Hay imágenes muy cotidianas, tan cotidianas de la que no escapan el hogar, la familia, el barrio, que parecen eternizarse en el año, pero su esencia también precisa de unas vacaciones.
Y así sucede con el curso escolar, ese período donde todo se dinamiza, se multiplican los quehaceres de mamá, papá, abuelos, tíos, niños, adolescentes; pero ya llega la hora de un receso.
Con estas imágenes van los últimos compases del período docente.
Los libros volverán a los almacenes para la continuidad en septiembre; los uniformes también regresarán a las perchas y los padres comenzarán a extrañar ese ajetreo que matiza cada amanecer.
Las calles sentirán que algo les falta y las escuelas volverán al silencio, a la quietud. Los docentes hacen los últimos apuntes en los registros.
Y los estudiantes, desde ya, sin deshacerse de todos los atuendos que desde hace meses les acompañan, comienzan a dibujar los sueños del verano.
Es como un adiós a las aulas, o mejor, un hasta pronto.
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