“Carmenza, prepárate que tengo la encomienda de entrevistarte”, le suelto así, a bocajarro, con los dedos cruzados para que no me diga que no, por la proverbial reticencia de los periodistas a ser entrevistados.
“¿En serio? De truco el caso”, me responde con la naturalidad de toda la vida, y antes de que intente convencerla me suelta también así, a bocajarro: “Nos vemos en el periódico, yo llevo el café”.
No necesita ceremonial, ni protocolo. Carmen Rodríguez Pentón —si publico su segundo nombre me mata— ha sido la misma desde que llegó a Escambray de la mano de Juan Ruch, el 11 de febrero de 1985, hasta hoy, que entra al salón de los reporteros con su bolso de trabajo, se sienta en la computadora que ha convertido en su feudo y comparte contigo lo que necesites: un medicamento en falta, la mitad de su almuerzo, los contactos de sus fuentes más escurridizas y hasta las mañas que se ha ido agenciando en casi cuatro décadas de ejercicio.
De aquellos primeros tiempos, cuando desembarcó en la Redacción sin más armas que la Licenciatura en Lengua Francesa y la osadía de los 22 años de edad, Carmen recuerda, sobre todo, el magisterio de quien fuera su vecino de siempre y su mentor hasta que falleció en 2018: Manuel Echevarría Gómez.
“La primera información que escribí como reportera fue sobre servicios gastronómicos y se la di a Manuel, que me la revisó de cabo a rabo y me dijo: ‘Negra, esto es una reverenda mierda’. A partir de ese momento, Manuel se convirtió en una especie de tutor para mí, me fue enseñando el ABC del oficio, porque yo escribía bien, pero no tenía conocimientos de técnica periodística.
“Siempre quise escribir y Escambray me dio ese gusto. Yo redactaba cuentecitos, novelitas y esas cosas, y me gustó la traducción porque se parece mucho al periodismo, la traducción no es literal nunca. Es traducir el texto que estás leyendo a otro idioma y el periodismo es eso, traducir las cifras y los datos en un texto que la gente entienda. Me fui adentrando en este mundo que fue muy duro al principio”.
¿Cómo recuerdas la etapa del diario impreso?
“Yo tuve a mi primer hijo cuando el periódico salía diario, y en esa época a los 45 días el niño ya entraba en el círculo. A veces yo no había terminado de trabajar y tenía que recogerlo del círculo y traerlo para acá, la recepcionista de entonces le armaba un colchoncito en el buró y ahí me lo ponía a dormir hasta que yo terminaba. Mis dos hijos se criaron en esa rutina. Llegó un momento en que siendo niños conocían todos los municipios, a todos los secretarios del Partido y a todos los presidentes del Gobierno.
Historia, Deporte, Zafra, Agricultura, Poder Popular, Construcción… ¿cómo te las arreglabas para cubrir temáticas tan diversas? ¿Periodista especializada o todoterreno?
“Ser todoterreno me ha dado la oportunidad de saber de Zafra, de Agricultura, de Construcción…, conocer de todo me interesa. Al principio, por ejemplo, cuando empecé a atender Agricultura tuve que adentrarme en un terreno que era duro, fuerte y que desconocía casi por completo, hasta que me fui metiendo en ese mundo y aprendí que uno no puede ir a un surco con unas sandalias, que hay que ir en tenis y en pantalones para que el trabajador no se sienta minimizado. Después atendí Zafra, que también era complicada, pero llegó el momento en que hablando con los azucareros me daban algunas cifras y ya yo sabía calcular los indicadores que querían ocultarme”.
En estos casi 40 años con la agenda en ristre, Carmen ha escrito contra viento, marea, ciclones, inundaciones, en las verdes y en las maduras; pero si tuviera que salvar algunos textos —apenas unos cuantos—, escogería sin pensarlo los reportajes de investigación surgidos al calor de las llamadas tormentas de ideas que se cocinaban a fuego lento en la Redacción; o las entrevistas, el género en que se siente como pez en el agua.
¿Qué errores lamentas haber publicado?
“Recuerdo un error gordo que me costó días sin sueño, cuando publiqué un trabajo sobre el Che y la familia de un hombre al que el Che llamaba comevaca vino a reclamarle al periódico. Eso nos costó a Juan (Antonio Borrego) y a mí un fin de año sin dormir por el disgusto. Juan tuvo una actitud muy de dirección, porque me involucró poco en el asunto y dio el frente, habló con aquellas personas y les explicó. Luego él y yo conversamos sobre el tema, de hasta dónde uno puede creer en lo que dicen los libros de Historia y hasta dónde no, y que todo hay que investigarlo a fondo. Ese error me propuse no cometerlo jamás”.
¿Cómo fue trabajar con Borrego como director?
“Conocí a Juan siendo él estudiante, hicimos desde entonces una buena amistad, de hermanos; discutíamos muchísimo y seguíamos siendo buenos amigos. Nos hacíamos confidencias, jugábamos de mano, éramos niños prácticamente.
“Trabajar con Juan fue una cosa muy linda y, a la vez, difícil, porque yo era su subordinada y él era mi jefe, pero era una gente con mucha luz larga, con muchas ideas, y cuando me equivocaba me cerraba en la dirección y me decía hasta alma mía. Nos fajábamos, pero nos queríamos”.
¿Cuántas veces te has sostenido en esa especie de familia que es Escambray?
