Kamala o Trump: Las razones que darían el triunfo a uno u otro candidato

Los resultados de las elecciones no se conocerán este mismo martes, aunque Trump las dé por ganadas desde antes. Estas son las razones que apuntalan a cada candidato

Este martes 5 de noviembre ha sido calificado como una jornada electoral histórica en Estados Unidos. (Foto: NYT)

Aún no conocemos el resultado, pero sí la estrategia de la vicepresidenta y del expresidente norteamericanos. Esto es lo que dirán los analistas sobre el ganador de las elecciones de Estados Unidos que han paralizado el panorama político internacional esta semana.

Si Kamala Harris gana, estas serían las razones

Esta siempre fue una contienda difícil para la vicepresidenta Kamala Harris. Empezó tarde y compitió contra un duro oponente en un entorno sombrío. Se enfrentó a un electorado hambriento de cambio, disgustado con la dirección del país y la economía. Si gana, podrá atribuírselo a un puñado de factores que la ayudaron a luchar contra esos vientos en contra y derrotar al expresidente Donald Trump.

La apuesta de la vicepresidenta por el tradicional esfuerzo demócrata para conseguir el voto al recurrir a personal remunerado y sindicatos para hacer campaña puerta por puerta habrá demostrado ser tan eficaz como se prometió. Por el contrario, Trump delegó en gran medida este trabajo a sus aliados, incluido Elon Musk, quien tenía mucha menos experiencia en el mundo de la organización y la captación de votantes.

La campaña de Harris dijo que había enviado a 2500 miembros de su personal, que trabajaban en 353 oficinas en todo el país, para buscar simpatizantes y conseguir que votaran. Solo en una semana, la campaña registró 600.000 visitas a domicilio y tres millones de llamadas telefónicas. Una victoria de Harris sería la prueba de lo que a menudo ha parecido una teoría de bar de los operadores y estrategas políticos: que las operaciones para convocar a la participación marcan la diferencia en las contiendas reñidas.

En los dos años transcurridos desde que la Corte Suprema anuló el caso Roe contra Wade y abolió el derecho constitucional al aborto, los demócratas han ganado repetidamente las elecciones nacionales y al Congreso. Cada medida relacionada con el derecho al aborto que ha aparecido en una boleta electoral estatal ha sido aprobada.

Esta tendencia se puso de manifiesto en las elecciones intermedias de 2022, cuando los demócratas desafiaron las expectativas y evitaron grandes pérdidas, un aumento que los analistas de ambos partidos atribuyeron a la decisión de la corte. Los demócratas dijeron que habían gastado más dinero en anuncios publicitarios sobre el aborto que sobre cualquier otro tema.

La victoria de Harris dejaría pocas dudas sobre la potencia del tema. Los esfuerzos de Trump por enturbiar las aguas, al decir que no firmaría una prohibición nacional del aborto, parecen haber caído en saco roto. Lo más probable es que en futuras elecciones los republicanos tengan que encontrar nuevas formas de neutralizar la cuestión.

Si Harris gana, habrá conseguido, tras algunos esfuerzos vacilantes, presentarse como la candidata del cambio.

Si Harris gana, lo más probable es que sea también porque Trump haya alejado a tantos votantes como los que atrajo, sobre todo en los últimos días de la campaña, con sus discursos inconexos e incoherentes, llenos de retórica sombría y a menudo amenazadora.

Dos semanas antes del día de las elecciones, Harris pronunció un discurso desde la residencia oficial de la vicepresidenta en el Observatorio Naval, en el que calificó a Trump de “desquiciado e inestable”, estableciendo el marco para la recta final de la campaña. Y él parecía decidido a ayudarla, desde el momento en que pasó unos 30 minutos balanceándose en un escenario al ritmo de la música hasta cuando sugirió que Liz Cheney, una de sus más destacadas críticas republicanas, fuera puesta en un campo de batalla “con nueve cañones disparándole”.

Harris ha pasado los últimos cuatro años en la Casa Blanca, y Trump se esforzó mucho por vincularla al legado del presidente Joe Biden. Si ella gana, habrá conseguido, tras algunos esfuerzos vacilantes, presentarse como la candidata del cambio, en unas elecciones en las que el cambio fue una fuerza poderosa.

A diferencia de Hillary Clinton en 2016, Harris no destacó el carácter histórico de su candidatura: que sería la primera mujer, por no hablar de la primera mujer negra y la primera mujer asiaticoestadounidense, en ocupar la presidencia. No era necesario. Una victoria de Harris se vería impulsada por una oleada de apoyo de las mujeres. La última encuesta del New York Times y el Siena College, realizada a finales de octubre, reveló una marcada división entre los géneros: Harris aventajaba a Trump entre las mujeres, 54 por ciento a 42 por ciento, mientras que Trump aventajaba a Harris entre los hombres, 55 por ciento a 41 por ciento.

Si Donald Trump gana, estas serían las razones

El expresidente Donald Trump llegó al día de las elecciones con una ferviente base de partidarios y la experiencia de haber sido candidato en dos ocasiones a las elecciones presidenciales. También llegó con condenas por delitos graves y un gran número de votantes que le veían con malos ojos. Entonces se presentó ante un electorado ávido de cambios y descontento con la dirección del país bajo el mando del presidente Biden y la vicepresidenta Kamala Harris. Esto es lo que muy probablemente dirán los analistas si gana.

