“Es increíble, empecé con 21 años y ya voy en 62”. Daniel Roberto Castro Mesa ha desandado los bosques del municipio de Cabaiguán durante más de cuatro décadas, brindándole protección a esos recursos naturales, como miembro del Cuerpo de Guardabosques del Ministerio del Interior en la provincia de Sancti Spíritus.
En el marco de la Jornada por el Aniversario 65 de dicha institución, una a una, este hombre que ora habla en serio y ora te suelta una de las travesuras de guajiros al fin, que también forman parte de las vivencias compartidas durante 20 años con su primer compañero, Ramón Pérez Quiñones, fallecido hace dos décadas, o los días y las noches de operativos vividos con el hijo de este, Yordany Pérez Valdés, en los últimos 20 años, siempre trabajando en pareja.
¿Dónde y cómo transcurrieron los primeros años de tu vida?
Yo soy nativo de Neiva, en Cabaiguán. Desde primero a sexto grado estudié en la escuela primaria de esa comunidad, después estuve en la Secundaria Provisional Saltadero, hice el noveno grado en la Augusto César Sandino de La Campana, y de ahí me fui a estudiar técnico medio en zootecnia en Pino Tres, en la provincia de Camagüey. Al año y medio de estar allá me trasladé para Villa Clara, porque me quedaba muy lejos para el transporte, y me gradué de técnico medio en zootecnia en 1981, en la escuela que le decían Los Toritos.
Pero en el 82 me movilizan para el Servicio Militar Activo y cumplí misión internacionalista en Angola. Allá estuve 28 meses, todo fue muy rápido, y a mi regreso en febrero del 84, en marzo ingresé en el Cuerpo de Guardabosques, que cuando aquello se le llamaba Guardia Forestal. Parece que fue ayer, pero ya llevo 40 años en este trabajo, toda mi vida laboral ha sido esta. Los primeros años pertenecía a la Empresa Forestal y la mayor parte del tiempo he continuado en esta institución del Minint. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz creó este sistema en 1959 para proteger el bosque, la fauna y el medio ambiente y a esto he dedicado toda mi vida, porque él decía que cuidar el bosque es cuidar vidas.
¿Puedes contar algunas vivencias de tu estancia en el Cuerpo de Guardabosques?
Yo tuve un compañero durante 20 años, se llamaba Ramón Pérez Quiñones, de Las Minas, pero se enfermó del páncreas y antes de su fallecimiento, contratamos a su hijo Yordany Pérez Valdés, que lo relevó, y la nuestra es una historia muy linda. Primero el padre me acogió a mí y me transmitió sus conocimientos y después me tocó a mí enseñar lo aprendido a su hijo, porque un miembro del Cuerpo de Guardabosques necesita conocimientos para aplicar la legislación que nos permite proteger los recursos naturales que constituyen nuestra misión principal. Si vas a decomisar una madera producto del enfrentamiento a una tala ilegal, tienes que saber calcular los pies cúbicos utilizables de los árboles talados para reflejarlo en el informe, o si vas a ponerle una multa a un ciudadano por violación de medidas de protección contra incendio del bosque, debes tener dominio del Reglamento de la Ley Forestal, y Yordany hoy me enseña cosas a mí, porque los jóvenes son muy estudiosos.
Es decir, que ha sido una coincidencia muy grande que haya estado con el padre 20 años y con el hijo 20 años también, siempre en pareja atendiendo los bosques de Cabaiguán en el área forestal de Las Minas-Pedro Barba-Potrerillo, Carrillo, Remate de Ariosa- Neyva-Jíquima, unas sabanas donde la Empresa Forestal construyó un bosque en 1972.
Recién estrenado yo, Ramón me enseñó cómo hacer un control ecológico, para detectar dónde había bibijaguas, árboles enfermos, las especies de madera que yo no conocía me las enseñó, cómo medir madera con la fórmula alemana, que es la que utilizamos nosotros. Él fue mi primer maestro, yo apenas tenía 21 años y él tenía 24, pero llevaba tres años de guardabosque. Él se enfermó y unos 15 días antes de morirse ya el hijo estaba trabajando conmigo. Me llamó y me dijo: “Yo me voy a ir, ahí te lo dejo, cuídalo”.
Y yo no he sido como su papá, pero ya su relevo lleva conmigo 20 años. He tratado de inculcarle mis métodos y enseñanzas; él también me ha enseñado cosas a mí, porque los maestros reciben también a veces conocimientos que los alumnos adquieren por otras vías. Hemos sido también una buena pareja, siempre a caballo, porque en los bosques no se puede andar a pie, son terrenos abruptos muchas veces y necesitas inspeccionar todos los días decenas de kilómetros de áreas forestales. En nuestro caso atendemos más de 3 500 hectáreas de bosques, que no están compactas y recorremos también las bases productivas agropecuarias.
