Llevó en su corazón la máxima: “Quiero ganar, pero si no puedo ganar, déjame ser valiente en el intento”. En sus piernas, la fuerza, la resistencia. Y de Paraguay, sede de los IV Juegos Latinoamericanos de Olimpiadas Especiales de Asunción 2024, Yoandy Ledesma Serrano, regresó vencedor, triunfante.
De su aliento le llegaron a Cuba dos de las 34 preseas conseguidas (16-13-5), con apenas 13 concursantes en cuatro deportes, en un evento con más de 1 000 atletas de 20 naciones para escribir una actuación relevante, eficiente, histórica.
Una medalla de oro en los 3 000 metros planos y otra de plata en los 5 000 del atletismo coronaron días de tesón, sudor y constancia. Así le volvió a insuflar oxígeno a sus 42 años, la mayoría de los cuales los ha pasado sobre las pistas, las de Fomento, las de Sancti Spíritus, las de Cuba, las del mundo.
Y eso que antes de partir no había entrenado esas pruebas, al menos no en competencia. “Este año en las provinciales obtuvo dos preseas de oro en 800 y 1500 y en el Nacional de Camagüey logró bronce y oro en esas mismas distancias —sentencia vía WhatsApp Julio César Pedraza, su profesor fomentense hace dos años—. En Paraguay cambiaron las pruebas. Las de 3 000 y 5 000 no las había entrenado en el año, aunque para mí esas eran su fuerte”.
Porque lo conoce bien, una corazonada presagiaba lo grande. “Siempre dije que iba a estar en el podio y que regresaba al país con una medalla, nunca le di el color, pero el resultado salió. Esta es la primera gran competencia que tengo con él, pero sé que es un atleta entregado de verdad y con un sentido de responsabilidad con respecto a la preparación y el amor por el deporte, al punto que no requiere de un especialista para mantener su entrenamiento, en realidad es digno de admirar”.
Sobre las pistas paraguayas le debieron repicar las palabras de su madre Anabel, mientras se preparaba en la escuela Solidaridad con Panamá, en la capital cubana. “Pon tus paticas de guineo a correr y verás que puedes”. Él le decía: “vamos a ver qué puedo hacer” y ella le replicaba: “Tú sí tienes que poder, como en Los Ángeles”.
Lo cuenta y la emoción se le advierte entre llamadas que se entrecortan una y otra vez. Era algo más que una premonición o un empuje maternal. Ella, que lo ha visto correr insaciablemente, confiaba en la capacidad de su hijo para superar, incluso, lo hecho en la ciudad estadounidense en el 2013, cuando ganó plata y bronce”.
“Creo que ganó porque tiene un cuerpo de hombre con mente de niño, lo puede todo”. Suspira y sonríe. Cuenta cómo conquistó antes esas medallas: “Por las mañanas, antes de ir al trabajo —en la escogida de tabaco—, va a entrenar al estadio y cuando sale por la tarde vuelve a correr. También corre por toda la carretera hasta El Pedrero o hasta Quemaditos… No sabes lo feliz que me pongo cuando la gente me dice: “Oye, vi a tu hijo corriendo por ahí, llegando hasta no sé dónde”.
Por eso vivió con intensidad el resultado de su hijo, aunque “apenas he podido hablar con él porque las comunicaciones han sido malas, no tiene celular y depende de que otros se lo presten. Me enteré de todo porque su profesora ha llamado, pero todo el mundo ha estado pendiente y para mí todo eso es un orgullo”.
Anabel destaca, sobre todo, el amor de Fomento, “que lo quiere mucho porque es muy cariñoso y muy bueno y no porque sea mi hijo”. También la gente de la escuela especial José Antonio Echeverría. “Aunque ya no es alumno de allí, pero lo siguen como si estuviera ahí”. Mucho más Elena Rodríguez Sardiñas, metodóloga del deporte para discapacitados en el Inder. “Es su madre en el deporte, ella lo ha guiado desde los 7-8 años, lo entiende a la perfección”. Lo corrobora la propia Elena, mediadora especial para la construcción de este relato.
En Paraguay se resumió una trayectoria que suma medallas de todos los colores en Olimpiadas Especiales a nivel provincial y nacional, Marabana y cuanta competencia lo invite a correr, además de ser recurrente en la selección de los mejores del año como representante de la Ansoc.
Pero para Yoandy las medallas que acaba de lograr son el premio mayor a su perseverancia y a esa capacidad insaciable por conquistar sueños desde que una enfermedad le afectó la audición.
“A los tres años —recuerda Anabel— le dio la meningo y luego nos dimos cuenta de que fue perdiendo la audición, padece de hipoacusia moderada. Pero el deporte le ha hecho mucho bien, le hizo retomar otra fase de su existencia, le dio más luz a su vida”.
Felicitaciones para el gran campeón, los km recorridos no fueron en vano, mi respeto por su dedicación y entrega por la carrera. A sus 42 años devora las pistas por pura diversión. Disfruta el éxito q de seguro vendrán muchos más.