Es imprecisa la fecha del contagio, la mutación de la celebración del Día de San Valentín, festividad católica que tiene su origen en el siglo III d.C., en día de los enamorados o del amor y la amistad.
La vida del santo que da nombre a la festividad no fue nada romántica, según las fuentes históricas. La leyenda más conocida dice que el sacerdote se dedicaba a casar en secreto a soldados romanos. El emperador Claudio II, enterado de sus acciones tras haber prohibido el cristianismo y los matrimonios entre personas jóvenes, lo mandó a ejecutar el 14 de febrero del año 270.
Algo más de dos siglos pasaron cuando el papa Gelasio I, en honor a la trágica historia del sacerdote romano, lo santificó. El día de su muerte fue incorporado al calendario litúrgico, para convertirlo en símbolo del amor humano y el 14 de febrero del año 494 fue celebrado el primer San Valentín del que se tiene evidencia.
Un milenio después, en1328, el escritor inglés Geoffrey Chaucer, en un poema titulado Parlamento de los pájaros, menciona al Día de San Valentín como una fecha en la que se festeja a los enamorados. Entonces en Europa se comenzó a considerar como el día del amor.
Lo curioso es que ni hurgando en Google se precisa cuándo se combinaron amor y amistad en un mismo día. A saber, en Cuba al igual que en Ecuador, Honduras, El Salvador, Guatemala, México, República Dominicana, Perú, Venezuela y Panamá, el 14 de febrero celebramos el Día del amor y la amistad; en Perú es el primer sábado de julio, mientras que, en Argentina, Brasil, España y Uruguay, el 20 de julio festejan el Día del Amigo por la llegada del ser humano a la luna en 1969.
Tampoco es preciso el momento en que la celebración del día de San Valentín, los enamorados o el amor y la amistad, fue de un momento de idilio y agradecimiento al acto de amar con todo el peso simbólico que supone ese estado del alma, a un recurso para poner en circulación cuánto objeto material nos podamos imaginar y vincularlo al amor para obtener riquezas. Algo similar ocurre cada año con la Navidad y otros momentos de jolgorio colectivo.
Durante muchos días previos a la celebración (que también incluye a Europa, América del Norte y otras regiones del mundo), no hay comerciante que se respete que no vincule sus productos con la fecha, que no busque sacarle provecho a esas 24 horas donde pueden más los obsequios que el sentimiento. Clientes sobran y a pesar de la inflación actual en Cuba, las áreas comerciales se llenan de buscadores de detalles o productos que complazcan sus deseos de satisfacer los gustos y placeres de sus parejas o amistades cercanas.
Aquellas mariposas que antes sentías revoletear en el estómago, aquellos ojos que brillaban cuando regalabas una flor, los viajes al cielo que provocaban una carta de amor escrita a mano, una hoja seca dibujada por ti, un poema de amor de Mario Benedetti o José Ángel Buesa, una canción de Benny Moré o Joaquín Sabina, poco a poco han sido relegados a cosas de antes. Emojis, postureos, fotos en Instagram, Facebook, WhatsApp o Telegram, zapatillas, perfumes caros, ropa de moda, utensilios para el hogar, dominan el espacio de dos, donde casi siempre un tercero sobra.
Vale preguntarse si el 14 de febrero es definitivamente un día para reverenciar el amor en todas sus formas y dimensiones o un momento de grandes utilidades económicas. Los límites entre lo uno y lo otro se van confundiendo cada año y todo parece indicar que las mercancías se llevarán las palmas.
¿Significa que ya no amamos? ¿Es reflejo de la liviandad del sentimiento más humano que existe? ¿Cómo celebraremos a la vuelta de unos años el día de San Valentín, del amor, los enamorados o el amor y la amistad? Las respuestas están en cada uno de nosotros y dependen en gran medida de la manera que tenemos para demostrarle a alguien que es importante para nuestra vida, que vale la pena amar con el valor, la pasión y la entrega que supone. Ya lo escribió el poeta-trovador Silvio Rodríguez hace unos cuantos años: La cobardía es asunto / de los hombres, no de los amantes / Los amores cobardes no llegan a amores / O a historias, se quedan allí / Ni el recuerdo los puede salvar / Ni el mejor orador conjugar.
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