El Proyecto San Francisco cree en el arte como recurso para el mejoramiento humano. Desde el Museo Nacional de Lucha Contra Bandidos se ha gestado este emprendimiento en defensa de la cultura, los artistas y de la propia ciudad de Trinidad.
A la luz del nuevo escenario económico y de las oportunidades centradas en el sector no estatal, Lázaro Luis Benítez Entenza y Yordanis Jiménez Cantero —titulares del primer Proyecto de Desarrollo Local (PDL) de corte sociocultural aprobado en el municipio— decidieron retomar un sueño, “enamorar” primero a unos y al resto, después.
La propuesta de estos jóvenes emprendedores resulta absolutamente coherente y ofrece soluciones a problemáticas agravadas por disímiles circunstancias, las cuales han deteriorado, por ejemplo, la estructura de un edificio de alto significado histórico como lo es el antiguo Convento de San Francisco de Asís, o el comportamiento social y cívico en la comunidad.
El trabajo entonces se encauza en varias direcciones y propósitos: la formación de valores y la educación estética de los diferentes públicos, la creación de espacios para los artistas, la restauración del museo; y, por supuesto, la sostenibilidad de todas estas actividades mediante un esquema de comercialización que no deja atrás al arte como esencia.
DE LA IDEA AL ALUMBRAMIENTO
Ocho años atrás se esbozaron las líneas principales de este proyecto, con visión de futuro, pero que no encajaba en el modelo económico cubano de aquel momento. No obstante, Yara Aróstica, directora del Museo Nacional de Lucha Contra Bandidos, apostó por él desde la primera ojeada.
“Al quedar atrás la covid y en un nuevo contexto, Lázaro y Yordanis regresaron con una propuesta validada y enriquecida por los especialistas de la Dirección Municipal de Desarrollo Local y pensé: esta es la oportunidad.
“Buscamos además el criterio de los representantes de varios organismos, como el Consejo Nacional de Patrimonio y su homólogo en la provincia, la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana en todas las instancias, el Gobierno territorial, la Dirección de Cultura, la Oficina del Conservador de Trinidad, entre otros, y llegamos a consensos de cómo echar a andar un emprendimiento con estas características. Hoy existe total comprensión en cuanto a su naturaleza y objetivos”.
La espiritualidad del ser humano constituye el leitmotiv de este PDL, que ha transformado, para bien, las dinámicas del museo como sitio donde confluyen artistas y públicos para participar en el proceso de creación y disfrutarlo.
Entre las primeras labores se proyectó recuperar todos los espacios de la institución y utilizarlos en función de la cultura, según comenta Lázaro, quien es también artista de la plástica. “Hemos diseñado talleres de creación y de restauración, galerías, bazares, un teatro o sala polivalente, además de un servicio gastronómico que resalta las tradiciones culinarias.
“En la ciudad se ha olvidado un poco el rico acervo vinculado a la repostería cubana y trinitaria, díganse los dulces caseros. En la mayoría de los restaurantes se percibe una tendencia de servirle al visitante su propia cultura y no ofrecerle la nuestra, que lo tiene todo. Y el proyecto pretende proponer la comida también como arte.
“Se va a brindar en lugares que nunca antes se utilizaron, como las terrazas del edificio, que gozan de una paz extraordinaria y donde se disfruta de un atardecer maravilloso. Será una propuesta única.
“Y el otro elemento que no quisimos perder de vista fue la posibilidad de brindar a los artistas un espacio genuino para la creación en un taller. Los visitantes pueden ver cómo nace y toma forma una obra. Ese momento es muy interesante para unos y otros”.
Y si Lázaro encarna la pasión del proyecto, Yordanis —el otro titular— aporta la razón para mantener el equilibrio. “Todo lo que se ha logrado es con nuestros propios esfuerzos. Por eso a veces no avanzamos con la rapidez que se desea, pero tampoco renunciamos a ninguna idea”.
De los tropiezos y algunas incomprensiones prefieren no hablar porque siempre se abrieron puertas cuando la insensibilidad o el desconocimiento cerraron otras. Ninguna de las acciones previstas en el proyecto fue improvisada. Todo partió de un diagnóstico bien fundamentado.
OPORTUNIDADES Y DESAFÍOS
Las nuevas dinámicas de la museografía y de la museología —sostiene la directora— implican una relación estrecha entre el inmueble y la temática; algo que no se tuvo en cuenta cuando se fundó el museo el primero de junio de 1984, al desconocerse su valor como edificio patrimonial.
A partir de un dictamen integral, el equipo de trabajo puso en marcha varias acciones dirigidas a la mejora estructural del inmueble, que no se beneficiaba con una intervención de tal magnitud desde hace más de dos décadas e incluyó labores en las redes hidrosanitarias y eléctricas, de carpintería y pintura.
“Se restauraron todos los locales, además de muebles, vitrinas y piezas de las colecciones. Ahora vamos a enfocarnos en elementos de la museografía interactiva y comenzamos por la sala de Historia, donde se van mostrar detalles tan interesantes como la entrada al edificio de la lancha o el camión que se exponen en el patio”, adelanta Lázaro.
Ambos titulares agradecen a todos los que confiaron en las buenas intenciones y no apagaron la luz. “No podemos dejar de mencionar a Yara Aróstica; Alberto Turiño, director de Aldaba; Moisés Rueda, al frente de la Dirección Municipal de Desarrollo Local; Margot Durán y Radelex Cartaya, de la Oficina del Conservador”, añade Yordanis.
Y en la misma medida en que se embellecen los espacios, crece el entusiasmo del colectivo de trabajadores, un componente esencial del Proyecto San Francisco, que reconceptualiza el símbolo más preciado de los trinitarios.
LA MARCA DE UNA CIUDAD
Gracias a este proyecto sociocultural se validaron los atributos de una de las instituciones más emblemáticas del Centro Histórico de la villa, antes Convento y ahora Museo de la Lucha Contra Bandidos; en particular su torre-mirador, identificada como el ícono más importante de Trinidad.
“Hemos aprendido a amar nuestro símbolo —argumenta Yara—; hay un nivel de idolatría con respecto a él que cualquier detalle que se le haga es reconocido. Lo comprobamos durante los días en que se pintó la torre y recibimos los comentarios más bellos y alentadores. Al iluminarla durante el Festival de la Canchánchara, vi personas abrazadas, otras llorando de emoción. Nos tomamos las manos y les dije: Vamos bien, tenemos que seguir”.
El proyecto se propone mejorar la imagen del museo, insiste Lázaro. “Encender la torre fue de los momentos más hermosos. Alguna vez tuvo luz, pero muy incoherente con su estilo barroco. Decidimos recuperar los faroles de la época y ubicarlos en los colgantes originales. Nosotros solo pusimos los cables, la cabeza y el corazón”.
Toca el turno ahora al teatro que funcionó como capilla de un convento franciscano y que posee una iluminación incoherente. Para ello seguirán la misma línea de farolería y otros detalles que reforzarán los encantos de este espacio, sede de actividades culturales, reuniones y otros eventos.
El proyecto de Lázaro y Yordanis sueña convertir la institución en un oasis del arte y la creación. Similares son los propósitos de la dirección y el colectivo del museo. “No hay dicotomía alguna, sino total coincidencia: reivindicar la cultura trinitaria y el patrimonio. Vamos a ganar todos”, asegura Yara.
Que bonito trabajo Ana sobre una magnifica creación en manos de apasionados por la promoción cultural en toda su magnitud. Enhorabuena.