Para el hombre que arriesgó su vida por rescatar las pinturas más relevantes del Museo del Prado, bajo el bombardeo de la dictadura franquista; para el poeta que, en un rapto de lirismo, vio a “Cuba dentro de un piano”; para el español Rafael Alberti, “La ciudad es como una casa grande”.
Así también ha visto a Sancti Spíritus, a esta villa que hoy celebra sus 510 años de existencia, el periódico Escambray. Así la ha visto desde que este medio de prensa naciera hace poco más de 45 años. Han sido 45 años de una porfía, a pensamiento, a favor de la construcción de la identidad espirituana, en acto confirmatorio de aquella frase lapidaria de Joaquín Bernal Camero, entonces primer secretario del Partido: “Sin periódico, no hay provincia”.
Y en defensa de esa casa grande, nuestros periodistas han blandido su filosa pluma; pluma, convertida en espada, cuando alguien ha intentado lesionar sus valores patrimoniales; espada contra la seudocultura que adormece y coloniza el pensar.
En defensa de esta casa grande, una ciudad como tantas otras, cuya realeza no se mide por su longitud y anchura; sino por la amplitud de su visión y la altura de sus sueños, como sostuvo un colega, nuestros periodistas han empuñado su noble pluma; pluma, convertida, también, en oda, oda para enaltecer a Teofilito y su himno “Pensamiento”, a Serapio y sus contagiosos pasacalles, a Miguel Companioni y su “Mujer perjura”, cuya verdadera identidad hoy continúa siendo un enigma.
Oda para exaltar a Esbértido Rosendi y sus versos, donde habita la ciudad; a Oscar Fernández Morera, cuyos pinceles fundacionales eternizaron la villa; a Antonio Díaz y su óleo “Entre dos aguas”, donde, gracias al lirismo logrado, el espectador presiente la lluvia, el chorro resbalando por la canal metálica entre los tejados.
Oda y espada ha sido Escambray de cara a la cuarta villa cubana; dan fe de ello Juanelo y sus humildes personajes que la calle conoció; nuestra historiadora Ñeñeca, defensora de cada crujía y alero; de cada reja y vitral de esta ciudad.
Todos ellos: Rosendi, Antonio, Juanelo y Ñeñeca tejieron una entrañable amistad con nuestro director para siempre, Juan Antonio Borrego, quien, pese a su temprana partida física, no ha dejado de ser el alma de Escambray. Él, una cátedra de líder y de periodista, hubiese disfrutado, como el que más, la entrega a su colectivo de la Llave de la ciudad; gesto que agradecemos, al igual que el resto de los homenajeados esta mañana, a la Asamblea Municipal del Poder Popular.
Hoy, Borrego nos hubiese recordado aquella madrugada del 6 de enero de 1959, cuando el más rebelde de los rebeldes se asomó a uno de los balcones de la entonces Sociedad de Instrucción y Recreo El Progreso. Hasta hoy llegan los ecos de aquella sentencia de Fidel: “Si las ciudades valen por lo que valen sus hijos, si las ciudades valen por lo que se han sacrificado en bien de la Patria (…), Sancti Spíritus no podía ser una ciudad más”.
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