Magaly aprieta la mano de su hijo y algo especial los conecta mientras todos sonríen y disfrutan esta fiesta de azul y de esperanza. Asumir que su pequeño de seis años tiene una forma diferente de ver el mundo le hizo comprender que el autismo no es el fin, sino el comienzo de un camino iluminado por el amor y la bondad.
Promover la inclusión y el respeto a la diversidad debe ser práctica cotidiana, pero la Asamblea General de las Naciones Unidas señaló el 2 de abril como el Día de Concienciación sobre el Autismo, una oportunidad para entender que todas las personas, independiente de sus diferencias, pueden ser felices y desarrollar sus potencialidades.
Y esa esperanza sostiene a Magaly Conesa, la madre de Frank, uno de los cinco niños diagnosticados con el trastorno del espectro autista en el municipio de Trinidad. Ella es el eje de un proyecto que une a psiquiatras, psicólogos, educadores y muchas otras personas empeñadas en hacerles el camino más fácil.
Fue así que en la escuela primaria José Mendoza García, donde el pequeño cursa el primer grado bajo un modelo de educación inclusiva, organizaron una hermosa fiesta, endulzada con la miel de una colmenita, cuyos laboriosos integrantes repartieron sonrisas y generosidad.
El azul es el color que los identifica. “Como el mar, cuando están en calma, son sosegados y muy tiernos, pero en las crisis viene la tempestad. Mi mayor anhelo es que siempre se sienta seguro, saber lo que quiere sin decirme una palabra”, confiesa Magaly.
Para Celia Álvarez López, directora del Centro de Diagnóstico y Orientación del sureño territorio, este tipo de iniciativas contribuye a derribar barreras y a la socialización de los niños con dicho trastorno, el cual se presenta en las primeras etapas de la infancia y afecta la interacción con el mundo exterior, el contacto con las personas del entorno y la comunicación verbal.
“La madre de Frank es el centro de esta idea maravillosa, que vincula el proceso docente educativo con la salud mental y se hizo efectiva para todos los niños en condición de inclusión en la enseñanza primaria”, reconoce la psicóloga.
Gracias al proyecto, a Magaly, quien es también una de las titulares de la mipyme El Niñi, al resto de las familias, a las maestras y a todos los especialistas, estos pequeños abrieron las puertas de su mundo; la llave para quienes decidan entrar no es otra que el amor.
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