotos de cada página, una tarea artesanal que demanda de habilidades manuales de sus hacedores.

Los talleres del periódico Vanguardia, de Villa Clara, fueron las aulas donde se formaron algunas de las especialidades más necesarias en esos oficios.

Por su parte, el rescate de la máquina principal (rotativa) y algunos equipos complejos como los linotipos, descansaron en unos mecánicos industriales, quienes hicieron gala de ingenio para reanimar artefactos de la primera mitad del siglo XX, sin planos o conocimiento previo alguno.

Facsímil del primer número de Escambray.

UN PERIÓDICO NECESITA PERIODISTAS

Escambray desafió en los primeros momentos de su gestación esta verdad de Perogrullo, pues apenas contaba con cuatro periodistas en solitario para hacer la confección un diario de igual cantidad de páginas en el formato sábana (doble de los actuales tabloides).

En meses había que formar periodistas emergentes, pero primero era necesario buscar los candidatos entre profesionales de otras especialidades o personas con la cultura suficiente para asimilar la técnica periodística. Esa tarea el Partido la asignó al experimentado reportero Raúl García, quien me sumó a esa misión.

La cantera fue disímil: un filólogo, un historiador, un poeta, varios profesores, un laboratorista clínico, una técnico en farmacia, dos graduados de bachillerato, un expendedor de combustible, corresponsales voluntarios, obreros de diversos niveles de escolaridad, por solo mencionar algunos ejemplos más elocuentes.

A este autor le correspondió organizar el plan de estudio que ejecutó junto a colegas de experiencia y así comenzó un curso intensivo en una terraza interior del Museo de Arte Colonial. Las autoridades provinciales trajeron después a un académico de la Universidad de Oriente, Rafael Lechuga, quien se puso al frente del entrenamiento.

EL PERIÓDICO EN SECO

Otra personalidad del periodismo cubano, Guillermo Lagarde, fue igualmente convocado para que ayudara a organizar la rutina productiva de Escambray y conformar la carta editorial. Su obra maestra fue “el periódico en seco”.

La Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena prestó su gran salón de lectura del segundo piso y allí se armó la primera “redacción” de Escambray.

En el papel de director estaba el propio Lagarde y este servidor era su lugarteniente en una suerte de jefe de información-redacción como interfase con aquellos periodistas emergentes que hacían sus prácticas en la búsqueda y elaboración de los materiales con la calidad y agilidad cercana a un diario.

Como sucede en el cierre de la edición de un periódico, se escuchaban gritos, gente que corría de uno a otro puesto llevando notas y revisando contenidos, mientras formatistas emplanaban cada página y las dejaban listas para enviar a la inexistente imprenta siguiendo un riguroso cronograma.

Para encabezar aquel proceso fundacional, el Buró Provincial del Partido designó directora a Fe Dora Fundora Cruz, una experta enfermera neonatóloga con premios internacionales en su especialidad, como el Florencia Nightingale y sin ningún vínculo previo con el periodismo.

De más está decir que los desacuerdos y las críticas llovieron dentro y fuera del gremio, pero la modestia, capacidad aglutinadora, el cariño y la vocación por aprender la profesión, acalló los señalamientos y su impronta sentó un precedente que reconoce el colectivo que condujo y está plasmada en las ediciones de su etapa.

Un toque original lo constituyó la encuesta popular para escoger el nombre de la publicación, donde fueron punteros “Siga la marcha”, “El espirituano”, “El Fénix” y “Escambray”. Cada uno con apasionados defensores y enjundiosos argumentos.

Estas son algunas pinceladas de cómo nació el periódico Escambray, el imposible que el romántico voluntarismo hizo real: una obra cimentada en el amor de sus creadores.

(*) A solicitud del Partido en Sancti Spíritus, el autor fue designado por Juventud Rebelde para ayudar a la fundación de Escambray alternando su trabajo como corresponsal de aquel periódico en la provincia.

Osvaldo Rodríguez Martínez*

Texto de Osvaldo Rodríguez Martínez*

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