En la rica tradición poética cubana, destacan una notable cantidad de poetas con valiosos poemas de amor; José María Heredia, Julián del Casal, Nicolás Guillén, Dulce María Loynaz, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carilda Oliver, Emilio Ballagas, José Ángel Buesa y otros muchos poseen obras de indudable valor. Sin embargo, si me viera en la necesidad de seleccionar solo tres poemas de temática amorosa que estuvieran representados por un único autor, no dudaría en escoger los de José Martí. La profundidad y sensibilidad del Maestro lo convierten en un referente indiscutible en el ámbito de la poesía cubana de amor.
Obvio que en muchos autores —incluso autores contemporáneos de la isla— hay poemas que merecen formar parte de cualquier antología que reúna lo mejor de la poesía amatoria en cualquier parte del mundo. Sin embargo, pienso, es innegable que hay tres poemas de José Martí que poseen un atractivo especial, ya que, incluso siendo poemas para adultos, uno de ellos es recitado por los niños, lo cual lo hace apto para cualquier edad.
Pero, ¿cuáles son esos tres poemas de amor? Si respondemos que el nueve, el diez y el cuarenta y tres, de los Versos Sencillos, quizás muy pocos los identifican. Pero si decimos que “el de la niña de Guatemala” y “el de la bailarina española”, enseguida todo un pueblo los reconoce. El otro –el cuarenta y tres– es quizás menos compartido, aunque posee excelentes versiones musicales como las de Amaury Pérez y Aceituna sin hueso: “Mucho, señora, te diera / por desenredar el nudo / de tu roja cabellera / sobre tu cuello desnudo…”.
El poema sobre la niña de Guatemala —el nueve de los Versos Sencillos— narra la trágica historia de María García Granados, a quien conoció Martí en su juventud, allá por el mes de abril del año 1877. Ella tenía 16 años, aunque algunos historiadores la sitúan con 20. El poeta tenía 24. La historia la conocemos bien. Es un poema compuesto por 36 versos agrupados en 12 estrofas donde lo narrativo y lo lírico se fusionan para revelar una historia que ya, desde sus inicios, es bien triste: quiero a la sombra de un ala contar este cuento en flor… Luego, Martí describe todo el recorrido hacia el sepelio de la joven, utilizando varios recursos estilísticos con el objetivo de provocar en los lectores una experiencia vivencial del suceso. Nunca deja de sorprenderme que Martí escribió este poema en 1891 —¡14 años después de conocer a la niña!— cuando el poeta publicó en Nueva York sus Versos Sencillos. Encontramos en el poema lo que quizás puede ser una mezcla de arrepentimiento y dolor: “era su frente la frente que más he amado en la vida”. Pienso que, si se van a tomar tres poemas de amor cubanos, este, sin dudas, no puede faltar.
El otro poema, el diez, hace referencia a la bailarina española. ¿Quién era la bailarina que llegó, soberbia y pálida, a asombrar el corazón de un poeta exiliado? Algunos investigadores señalan que el poema está dedicado a Carolina Otero; otras investigaciones evidencian que fue Carmencita Dauset Moreno. Más allá de la musa, y aun cuando no es un poema que como el anterior narra una historia de amor, sí es el amor —por el baile, por la belleza, e incluso por la patria— lo que sostiene al texto. El poema —inspirado en 1890— es una magistral descripción de la bailarina española, con la utilización de varios recursos literarios que se muestran con la delineación de quien asiste al cine. Quizás, la poesía cubana de amor no posea júbilo tan alto como el de estos versos:
…Ya llega la bailarinasoberbia y pálida llega ¿Cómo dicen que es gallega? Pues, dicen mal, es divina…
Escrito en versos octosílabos, con 13 estrofas de cuatro versos cada una, no solo hace una descripción precisa de la bailarina, sino que, como telón de fondo, exhibe una de las muestras de amor y de respeto más grandes hacia Cuba:
Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.
El tercer poema revela toda la fibra del erotismo martiano. El deseo, la sed, el descubrimiento y otra vez la belleza se hacen presente en esos versos:
Mucho, señora, daría
Por tender sobre tu espalda
Tu cabellera bravía,
Tu cabellera de gualda:
Despacio la tendería,
Callado la besaría.
Puede ser este uno de los poemas más reveladores del erotismo en la poesía de Martí, un texto en donde se mezclan el deseo, la ansiedad y la posesión, con versos donde se dan cita, además, toda la delicadeza y el refinamiento martianos.
Es innegable que José Martí ha dejado un legado imborrable en la poesía cubana. Pienso que ningún otro autor de la isla posee tres poemas de amor que hayan calado tan hondo en nuestros lectores. En conmemoración del 171 aniversario de su nacimiento, es pertinente recordar su legado a través de estos tres pilares de la poesía amorosa cubana.
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