Calles, plazas públicas y esquinas impresionaban por su pulcritud. Las memorias populares de Cabaiguán dan fe de un pasado donde prevalecía la higiene comunal, ahora colmada de manchas.
En la medida en que la población creció, lo hizo el nivel de desechos sólidos y se han extendido los microvertederos, oficiales o a la cañona, en las cuadras.
Los mismos medios automotores con décadas de explotación han lidiado con tamaña suciedad. Solo en el mes, Cabaiguán acumula un promedio superior a los 2 400 metros cúbicos de basura. .
Los achaques técnicos del parque de equipos, un camión pendiente a retomar el ruedo y cuatro carretas, dos de ellas arrendadas en Guayos, deciden en la inestabilidad del ciclo de recogida.
“Tenemos una situación crítica con los neumáticos para las carretas, insumos de muy mala calidad. Hace alrededor de cinco meses recibimos gomas nuevas para los tractores, pero al permanecer colapsado el acceso de entrada al vertedero se compromete la vida útil de los neumáticos. Planificamos la limpieza del lugar radicado en Punta de Diamante, acciones postergadas por los contratiempos que enfrenta el país”, refiere Darián Acosta García, director de la Unidad Presupuestada de Servicios Comunales en la demarcación.
Pesan, además, la sed de combustibles y las subjetividades. “A diario nos asignan 60 litros, cifra que respalda el funcionamiento de tres equipos. Ello permite dar uno o dos viajes en la jornada, sin contar que los ponches en los neumáticos paralizan la faena”, agregó.
En comparación con el resto de los territorios de la provincia, que reciben menos de la mitad del volumen de carburantes entregado a Cabaiguán, aquí gozan de cierto privilegio para barrer lo sucio. Los litros por encima obedecen a las altas cifras de residuos sólidos recolectados, índices que sobrepasan a los de otros municipios espirituanos.
En días de gloria, cuando de madrugada o en pleno día vuelan los sacos de basura de puerta en puerta, quienes van a bordo de las carretas remendadas vuelven a lidiar con los malos olores.
La semana anterior, un perro atropellado en las cercanías del parque infantil Serafín Sánchez, obligó a los vecinos y transeúntes a cambiar de acera en la céntrica avenida y aguantar la respiración, mientras caminaban el reloj y la descomposición del animal.
Las complejidades del escenario preocupan y ocupan a la instancia que a partir de enero debutará como empresa estatal socialista. En una de las recientes jornadas de saneamiento intensivo, tarea que requirió del apoyo de fuerzas de otros organismos del municipio y la provincia, se acopiaron más de 200 metros cúbicos de desperdicios.
Los cursos superficiales sintieron la potencia de la movilización. Una vez más las manos solidarias y los equipos pesados dieron la espalda a los alrededores de sitios devenidos en microvertederos, hasta dejarlos irreconocibles, una marea de desechos arrasó con la limpieza.
¿Dónde verter los desechos? En los planes de la entidad se prevé la ejecución de un supiadero rústico de grandes proporciones y apto para la entrada de los equipos recolectores en los predios de la Plaza de la Revolución. En el reparto Silverio Blanco, otro lugar proclive a la alta concentración de inmundicias al cercar a los edificios multifamiliares montañas de basura, pretende situarse un camión-cesto procedente de Trinidad.
“Nuestras tripulaciones no tienen la responsabilidad de cargar escombros ni ramas de árboles. Nada que supere las 40 libras. En caso de la poda de plantas, el cliente deberá contactarnos previamente para si existiera disponibilidad de los medios, prestar ese servicio”, aclaró el directivo.
Las fetideces e indisciplinas sociales en auge sepultan la imagen de la localidad. Que en los registros de la Dirección Integral de Supervisión consten siete multas impuestas durante la primera quincena de noviembre, dejan sin consuelo hasta al propio artículo 18 del Decreto Ley 272 del 20 de febrero del 2001, referente a la higiene comunal.
Con la suciedad a tope y el mosquito Aedes aegypti arreciando a todo tren, la falta de rigor en las medidas impuestas a los infractores no resuelve las ilegalidades.
Las desobediencias ciudadanas apenas ilustran lo dispuesto en los diferentes incisos que dan cuerpo a la norma, engavetada, y a la que urge mirar con detenimiento con tal de actualizarla.
Considere que únicamente las cuantías aplicadas en Cabaiguán en esa fecha por los quebrantamientos descritos fueron de 100 pesos, un valor simbólico en tiempos de tarifas galácticas.
Puestos los pies en el universo terrenal, llama la atención que las multas relacionadas en el mes corriente recaen en las personas naturales. El sector supera con creces las razones para cargar con las mayores culpas; mas las instancias estatales y privadas tienen una cuota de irresponsabilidad inadvertida por los supervisores de la Dirección Integral de Supervisión y otras juntas de inspección.
Enyerbamientos en zonas pertenecientes a su administración o negocios, envases y mercancías en deterioro arrojados a las aceras y la salvación para animales callejeros; fugas de agua y espacios interiores que pueden convertirse en focos contaminantes les endilgan el cartel de potreros. Por respeto a la salud colectiva y a la memoria de este municipio, en el pasado un espejo donde podía mirarse la higiene comunal, vale aplacar uno de los lamentos de Cabaiguán.
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