Aunque las gradas de los estadios permanecen casi vacías, fuera de sus muros la Serie Nacional de Béisbol calienta la atención de los seguidores. De otro modo, no se explicaría la preocupación de los espirituanos por el hecho de que sus Gallos anden con las alas caídas en este inicio de la campaña 63.
No están, como se dice, en punto rojo de alarma, sobre todo porque la contienda apenas ha cumplido 15 jornadas de su calendario regular, que no es ni su primer tercio. Pero tanto la seguidilla de derrotas eslabonada en las últimas fechas como la manera en que han caído roba el sueño a más de uno.
Y es que si no hubiesen sido suficientes las cuatro derrotas ante Villa Clara —un equipo con una de las nóminas más renovadas de la lid—, empataron la cadena de derrotas frente a Ciego de Ávila, uno que al parecer viene en esta campaña por renovar los votos que lo llevaron al título en tres ocasiones y al podio en varias oportunidades.
Para los Gallos, desde las estadísticas no son buenas las señales; tampoco lo son desde el terreno. Y lo peor de lo peor es la defensa, con un paupérrimo 947 y casi dos errores por juego, un promedio más que de escolares en este torneo que no exhibe justamente buenos guantes, con un discreto 966.
Lo más preocupante se advierte en torno a segunda y tercera bases. Transcurridos los primeros 14 juegos, entre Lázaro Fernández y Rodolexis Moreno, dos hombres con cierta carretera competitiva, sumaban casi la mitad de las pifias, a razón de siete cada uno.
Los orificios del fildeo se han hecho sentir en el pitcheo, que a sus cojeras propias, suma el impacto negativo de los guantes: de las 94 carreras permitidas, 25 han sido sucias en ese propio lapso.
De este departamento es justo reconocer los buenos desempeños del siol Liuber Gallo, con solo una pifia en una posición que se las trae para un debutante. También resulta loable lo que viene haciendo Yadiel Darío Guerra en la receptoría, una de las posiciones que más incógnitas despiertan, dada la juventud de sus integrantes; pero Guerra ha sido muy eficiente, con siete hombres capturados en intentos de robo y solo dos estafas permitidas.
Para seguir la ruta de las razones que sustentan la pésima actuación de los Gallos en la arrancada de la serie, vayamos hasta el pitcheo. Si bien la efectividad de 5.38 PCL no es de lo peor (es el sexto mejor) en un torneo donde el box ha sido castigado, con una media de 5.46 PCL, no deja de llamar la atención la cantidad de partidos terminados con carreraje, incluidos dos nocauts.
A ello se suma el hecho de que el staff yayabero permite más anotaciones de las que sus jugadores son capaces de producir, con apenas 4.7 por juego. Además de no contar con uno de los abridores preconcebidos, el zurdo Ariel Zerquera, lesionado en estos inicios, ni abridores ni relevistas han sido muy efectivos, sobre todo estos últimos con sus intermedios.
El regreso del fomentense José Eduardo Santos no ha sido el mejor en las aperturas con un 9.64 PCL que suena extraño en su historial. Tampoco han sido efectivas las salidas de dos hombres como Fernando Betanzos y José Luis Braña, que deben resolver mejor cuando los abridores explotan.
Y si las cosas no se han complicado más ha sido porque los dos paños de lágrimas: Yankiel Mauris y Yanielquis Duardo han cumplido, por lo general, su rol, al punto de que habían tenido que salvar los cinco primeros partidos ganados por los Gallos en estos inicios.
Lo de la ofensiva hay que mirarlo con varios prismas y uno de ellos es el de la productividad. Además de los 288 de promedio (décimo de la serie y por debajo del promedio de la campaña que es de 294), los bates no han sido todo lo eficaces que se necesita, sin contar la merma experimentada en los dos últimos partidos ante Villa Clara y los dos primeros con Ciego de Ávila, por ejemplo, en los que se logró anotar solo cuatro veces.
Si se analiza el promedio de 9.5 hits por encuentro es bueno; lo que preocupa es que no siempre se traducen en carreras ya que las anotadas suman, como ya apuntaba, cuatro y fracción por juego, lo que convierte a los Gallos en uno de los elencos que menos veces llegan al home. Y otro dato ilustrativo en ese sentido: de 188 corredores llevados a posición anotadora, han dejado de traer a 142.
Individualmente, la mayoría de los promedios son elevados, pero en la pelota no basta con batear, sino que se necesita ser eficiente. Y en ese sentido, el análisis estadístico ofrece un dato revelador: Liuber Gallo, el noveno bate, con apenas 244 de average es, junto a Lázaro Fernández, el que más empuja en el equipo, con 11, mientras hombres con turnos de responsabilidad en la alineación como el tercer madero, Yunier Mendoza, promedia 346 con solo una impulsada.
Como están más cerca que yo de estos datos por tener en sus filas a un sabermétrico, imagino que Lázaro Martínez y su cuerpo de dirección los miren con otros ojos a fin de encontrar variantes que hagan funcionar mejor el elenco en todos los sentidos.
Tienen a su favor el tiempo y el calendario. Lo cierto es que los Gallos terminan la semana beisbolera con un desbalance marcado entre triunfos y derrotas para ocupar los últimos puestos en la tabla de posiciones, aunque no alejados de la zona de clasificación, o sea, los primeros ocho lugares, que es al final lo que cuenta en las aspiraciones de pasar a la postemporada
Lo próximo que tienen cuando terminen ante Ciego de Ávila este fin de semana son enfrentamientos frente a Guantánamo en predios del José Antonio Huelga desde el martes hasta el domingo y luego trasladarse hasta la zona oriental para medirse con Granma.
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