Producir cemento, al menos en la fábrica con que cuenta Cuba en Siguaney, no es, como sentencia aquella vieja frase, «echar tierra y darle pisón».
Visitar esta legendaria e incondicional industria –que al decir de su colectivo, «se rompe todos los días y todos los días se arregla y sigue andando»– es constatar aristas tan interesantes, estratégicas y actuales como la preocupación y la ocupación, concretas, para producir a toda costa, al menor costo posible y tratando de no perjudicar al medioambiente.
Quizá el elemento que más salte a la vista sea la planta instalada aquí, única existente en Cuba y, según expertos, entre las muy pocas del continente concebida para destruir gases procedentes de todo el archipiélago que, de no recibir adecuado tratamiento o destino final, terminarían agrediendo hasta la mismísima capa de ozono.
Esa es, apenas, una de las experiencias que anidan en una entidad que, como se diría metafóricamente en términos de ganadería, busca sacarle provecho «hasta al grito de la res».
Por ello, el ingeniero Saúl Rodríguez Pérez, director técnico, habla con tanto dominio y pasión acerca del beneficio que reporta la quema de neumáticos fuera de uso (NFU), para el calentamiento de los hornos, con el consiguiente ahorro de apreciables volúmenes de combustible.
Visto el caso (la factibilidad de esa alternativa) y comprobado el hecho (sus ventajas), la fábrica se las ingenia para acopiar neumáticos desahuciados ya, no solo en la geografía espirituana, sino también en otras partes del país e incluso allende los mares, mediante arreglos de mutua ventaja.
No menos provechoso en el orden tecnológico, productivo y medioambiental es el trigo que Siguaney le sigue sacando a lodos resultantes de la generación distribuida y del proceso en refinerías como las de Cienfuegos y Cabaiguán.
Explica el propio Saúl que, durante el pasado año, el empleo de esos lodos se tradujo en la sustitución o ahorro de unas 800 toneladas de combustible industrial.
Tampoco es un procedimiento de «corta y clava». Nuevos pasos –sobre la base de un ingenio colectivo, interno– continúan perfeccionando un proceso que concibe la extracción del acero en cada neumático, troceado del material e incluso su conversión en una especie de polvo o en lo que también se conoce como combustible sólido.
Si a ello se añade el montaje de aquel primer panel solar, preludio de al menos tres más, entonces resulta indiscutible que la fábrica está pensando cada vez menos en un combustible fósil condenado a la extinción, a la vez que centra la mirada en el uso de energías más limpias, renovables, nada agresivas a la misma naturaleza que les da origen.
Nada de ello es fruto de la inspiración o de la improvisación. Cada acción o proyecto que cobra forma responde, por una parte, a la voluntad de liberar a esa industria, en el mayor grado posible, de la alta carga contaminante que siempre la ha signado a escala mundial, y lograr, al propio tiempo, una soberanía energética que, obligatoriamente, va a tocar cada día más puertas, en el amplio entorno productivo, económico y de servicios.
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