Ni siquiera el derrame de crudo ocurrido días después del descarrilamiento, que activó las alarmas ambientales en Sancti Spíritus cuando apenas faltaba un inning para reanudar el paso por la Línea Central, demerita la obra laboral desplegada en la reconstrucción de casi 300 metros de vía dañados por el accidente ferroviario ocurrido el sábado 13 de abril, próximo a Siguaney.
Tal vez no le pongan el traje de hazaña y a muchos les parezca un trabajo similar al que acostumbran a realizar las brigadas que se pasan el año arriba de los rieles. Sin embargo, recuperar ese tramo se volvió una obra titánica para esos hombres que, luego de laborar días y noches en función de reconstruir la vía, regresaron a sus casas con las huellas del trabajo y el agotamiento incrustados en sus rostros.
En una infraestructura bordeada por taludes altos, incluido un puente de 60 metros de longitud y 20 de altura, parecían una colmena trepados sobre los rieles y las traviesas partidas; parecían artistas del circo cuando caminaban por encima del balastro sin perder el equilibrio; un verdadero enjambre de trabajadores curtidos por el trabajo rudo, el sol y el sereno.
Eran más de 60 integrantes de las brigadas de Vías y Puentes de Jarahueca, Remate y Venegas, de los pelotones de Guayos y Sancti Spíritus del Ejercito Juvenil del Trabajo, también había fuerza obrera y especializada de otras instancias del ferrocarril en la provincia y el país; todos ocupados, sin mirar día ni hora, en reconstruir ese tramo del kilómetro 364.2, donde se concentraron los principales daños al descarrilarse dos de las cisternas de un tren que transportaba petróleo hacia la Refinería Sergio Soto, de Cabaiguán.
Llegaron como si fueran los bomberos del Ferrocarril, apurados por la urgencia del suceso; cargando picos, gatos, palas, barretas…; arropados como si fueran a la Antártida, cuando en realidad iban a una batalla contra el sol. Fueron a un terreno que se saben de memoria, porque, unos más, otros menos, pasan semanas, meses, años, la vida entera, entre los rieles.
Trabajadores muy abnegados e incansables, expresó a Escambray en unos de esos días, Carlos Martínez Rodríguez, director en funciones de la Empresa de Construcciones de Vías Férreas, radicada en Placetas, Villa Clara. “La tarea fue bien fuerte, hubo que sustituir la totalidad de las traviesas, más de 400, en condiciones muy difíciles; en otros accidentes en que hemos estado siempre quedan traviesas y eso permite avanzar más rápido; en este caso, el daño fue muy grande, por eso la reposición llevó más tiempo”.
Solo ellos resisten tanta intensidad de trabajo, tal baño de sol, hasta alimentarse en horarios trocados por la contingencia, almuerzos a media tarde, comidas al borde de la madrugada; pero allí estuvieron, sobre la vía, el balastro y los inclinados taludes; siempre tratando de exprimir los rayos del sol; ya de noche, cuando el cansancio marchitaba el avance, “soltábamos para ir un ratico a las casas, casi cuando me estaba acostando sonaba el despertador…”, decía por esos días Israel Pis, el veterano timonel de la brigada de Jarahueca.
Después de las labores combinadas de muchas fuerzas, con el concurso de medios especializados y hacer casi nuevo ese pedazo de vía férrea; luego de la compleja maniobra para rescatar el combustible contenido en las cisternas volcadas, aún sin conocerse la causa del accidente, y controlado el derrame de crudo, ocurrido a varios días del suceso, el kilómetro 364.2 de la Línea Central volvió a dar paso a la circulación nacional, por el momento bajo precauciones de velocidad.
Una medalla para esos hombres es lo que necesitan y estimularlos con una buena jaba de comida para que no haya necesidades en sus casas.
Pero sigo diciendo que donde están los medios especializados para esas contingencias, tramos de vías ya hechos almacenados para estos casos que sean para cambiar rapido, las gruas para ese trabajo, eso antes yo las veia pasar, caballeros estamos en 2024 y seguimos todo a trabajo manual, asi no se avanza.
He estado al tanto de la HOMBRADA de los trabajadores de vías y puentes y de los combatientes del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) que lograron, en tiempo récord en duras faenas, restablecer el tramo de unos 300 metros del ferrocarril nacional, a la altura de Siguaney y, coincido en que esos trabajadores merecen el reconocimiento del pueblo y de las autoridades de la provincia. El mío está en estas líneas.