Nacido libre desde un vientre esclavo, gracias al sacrificio y la voluntad de sus padres, Juan Gualberto Gómez vino al mundo el 12 de julio de 1854 en el ingenio Vellocino, de Matanzas, a todas luces con la determinación inalienable de luchar por la emancipación de su país y la de sus hermanos sometidos al oprobio y gran pena del mundo.
Por eso y más dejó una huella indeleble en la historia cubana.
En su relevante contribución se distingue una participación militante en la última campaña por la independencia, gestada por José Martí desde el exilio, cuando Juan Gualberto se convirtió en el hombre de confianza encargado de alistar la Guerra Necesaria, iniciada el 24 de febrero de 1895, dentro de la colonial isla de Cuba.
Ello da muestra de su capacidad y disposición de combate, a la vez que evidencia la gran confianza y aprecio depositados en él por el Héroe Nacional cubano, algo que Juan Gualberto nunca defraudó, incluso cuando los planes y las circunstancias se volvieron demasiado adversos.
Siguiendo el hilo temporal de este breve relato, volvemos a los días cercanos a sus natales. Entonces pudo gozar de los beneficios de la persona humanitaria que fuera la patrona de sus progenitores, una señora que sintió gran cariño por el pequeño hasta el punto de sustentarle estudios, primero en territorio matancero y luego llevarlo consigo a vivir en la capital, donde se encargó de que el infante siguiera instruyéndose en los colegios accesibles a los de piel negra.
Cuando la opulenta familia que le sirvió de mecenas parte a París en 1869, luego del inicio de la primera Guerra de Independencia en 1868, se lo lleva a vivir con ellos y le dan una oportunidad que el jovencito aprovechó muy bien, en la medida de sus posibilidades.
Allá, tanto la suerte como su propio empeño, le permitieron cursar estudios académicos nocturnos que alternaba con el aprendizaje del oficio de carruajería, de día, por lo cual pudo forjarse con gran tesón una cultura sólida, principista, que bebía de las mejores y más elevadas fuentes universales.
De regreso a su Isla en 1878, coincide con José Martí en un viaje que el futuro Apóstol de la independencia cubana hacía de incógnito, pues vivía en el extranjero como desterrado.
Dos seres brillantes y puros como ellos sintieron mutua afinidad que ganó rápidamente fuerza en la medida en que se explayaba en los resortes de la política, los principios y el patriotismo, muy coincidentes en cada uno, a pesar de sus individualidades.
Se conocieron en aquel tiempo amargo del fin de la Guerra de los Diez Años con el innoble Pacto del Zanjón, al que se opusieron patriotas de la talla de Antonio Maceo y muchos seguidores, mediante la Protesta de Baraguá.
Al siguiente año Juan Gualberto fue deportado a España al descubrirse sus vínculos con los conspiradores de la Guerra Chiquita y no pudo regresar hasta 1890. Luego, estrechó sus lazos con el Maestro, quien desde fuera de fronteras, organizaba tesoneramente y con esfuerzos casi sobrehumanos la campaña libertaria final, con vistas a la independencia definitiva y otros fines estratégicos magnos, todavía desconocidos, como hoy se sabe y luego se reveló en Dos Ríos.
La responsabilidad dada a Juan Gualberto Gómez dentro del país era muy importante y difícil y pese a la voluntad de él y de otros valiosos patriotas, el alzamiento del 24 de febrero de 1895 en Matanzas resultó un fracaso. No así en el Oriente, donde operaba con sus últimas fuerzas físicas el grande Guillermón Moncada, fallecido por tuberculosis a los pocos días del inicio.
Para colmo, Juan Gualberto vuelve a caer prisionero y lo deportan a Francia.
Al terminar la dominación española de manera tan infausta para Cuba en 1898, pasó a Estados Unidos, donde cooperó con el Partido Revolucionario Cubano y en ese mismo año regresó a la Patria de manera definitiva.
En esa época triste en que la intervención estadounidense da al traste con la independencia cubana, su prestigio innegable hizo que lo eligieran delegado a la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana, abierta el 24 de octubre de 1898.
Metido de lleno en acciones y reclamos en 1900 resultó electo delegado, por Oriente, a la Asamblea Constituyente, en la cual combatió a la Enmienda Platt.
Patriota de ley, luchador de causas justas, completa la descollante hoja de servicios de Juan Gualberto Gómez un trabajo nada menor dentro del periodismo cubano. Una obra de la cual los profesionales del gremio hoy se sienten deudores y deben buscar más como fuente de conocimiento e inspiración.
Diremos sucintamente que el periodista Juan Gualberto Gómez supo darle lugar preferencial a su profesión, para cumplirlo de manera militante, valiente y profunda, invirtiendo en ello todas las armas que su vasta cultura le había dado. También era conocido como afilado y culto orador político.
Murió en La Habana el 5 de marzo de 1933, forjado no solo como combatiente por la libertad de la Patria, sino también como periodista agudo y en especial defensor de los derechos de negros y mestizos.
En su accionar incansable intentando que se fundara una república digna del sueño y de la sangre derramada por los compatriotas, con una constitución respetable, no lograda entonces por la intervención foránea, Juan Gualberto demostró la hidalguía de su antimperialismo y su posición vertical contra las manifestaciones de anexionismo.
Siempre estuvo en sintonía con el Maestro, quien fue su amigo, guía, ejemplo a seguir.
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