Ramón fue un guardabosque especial, con un trato exquisito, todo el mundo lo quería porque era una buena persona, pero a la vez no se dejaba chantajear por nadie. A la hora de actuar contra un violador, lo hacía con profesionalidad, cortesía y total apego a la ley. El hijo y yo tratamos de ser fieles a ese ejemplo que nos dejó. Él también fue combatiente internacionalista en Etiopía, un hombre íntegro.
DE VIOLACIONES Y VIOLADORES
Siempre existen personas indisciplinadas. Recuerdo la vez que sorprendimos a un hombre con un tractor y una sierra criolla aserrando madera en el monte y le decomisamos los equipos. Ramón y yo hicimos muchos operativos juntos, noches enteras velando en los montes a la gente que cortaba la madera clandestinamente o cuando la transportaban, los deteníamos y procedíamos contra los violadores. Así nos fuimos un sábado por la noche y nos ocultamos en un bosque y al amanecer del domingo detuvimos a unos hombres que habían derribado decenas de árboles con hacha. Con la fauna las violaciones se han multiplicado en los últimos tiempos, con la caza y venta de especies como el azulejo, la mariposa, el negrito, el catey, la cotorra, el tomeguín del pinar. Casi todas estas aves son migratorias que vienen a nuestros bosques del trópico a procrear y han adquirido un valor tremendo y los cazadores furtivos lo hacen precisamente con fines de lucro. Yo no estoy en contra de las mascotas, pero sí soy exigente contra los que pretenden convertir esta actividad ilícita en un modo de vida lucrativo, con esos soy implacable. Nosotros hemos detectado casas-almacenes con 800 aves para vender en el mercado clandestino. Hay especies que nuestros nietos no las van a conocer porque se van a extinguir y es preciso divulgar ese crimen. El sinsonte, por ejemplo, es de difícil adaptación, la mayoría de los pichones se mueren porque no resisten el cautiverio y tener un sinsonte preso, con su canto tan bello, es criminal.
También persiste la caza ilícita de la jutía y en menor medida del venado, que se adapta a vivir en un área específica. Lo que más daño le hace a esta última especie son los incendios: se ven obligados a emigrar y muchos mueren de tristeza. La causa principal de los incendios forestales está en el hombre; en cazadores y pescadores que hacen fogata en las colindancias y no eliminan totalmente las brasas cuando se retiran, se aviva el fuego con el aire y pasa al bosque. O agricultores que realizan quemas sin las medidas de protección y el fuego se pasa al bosque también. Los incendios son evitables porque el 97 por ciento son provocados por negligencias, porque los únicos incendios por causas naturales son los provocados por rayos eléctricos, que son muy escasos o por volcanes, que no existen en Cuba. El que quema un bosque está quemando vida, porque donde hay un ecosistema forestal existe una relación armónica entre las plantas, los animales y los microorganismos. Cuando usted quema eso, mata la vida.
EL LLAMADO DEL BOSQUE 65 AÑOS DESPUÉS
Es ahora el joven Yordany quien precisa: “El árbol produce y purifica el oxígeno, le da refugio a la fauna y le sirve de nido, le proporciona alimento, todo tiene una relación, y los microorganismos ayudan a que el suelo se mantenga fértil y el árbol se desarrolle, y cuando eso se quema, ahí no queda nada.
Al igual que le ocurrió a Roberto con mi papá, en los 20 años que llevamos juntos trabajando en dúo, hemos acumulado mucha experiencia y vivencias que podrían llenar varias páginas de un periódico. Todo lo que vamos a hacer lo colegiamos, de él he aprendido casi todo lo que sé. Yo catalogo de muy positiva nuestra labor de protección del bosque. Dedicamos mucho tiempo a la etapa preventiva, que se inicia en noviembre, previo al periodo seco. Realizamos charlas y conversatorios, interactuamos directamente con los tenentes del patrimonio forestal y residentes en las colindancias de los bosques, realizamos intervenciones por la emisora municipal, preparamos a los campesinos y trabajadores de las UBPC, controlamos y certificamos la construcción de trochas para evitar la propagación del fuego. Nosotros avalamos y aprobamos o exigimos nuevas acciones en los planes contra incendio de las entidades agropecuarias; para aprobarlos, certificamos los trabajos que el presupuesto del Estado financia, como son las trochas cortafuego. Al igual que Roberto atiende la formación vocacional en la escuela de Jíquima, yo tengo un círculo de interés en la escuela de Las Minas Abajo, donde vivo; allí inculco a los niños el amor y el cuidado de la naturaleza, que es nuestra madre, y la protección del bosque, la flora y la fauna. Ese es el llamado que le hago a la más joven generación a 65 años de creado el Cuerpo de Guardabosques.
Antes de finalizar la conversación ponga ahí que Roberto y yo somos delegados del Poder Popular también. Yo de la circunscripción 38 y Roberto de la 91, ambas del Consejo Popular de Jíquima de Peláez. Allí también nos sentimos útiles.
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