“Muchas veces. Yo he pasado por cosas muy difíciles en mi vida, problemas personales y de enfermedades que nada tienen que ver con el trabajo, y la mayoría las he podido rebasar gracias a la familia de Escambray. Yo perdí una niña y no quería volver a trabajar, porque me daba pena salir a la calle y que la gente me preguntara. Juan y Katia Monteagudo, subdirectora en aquel momento, me sacaron de mi casa y me convencieron de que la vida seguía, de que tenía que volver a trabajar. Y me levantaron. Lo mismo me pasó cuando mi esposo falleció, sin Escambray yo no hubiera podido sobrevivir a tantas tempestades, a tantos golpes”.
No hubiera podido sin Escambray y sin ese temperamento a prueba de balas que Dios le dio y que le ha servido para liderar, primero y durante cuatro años, la delegación de base de la UPEC y, luego, la sección sindical, al frente de la cual se mantuvo prácticamente hasta el otro día. Un cuarto de siglo defendiendo los derechos de sus compañeros, convocando a marchas, desfiles y trabajos voluntarios; un cuarto de siglo enfrentando problemas y “tirando los pantalones”.
Hay quien asegura que eres una periodista majadera…
Yo soy la mayor de las hembras en una familia de siete hermanos. Mi mamá era enfermera; ella a veces tenía que doblar turnos y yo me quedaba a cargo de mis hermanos desde los 10 años. Tenía que prepararlos, llevarlos a la escuela y lograr que me hicieran caso. A lo mejor esa responsabilidad desde tan pequeña ayudó a forjar este carácter fuerte y distintivo que tengo.
“Pero, a pesar de lo que parece, yo soy una gente de amigos, me abro fácilmente; además, no guardo nada, soy muy sincera. Yo nunca te voy a decir algo que no es; yo te digo lo que pienso, a veces molesta, pero te lo digo. El periodismo tiene que ver mucho con eso, con decir lo que uno piensa”.
¿Qué trabajo periodístico se ha quedado en el tintero?
Me hubiera gustado haber dado cobertura a alguna de las tantas visitas de Fidel a Sancti Spíritus. Estuve de lejos, en la Redacción, pero en vivo, en la cobertura, nunca pude estar; me hubiera gustado hacerle una entrevista.
¿Se ve Carmen alejada de Escambray, del periodismo?
No, ¡qué va! Escambray ha sido mi casa grande. Yo les digo a las personas que nunca me he ido de esta cuadra, porque vivía en esta misma calle y jugaba con la niña que vivía en la casa que es la sede del periódico. Los años que he trabajado son más de la mitad de mi vida, porque llegué con 22 y ya soy una vieja, mis hijos nacieron y se criaron aquí. Me cuesta irme de Escambray, quizás por eso me he negado al retiro.
Me alegra muchísimo conocer su etapa laboral ya que es una parte muy importante de su vida rodeada de buenos compañeros y rememorar fotos de su vida, todo eso siempre queda en el corazón. Le deseo lo mejor a mi tía, muchas felicidades por este homenaje bien merecido por su esfuerzo y dedicación.
Es una persona con un gran sentido de lo práctico y un temple que no admite que le pasen líneas. Eso hace falta en el periodismo y ella siempre supo transmitirlo a quienes fuimos sus pupilos.
Si su carácter le precede, se da a respetar, pero con su sonrisa también se hace querer. Merecida entrevista a una mujer valiente que como ella a dicho por circunstancias de la vida ha tenido que sacudirse el polvo y seguir adelante, me la imagino hablando en cada palabra que leo desde el principio al fin de la entrevista. Felicidades por tu gran trabajo y me encanta que se reconozca a personas que lo valen.
Muchas felicidades Carmucha. Me alegro mucho por esta entrevista , porque sé muy bien cuánto trabajo has dejado en ese periódico, que nos formó a todos. Te abrazo y los quiero siempre.
Que bella historia amiga y asi es eres una persona especial talentosa profecional .felicidades.
Carmen ejemplo de mujer cubana, una mariana de estos tiempos. Madre, amiga, solidaria, valiente que a tenido que ante las adversidades que la vida le a puesto delante sacudirse el polvo y seguir adelante.
Merecida entrevista así como el Premio Provincial Tomás Álvarez de los Ríos por la obra de la vida.
Muchas Felicidades.
Carmen, la primera persona que conocí al llegar a Escambray: en short, mirando la última edición de este semanario, con total desenfado; la misma Carmen que dejé en diciembre -último mes que trabajé en el periódico-; consagrada a su profesión, cumplidora de su plan de trabajo, excelente dirigente sindical, devota de su familia. Muy buena entrevista de Gisselle. Felicitaciones por el premio, Carmen se lo merece.
Muy bella entrevista. Cuánta sinceridad en cada palabra de Carmen, a quien admiro muchísimo. Felicidades de todo corazón por el premio y por ser como eres.
Recuerdos gratos de Carmen cuando estábamos en la secundaria la recuerdo cuando era responsable de cotización de la FEEM una persona muy afable felicitaciones iiii
La conocí en la OBE provincial de Sancti Spíritus donde trabajaba y ella escribía sobre los planteamientos de la población y las respuestas. Fue en pleno periodo especial, en los años 90 del pasado siglo y confieso que no la quería ver porque es una periodista que mete el dedo en la llaga y urgía hasta que encontraba lo que busca. Merecida entrevista a Carmen Rodríguez Pentón como homenaje digno a todos los periodistas espirituanos, que enfrentan la dura realidad que vivimos con objetividad y optimismo.
Bella Carmen! Excelente profesional y persona, muy linda abarcadora entrevista , al leerla sentía el tono de voz de Carmen en sus palabras. Felicidades Carmen, ejemplo de cubana batalladora inquebrantable que asume todos los perfiles que la vida le asigna dando lo mejor que tiene y mostrando sus más fuertes y lindas aristas.