Por un margen decisivo, los votantes pensaban que el país iba en la dirección equivocada: así lo dijo el 74 por ciento, en una encuesta de ABC/Ipsos publicada el domingo por la mañana. Desde 1980, esa estadística, el número de votantes que piensan que la nación va en la dirección equivocada, ha sido un indicador infalible de que el partido en el poder perdería la Casa Blanca.

Si gana, Trump habrá conseguido cargar a Harris con el historial del presidente Biden. Y habrá apelado al malestar de los votantes con su sombrío discurso sobre el estado de la nación, y con sus vagos recuerdos de los días supuestamente mejores en los que fue presidente.

La economía —o más bien la percepción pública de la economía— muestra la magnitud de la preocupación de los votantes. Los precios subieron solo un 2,1 por ciento en septiembre respecto al año anterior, y la economía creció un vigoroso 2,8 por ciento en el último trimestre. Pero el 75 por ciento de los votantes dijeron que la economía estaba en mal estado en una encuesta del New York Times/Siena College realizada en octubre.

Y cuando el último informe de empleo del Departamento de Trabajo previo al Día de las Elecciones mostró un crecimiento anémico, debido en gran parte a los huracanes y a una importante huelga laboral, Trump se abalanzó sobre él. “Ese flamante informe sobre el empleo demuestra de manera decisiva que Kamala Harris y el corrupto Joe han llevado nuestra economía al precipicio”, dijo Trump en un mitin en Míchigan la semana pasada.

Trump volvió al tema que ha definido su marca política: la amenaza y el desorden que supone la inmigración ilegal. Sus anuncios incluían imágenes en blanco y negro que mostraban a inmigrantes corriendo para cruzar la frontera o merodeando por las calles de las ciudades. Pidió la pena de muerte para los inmigrantes que mataran a agentes del orden. “Los suburbios están siendo atacados”, dijo el sábado en Virginia.

Aprovechó el gran número de inmigrantes que aparecieron en ciudades alejadas de la frontera sur durante la campaña, así como los informes de delitos cometidos por inmigrantes —a menudo distorsionando salvajemente esos informes— para exagerar la sensación de que los votantes pronto podrían verse asediados en sus propias comunidades. En la última encuesta nacional del New York Times/Siena College de la campaña, el 15 por ciento de los encuestados dijo que la inmigración era la cuestión más importante a la hora de decidir su voto. La economía fue la cuestión más importante, nombrada por el 27 por ciento de los encuestados.

La campaña de Trump fue cualquier cosa menos impecable.

Una victoria de Trump sería testimonio del profundo e intenso afecto del que goza Trump entre una amplia franja del electorado. Su campaña fue cualquier cosa menos impecable.

Pero, como ha conseguido hacer a lo largo de toda su trayectoria política, sobrevivió repetidamente al tipo de reveses —la paliza que le dio Harris en el debate, por ejemplo, y su mitin en el Madison Square Garden en el que un comediante denigró a Puerto Rico, a los votantes negros, a los judíos y a los palestinos— que habrían hundido a casi cualquier otro candidato.

Con frecuencia afirmaba desafiar a sus propios asesores, desechando discursos preparados para hablar en su lugar de los “enemigos internos” o de Liz Cheney. Si eso frustró a sus asesores, es evidente que encantó —y entretuvo— a sus partidarios. Y si gana, probablemente significará que no desanimó a los votantes indecisos.

Una victoria de Trump sería la segunda de sus tres candidaturas a la presidencia. En ambas victorias, habrá derrotado a una mujer, lo que sugiere una vez más que a muchos votantes les cuesta imaginar a una mujer en el Despacho Oval.

Puede que sea difícil demostrar que Harris perdió específicamente a causa del sexismo. Pero el género está desempeñando un papel importante en la forma de votar de los estadounidenses este año.

La última encuesta del New York Times/Siena College, realizada a finales de octubre, reveló que Trump aventajaba a Harris entre los hombres, 55 por ciento frente a 41 por ciento. El estilo fanfarrón y desinhibido de Trump, junto con sus promesas de una economía próspera, tuvo especial resonancia entre los hombres negros y latinos. Eso le ayudó a minar una parte vital de la base demócrata.

Trump ha aprovechado la ira y las quejas a lo largo de su carrera política. Eso fue especialmente eficaz este año, en medio de la percepción, incluso entre muchos demócratas, de que el partido había ido demasiado a la izquierda en algunas cuestiones culturales. La principal de ellas eran los derechos de las personas transgénero.

Trump sugería a menudo, y falsamente, que los niños iban a la escuela y volvían a casa habiendo sido sometidos a cirugías de cambio de género sin el conocimiento o consentimiento de sus padres. Una vez que su campaña encontró videos en los que Harris, como fiscal general de California, adoptaba posturas que estaban dentro de lo que él presentaba como el lado woke de estas cuestiones, él y sus aliados gastaron millones en hacer llegar esas declaraciones a los votantes.

Un mes antes de las elecciones, Trump y los grupos republicanos habían gastado 65 millones de dólares en publicidad centrada en temas transgénero, según un análisis del New York Times de datos publicitarios recopilados por la empresa de seguimiento de medios AdImpact.

(Con información de The New York Times en español)

Redacción Escambray

Texto de Redacción Escambray

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