La inmensa mayoría de los cubanos que viven en los Estados Unidos se lo deben a la Revolución, porque jamás lo hubieran podido lograr sin los privilegios únicos impuestos para ellos, como lo es la famosa Ley de Ajuste Cubano (LAC), que cumple 58 años.
Eso no desconoce, en modo alguno, que antes de 1959 hubo una permanente e importante relación migratoria entre Cuba y EE. UU., a partir de lo cual se formaron famosos asentamientos cubanos en algunos puntos geográficos de ese país.
Sin embargo, dentro del flujo migratorio cubano hacia Norteamérica en 200 años, ningún momento fue tan diferente como el ocurrido a partir de 1959, que marcó un antes y un después.
Esta norma fue trascendental para acentuar una migración politizada, selectiva, prejuiciada y llena de historias extraordinarias donde el precio mayor lo ha tenido la familia cubana fragmentada.
Permitió esta Ley del 2 de noviembre de 1966 dar solución primaria a la crisis de Camarioca, regularizar la situación de los migrantes cubanos hasta 1973 y después propiciar que otros muchos nacidos en esta isla llegaran a EE. UU. con todos los beneficios, como no lo pudo lograr nadie.
ANTECEDENTES
La política migratoria impuesta por EE. UU. a Cuba fue clara desde el mismo triunfo de la Revolución, por tres principios básicos: uno, acoger a quienes habían bañado en sangre al pueblo cubano, dos, no aceptar revueltas que desestabilizaran el statu quo establecido por ellos y tres atacar preventivamente cualquier revolución nacionalista y, con ello, antiimperialista; o quizás por los tres juntos.
Cuando se recibieron en territorio estadounidense a los asesinos del régimen de Batista sin posibilidad de ser extraditados, de facto se supeditó lo legal a lo político y se refrendó que a partir de entonces Cuba sería tratada de manera diferente al resto del mundo, aunque todavía no se sabía todo lo que iba a pasar.
Todo eso se vio precipitado desde el encuentro entre Fidel y Nixon en Washington, cuando el vicepresidente recomendó que la Revolución debería ser derrumbada sin piedad y una de las armas que se utilizaron después, en función de ese propósito, sería la emigración.
Se trataba de una política dual: por un lado, la guerra; por el otro la zanahoria, o sea posibilitar que la gente quisiera emigrar con muchos privilegios hacia el mismo país que no les permitía vivir aquí con normalidad.
La guerra atroz siempre ha tenido el objetivo de causar un daño decisivo en el pueblo cubano que posibilitara su levantamiento contra el gobierno y, aunque nunca se ha logrado, el principio sigue inalterable y su influencia es catastrófica para Cuba.
Esa presión extrema propició diferentes oleadas migratorias, bien puntuales (Camarioca, Mariel, los balseros), bien de procesos dilatados que propiciaron migraciones masivas, como son los de 1959-1962, Operación Peter Pan, 1966-1973, entre otros.
La secuencia de esa política fue: limitación de vuelos regulares, aliento a la salida irregular, aprobación del estatus de “refugiado” a quien llegara a EE. UU.; lo que posibilitó hasta 1962 la emigración de unos 274 000 cubanos, 70 000 de ellos sin realizar trámite legal.
La guinda de esa política fueron las salidas ilegales, incluso robando barcos y aviones, lo que creó problemas nuevos para todo el mundo, hasta convertirse en graves para los propios norteamericanos, que tuvieron que enfrentarlos muy duramente.
Después de rotas las relaciones diplomáticas, esta política de presión floreció más, por lo que se aprobaron métodos excepcionales, incluidos las visas wavers y el primer Programa de Refugiados Cubanos, que tenía financiamiento propio.
Con la vil Operación Peter Pan en 1960, una política oportunista y muy sucia impuesta por instituciones norteamericanas con el beneplácito del gobierno, salieron del país más de 14 000 niños, lo que adicionó una carga emocional única a este proceso.
Después de la Crisis de Octubre de 1962, toda normalidad terminó, imponiéndose la emigración irregular, anunciada y promovida por EE. UU. hasta darle un espaldarazo total en febrero de 1963, cuando Kennedy anuncia que todos los cubanos que lleguen a su país serán tratados como refugiados políticos.
Todo ello preparó el terreno para que esa emigración irregular fuera creciendo cada vez más, hasta que, a finales de 1965, Fidel decidió abrir el pequeño puerto de Camarioca en Matanzas para que emigrara toda persona que quisiera y permitir que embarcaciones norteamericanas vinieran a buscar a los cubanos.
Esta apertura —propició que en un mes salieran casi 3 000 personas— asustó al gobierno norteamericano, que muy rápido negoció y acordó con Cuba una emigración ordenada a partir de entonces, con la puesta en vigor de los muy publicitados Vuelos de la Libertad, que posibilitó la salida por años de muchos cubanos.
¿POR QUÉ LA LEY?
En octubre de 1965, el presidente Lyndon Bill Johnson aprobó una ley que permitió la inmigración desde países no privilegiados antes, abriendo la puerta para que se aprobara la Ley de Ajuste Cubano.
Esta norma prevalece, para los cubanos, por encima de cualquier otro instrumento migratorio, al conceder refugio político de manera casi automática a quienes lleguen por cualquier vía a EE. UU., haya sido admitido o puesto bajo palabra (parole) y haya permanecido allí durante al menos un año.
La ley regularizó el estatus migratorio de muchos cubanos que radicaban en Estados Unidos desde 1959, y los que entre 1966 y 1973 saldrían del país, pudiendo ser “ajustados” por el Fiscal General para que residieran permanentemente en él.
¿QUÉ PASÓ DESPUÉS?
Cuando en 1973 se cancelaron los últimos vuelos, habían salido unos 600 000 cubanos, pero la emigración ilegal ya se había avivado de nuevo, pues lo importante era llegar a EE. UU. porque independiente de la vía para ello, se garantizaba la entrada legal en ese país e igual el “ajuste” de todos.
Después, hubo tres crisis migratorias puntuales: las de Mariel en 1980, la de los balseros, en 1994, y la actual, todas refrendadas por la misma política: matar de hambre al pueblo de Cuba para que se levante contra el gobierno, mientras se privilegia la emigración forzosa hacia EE. UU., que sigue siendo la más privilegiada, porque la Ley de Ajuste Cubano está vigente, a pesar de todo.
Esa ley siempre ha sido parte de una estrategia de la guerra impuesta a Cuba por no dejarse someter, y ha beneficiado a casi todos los cubanos radicados allá; unos extrañamente maldiciendo y otros muchos abogando por relaciones normales.
*Profesor de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.