Hay seres humanos que vienen al mundo para esparcir luz. Como en lo alto de un mirador, señorean la ruta a golpe de entrega, compromiso y responsabilidad. Tal es el caso de Isbel Camacho Martín, educador de pura cepa, un muchacho alegre, intrépido en el andar, cuya mayor obra ha sido apostar por la enseñanza de las futuras generaciones.
El impulso lo tuvo desde bien pequeño, justo en las aulas de sus primeros maestros Enma Perdomo Carrasco, Clara Camacho Pérez, Olga Pino, y Aníbal Cárdenas. No olvida ni uno solo de aquellos pedagogos que le enseñaron las letras y los números. Fue, quizás, el buen ejemplo de estas personas, el empuje que necesitó aquel niño para decidir, años más tarde, la ruta del magisterio.
“Al terminar el noveno grado en la ESBEC Mártires de Granada, de Venegas, opté por el IPUEC Elcire Pérez, del municipio de Cabaiguán. Allí cursé el décimo y onceno grados, mientras que el duodécimo lo hice en el Instituto Superior Pedagógico Capitán Silverio Blanco Núñez, donde también recibí el curso emergente para maestros primarios. Tras concluir estos estudios, estuve dentro de los 10 mejores graduados de la provincia en el curso escolar 2002-2003”, detalla Isbel con la exactitud de quien no olvida los pasos iniciales.
Una vez egresado, con aquellos conocimientos de academia que solo se oxigenarían en la práctica, tocó a las puertas de la Escuela Primaria Rafael Trejo González, de Perea, esa comunidad que cierra las puertas del municipio Yaguajay en los límites con la hermana provincia de Ciego de Ávila.
Allí, en ese plantel de su localidad natal, se paró por vez primera delante de un aula. Solo traía consigo saberes, y una voluntad expresa de guiar el aprendizaje de los más pequeños de casa. Desde ese entonces y hasta los días de hoy no ha hecho más que encumbrar al centro educativo del norte espirituano.
En los comienzos se encargó de impartir clases a los alumnos de cuarto grado hasta sexto y, luego, se concentró solo en este último. Mas, con el paso del tiempo puso a prueba sus competencias y el amor por una profesión que mucho sabe de sacrificio. Quizás por ello, fue elegido para tomar las riendas de la instalación.
“En septiembre del 2007 ocupé el cargo de director, siendo todavía maestro en formación. Era reserva especial pedagógica y por necesidades de la escuela asumí la responsabilidad, lo cual implicó grandes retos”, destaca Camacho Martín.
Cerca de 17 años suma Isbel al frente de la Rafael Trejo y de otros planteles de comunidades aledañas. Su misión como director zonal apretó su rutina. Sus días despiertan más temprano que de costumbre y en ellos no hay espacio para postergar tareas. En cada recinto de la escuela de Perea lo más urgente es elevar la calidad de la docencia.
“Para impulsar un proceso educativo de calidad lo primero que hay que lograr es la preparación de los docentes a través de las actividades del plan metodológico, fundamental para garantizar la calidad de la clase en cada una de las asignaturas del currículo, además de recurrir a estrategias para elevar la calidad del aprendizaje en grados como tercero y sexto, e implementar los programas del Tercer Perfeccionamiento Educacional en primer, segundo, cuarto y quinto grados.
“Me gusta llegar temprano a la escuela y ser el último en irme. Además, estoy pendiente de cada proceso que se desarrolla en el centro, y en el resto de las instituciones que atiendo en la zona. Cumplo con todas las tareas en la escuela y a nivel municipal.
“Me considero un director exigente. Para dirigir hay que ser ejemplo, ser responsable, tener sentido de pertenencia por la escuela, respetar a niños, trabajadores, y familias, así como lograr la unidad de todo el colectivo. Para que las cosas salgan bien hay que ser ejemplo en cada tarea, delegar responsabilidades a cada uno de mis subordinados, controlar, chequear el trabajo diario, persuadir y trabajar. Les pongo el alma y el corazón a mis escuelas”, refiere el educador.
A casi 40 kilómetros de la cabecera municipal se encuentra la escuela Rafael Trejo. Allí, en pleno corazón de Perea, dicha instalación sigue fiel a la arquitectura de su año de fundación, 1996. Desde ese entonces lanza lecciones por doquier y muestra una satisfacción inmensa por educar. Detrás de cada logro del plantel está el desvelo de Isbel.
“Continuaremos cada día aportando a la formación de las nuevas generaciones. Es un orgullo que muchas de las experiencias surgidas en nuestra escuela hayan sido generalizadas en las demás instituciones educativas del municipio”, acota el directivo.
Con estas armas, hechas a base de constancia y entrega, ha puesto el nombre de la Escuela Primaria Rafael Trejo y del resto de lols centros educativos rurales de la zona en un lugar cimero de la educación yaguajayense.
“Trabajo sin descanso, al igual que mi colectivo. Juntos hemos transformado cada espacio para bien de alumnos, trabajadores, padres y comunidad. La escuela Rafael Trejo significa todo para mí. Es prácticamente mi casa, el lugar donde paso la mayor parte del día, donde respiro y comparto con mis alumnos, docentes, familias y personas del lugar.
“El magisterio, por su parte, es lo más importante en la sociedad. Es la profesión que escogí, que amo, admiro, y defiendo día a día en el trabajo constante y sistemático. Siempre seré maestro”, confiesa Isbel.
Con 41 años de edad, atesora incontables lauros dentro del gremio educacional, entre los que descuellan Distinción por la Educación Cubana, la Distinción Rafael María de Mendive, el Premio Municipal a Mejor Maestro Investigador, Reconocimiento Especial del Ministerio de Educación y Maestro por la Patria, entre otros méritos alcanzados en el Evento Internacional Pedagogía 2019 y en el nacional del sector rural.
Y aunque cada una de estas condiciones premia su consagración, para él no hay mayor regocijo que encumbrar el aprendizaje. Quizás por ello, este muchacho alegre, y emprendedor de Perea ya tiene un lugar exclusivo dentro del sector educacional yaguajayense. Basta decir Isbel Camacho Martín para apreciar el ejemplo de una vida entera dedicada al noble oficio de enseñar.
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