La casa del dragón, ¿necesita más dragones?

La precuela de la exitosa serie Juego de Tronos arrancó el pasado 16 de junio su segunda temporada de forma terrenal

La actuación de Emma D’Arcy como la reina Rahenyra Targaryen ha sido calificada como soberbia. (Foto: X)

Tras dos años de espera y con ocho capítulos en lugar de 10, la segunda temporada de la serie La casa del dragón (House of the dragon) inunda desde el pasado 16 de junio los shows televisivos, los grupos de fanáticos en redes sociales y genera expectativas de toda índole; incluso en Cuba, donde los seguidores de la franquicia se las ingenian para ver los capítulos en plataformas alternativas ante la imposibilidad de acceder a las oficiales.

Las opiniones se dividen entre quienes aún evocan como un clásico insuperable a Juego de Tronos y quienes apuestan por su precuela como una obra de arte sin precedentes.

De acuerdo con los reportes de la prensa internacional, HBO envió a los críticos cuatro de los ocho episodios de la segunda temporada, tiempo suficiente para que algunos saquen sus conclusiones: “Durante tres y tres cuartos de esas cuatro horas, nos encontramos en una de las regiones menos interesantes de esta franquicia de fantasía tan bien valorada: la tierra de las lecciones de civismo medieval. Se reúnen pequeños concejos. Se reclutan aliados. Los rivales por el trono se pavonean y se irritan. Cuando por fin estallan las batallas, suceden fuera de la pantalla”, resumió Mike Hale, columnista de The New York Times.

Las dos series, basadas en las novelas de George R. R. Martin, tradicionalmente han recurrido a intrigas palaciegas impregnadas con sexo para rellenar los huecos entre costosas escenas de violencia masiva y primeros planos de acción con dragones; pero casi media temporada es mucho tiempo para esperar a que vuelen las llamas, lamentó el crítico.

Juego de Tronos, que terminó en 2019 después de ocho temporadas de gran éxito, recompensaba con la escala épica y el escalofrío sádico de su traición y libertinaje. También tuvo una gran actuación, la de Peter Dinklage como el noble enano Tyrion Lannister, y grandes personajes interpretados con estilo por actores como Lena Headey, Charles Dance y Jonathan Pryce.

“La casa del dragón, a pesar de todo el dinero que HBO supuestamente ha gastado en ella, es una serie más sencilla y monótona, una condición que se mantiene en la segunda temporada —sostuvo Hale—. Aparte de Eve Best como la matriarca de los dragones, la princesa Rhaenys, y Ewan Mitchell como el temible Aemond, nadie en el reparto supera el nivel general de profesionalismo de la serie para causar una impresión significativa. Y, cuando aparecen, sus dragones se ven y suenan más domesticados”.

La nueva temporada comienza con los truculentos Targaryen alfa, Rhaenyra (Emma D’Arcy) y Aegon (Tom Glynn-Carney), conspirando en sus respectivos castillos. Rhaenyra, la legítima heredera del Trono de Hierro, está exiliada con su tío-marido, Daemon (Matt Smith). Su hermanastro Aegon se sienta en el trono y gobierna como un niño petulante, para consternación de su madre, Alicent (Olivia Cooke), quien fue la mejor amiga de Rhaenyra hasta que se casó con su padre, el anterior rey.

Las preguntas son políticas —quién se quedará con la corona y cuánta sangre se derramará para averiguarlo—, pero lo que está en juego es personal. Las mujeres se inclinan por la negociación y el compromiso, mientras que los hombres están dispuestos a desatar a los dragones, pero los lazos entre madres e hijos, vivos y muertos, complican las cosas.

El drama doméstico, exacerbado y salpicado de sangre, está inteligentemente estructurado, y en algunos momentos resulta conmovedor. Glynn-Carney consigue despertar una pizca de simpatía por Aegon, que se encuentra en una situación trágica, y Smith transmite los sentimientos encontrados de Daemon, cuya sensación de que él también ha sido despojado de la corona pone a prueba su lealtad hacia su sobrina-esposa.

“Pero la historia no cobra vida, ni es lo bastante interesante como para arrastrarnos constantemente a la corriente, ni lo suficientemente extraña como para sacudirnos. La producción es sólida pero estática: tiene ese aire de juego de mesa que caracteriza a la franquicia. El fetiche por la geografía y la arquitectura está ahí, pero sin la grandeza visual de la serie anterior. Y las emociones del público se siguen manipulando mediante las coreografías melodramáticas de los acontecimientos, en lugar de sorpresas genuinas y orgánicas”, opinó el columnista.

Las consecuencias de estas estrategias se reflejan en una trama a veces peligrosamente delgada. No obstante, los fanáticos de la serie pudieran no estar muy de acuerdo con los críticos y persiguen con devoción las fechas de estreno de cada capítulo, las posibles filtraciones y spoilers y, sobre todo, colman por estos días los foros de discusión con teorías y argumentos para defender una serie que, muy a pesar de sus detractores, ya ha sido renovada para una tercera temporada.

Las intrigas palaciegas superan con creces las escenas de dragones y batallas.

Redacción Escambray

Texto de Redacción Escambray

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