En la primera oportunidad materializó un sueño: crear su propio proyecto teatral profesional. ¿El precio? Abandonar salario, arriesgarse en una poética distinta, sembrar el amor por una manifestación casi extinguida en esta tierra… A fuerza de constancia, entrega y pasión por el mundo de las tablas abrió caminos con su concepción artística. No pudo ser entonces mejor el nombre de Garabato, la obra más completa de Jose Ángel Meneses. “Llevábamos mucho tiempo esperando, aunque su antecedente está en el proyecto de aficionados Piedra Gorda, en Fomento. Entonces en la cabecera provincial solo existía Eurípides La Mata como profesional. Por tener que autofinanciarnos decidimos iniciar haciendo clown. Fuimos los primeros en eso aquí”.
Hacía poco que tiempo que Jose Meneses —como se le conoce en medio mundo— había dejado atrás su tierra natal en el lomerío fomentense. Fungía como metodólogo provincial de Teatro. Llegó allí después de cosechar buenos resultados durante su servicio social en La Sierpe. Conquistó sus sabanas con muchos sueños y el título de la Escuela Nacional de Instructores de Arte (ENIA) bajo el brazo.
“En mi regreso a Fomento me vinculé por entero al movimiento de artistas aficionados porque es un lugar muy bueno para hacer teatro. Hice muchas cosas como instructor en la Casa de Cultura hasta que vine para la ciudad del Yayabo”.
Sancti Spíritus, 1994. El Museo de Arte Colonial se convierte en escenario. La obra El basurero visibiliza el nuevo grupo, integrado además por Melba Hernández y Oneidy Valdivia
“Imagínate, pleno período especial. Recurrimos a ropas viejas. Conformamos el espectáculo con muñecos que nos habíamos encontrado del antiguo guiñol. Marcamos la fecha inicial para celebrar el 4 de agosto, pero realmente fue un fin de semana de ese mes. Así empezó una larga historia que hoy llega a 30 años”.
Obra a obra, Teatro Garabato ha desbrozado caminos y apartado malezas para subir a lo más alto del escenario espirituano. Lo confirman muchas puestas es escena, entre las que nunca podrán dejarse de mencionar Jueguipayasos, de René Fernández, Yayaberías, del propio Jose Meneses y A puntas, de Luis Orlando Antúnez, Bambino.
“Creo que la clave ha estado en la capacidad que hemos tenido de reinventarnos. Nunca me amilanan las cosas. Hace algún tiempo que el grupo no está en un buen momento, pero no hemos dejado de crear. Ha sido así siempre. Por ejemplo, en su tiempo de esplendor tuvimos actores que decidieron irse. La vida es esa. Incluso, he dicho que un día Garabato no estará porque es la ley de los ciclos de existencia; aunque he intentado que en el grupo siempre haya profesionales capacitados para asumir”.
Además de crear, Garabato ha devenido escuela, ¿no ha sido arriesgado?
“Cuando te arriesgas a formar no es para que sean tus esclavos, ni para que sean dependientes de ti toda la vida. Es como los padres, crían a los hijos, ellos crecen y se van. Nunca me he sentido mal cuando un actor ha decidido emprender otro camino. Ya suman más de 30 personas formadas aquí. Algunos siguen en el teatro; otros, no. Lo mejor es que tienen otras maneras de ver la vida”.
El hijo de Fomento, seguidor de la estética de René Fernández, uno de los responsables de que cada año se reúnan proyectos diversos en ese lomerío como parte del programa del Festival de Teatro aficionado Olga Alonso, el primero que ubicó a Sancti Spíritus en el escenario del Festival de Teatro de Camagüey, el Premio Provincial Hugo Hernández 2019… recuerda que muchas veces encontró miradas esquivas por llegar al parque Serafín Sánchez Valdivia y convencer a los muchachos desvinculados para que le acompañaran en la difícil empresa de hacer arte.
“Solo se les exigía tener duodécimo grado. Muchos se hicieron buenos actores, ganaron en disciplina laboral. El teatro además les creó responsabilidades”.
Esa labor formadora no solo se basa en el hecho de ser profesor de los futuros instructores de arte. Actualmente, suma a ocho alumnos en sus nuevos proyectos, junto a Franklin Adrián Romero y Lil Laura Castillo, los actuales integrantes de Garabato.
“Muchas personas, incluso del propio Consejo Provincial de las Artes Escénicas nos encasillan en que trabajamos para los públicos infantiles; y no. Hago teatro para la familia, desde el primer momento. Con el tiempo traté de ir mezclando el teatro de calle que hacíamos con elementos de lo espirituano, sobre un teatro que no está estudiado y lo asumo como un teatro de relaciones, que es el que hacían las comparsas, sobre todo en el Santiago. Garabato siempre ha estado más sobre la cuerda de la dramaturgia espectacular que en la del texto”.
Puertas afuera de las salas, se califica a Jose como un director exigente, fuerte de carácter. ¿Personaje o personalidad?
“Eso tiene que ver con las personalidades y me la he educado (deja escapar su típica carcajada). El tiempo te enseña. Pero hay directores más exigentes. Creo que tiene que ver con las formas. Si después de exigir pones tu mano sobre el hombro, das una frase de aliento o de cariño, la cosa cambia. Creo que lo he entendido y estoy logrando mucho más ahora con los alumnos. Trabajar hoy con jóvenes es muy difícil, pero ellos me han enseñado”.
De Fomento al mismísimo corazón de Jesús María. Ahí, más que un hogar, ha encontrado sus públicos más fieles y ha fortalecido su fe en los orishas que lo guían. De ensayos y presentaciones en donde hubiese espacio, Jose y Garabato se refugian desde 2016 en una sede, casi de lujo, el Centro para las Artes Serafín Sánchez Valdivia.
Informalmente, ha anunciado una retirada de la escena. ¿Hay certeza de que pronto encontraremos a Jose en el lunetario y no detrás del telón?
“No creo que mientras esté vivo se me pueda ver en otro lugar que no sea detrás del telón, aunque no esté en Garabato. Lo que hemos valorado es que Franklin asuma la dirección general y yo lo acompañe en la artística. Tengo una deuda con el Teatro Principal, el cual dirijo, al igual que la programación del Serapio Café, que no quiero dejar otra vez a mitad de camino. De esa forma, tendré otras posibilidades en el mundo de la creación”.
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