Más que una finca, La Milagrosa es un proyecto de vida

Esta finca familiar se concentra en el ganado menor, sin descuidar el vacuno para la producción de leche y carne

El ganado menor es el plato fuerte de la finca La Milagrosa. (Fotos: Yoan Blanco Borroto).

Es una familia común, con preocupaciones, sueños y proyectos de vida. Mas, si algo distingue a los González Santana es su apego a la tierra, herencia familiar que les llegó de sus ancestros. La prueba está justo en predios de la comunidad yaguajayense de Júcaro, donde se yergue la finca La Milagrosa, propósito que nació del seno familiar por la necesidad de impulsar la producción de alimentos y, de esta forma, la economía del hogar, del municipio y del país. 

Según cuentan los protagonistas del lugar, poco queda de lo que fue La Milagrosa en sus inicios. Y no es que hayan desaparecido las buenas prácticas, ni los rendimientos; al contrario. Con el paso del tiempo sus propietarios se han encargado de mejorar cada pedazo de tierra de este sitio, cuyo propósito apunta hacia el ganado menor, sin descuidar el vacuno encaminado a la producción de leche y carne.

Para muchos esta labor puede resultar gigantesca. Y lo es. Nadie crea que atender 470 animales, entre ovinos y caprinos, y más de 200 cabezas de ganado en 130 hectáreas es tarea fácil. Sin embargo, a esta familia le sobra empeño. De esa sensación de pertenencia que deja el hogar a su paso también están hechos los frutos de La Milagrosa.

“La Milagrosa es todo. De aquí nos alimentamos y también disfrutamos en familia”, asegura Alina Santana Simancas.

EN EL CORAZÓN DE JÚCARO  

Cuando Alina Santana Simancas se jubiló, luego de una trayectoria impecable como estomatóloga en el norte espirituano, se entregó en cuerpo y alma al trabajo de la finca La Milagrosa. A despecho de lo que algunos piensan, este vuelco definitivo hacia la tierra lo hizo sin el menor reparo. Desde muy joven se coló en los quehaceres del campo, aun cuando sus aspiraciones se concentraron en ser una profesional.

“La Milagrosa era propiedad de un tío mío. Nosotros trabajábamos con él y, tras su fallecimiento, la heredamos. Comenzamos con 11.62 hectáreas en el área de Bofill. Posteriormente, mi esposo Jorge Luis y mi hijo Andy se beneficiaron con las tierras en usufructo y hasta ahora tenemos alrededor de 130 hectáreas”, destaca.

Poco a poco dieron pasos a favor del desarrollo. “Para empezar a trabajar en esta finca hicimos una caracterización, teniendo en cuenta la vegetación, tipos de suelos y posibilidades que tenía para alcanzar buenos resultados. Nos dimos a la tarea de desmontar el marabú, que no era muy poco, y de cercar la finca.

“En la caracterización nos dimos cuenta de que podía ser muy próspera para la cría de animales ovino-caprinos, y en ese punto hemos avanzado a tal magnitud que ya hoy proporcionamos animales de calidad, con alto valor genético, a personas y empresas interesadas en criar”, asegura Jorge Luis González Pérez, uno de los propietarios.

La dicha de constituir una finca multiplicadora, debido al potencial genético del ovino, no es obra del azar. Detrás de este logro hay mucho trabajo y superación. “En el caso del ovino comenzamos con la cría criolla, tradicional. Este terreno es favorable para eso. Después, nos dimos cuenta de que la mejoría genética traía animales de mejor calidad, y con la capacitación que recibimos con los proyectos decidimos mejorar la raza. Se buscaron sementales registrados, vientres, y así fuimos fomentando la cría. Llegamos a tener 500 ovinos y nos convertimos en centro multiplicador. De esta forma, seleccionamos las crías que queríamos dejar para nosotros por la pureza de la raza, y las demás las ofertamos como vientres a otros centros productores del municipio.

“Otra de las proyecciones fue producir ganado caprino, porque en aquel momento había muy pocos animales de este tipo en el municipio. Comenzamos con seis cabras Saanen, pero no se adaptaban al medio de la zona, y entonces hicimos lo mismo que con el ovino. Empezamos a buscar vientres y a ir mejorando la raza, más adaptada al lugar. Decidimos cruzar Boer con criollo y obtuvimos una producción caprina con alto contenido de carne”, subraya Alina.

Unido al ganado menor, en La Milagrosa también hay espacio para la cría de cerdos, aves de corral y otros propósitos. “Tenemos más de 200 cabezas de ganado vacuno dedicado a la producción de leche y carne. Siempre hemos cumplido los planes de producción y es obligatorio la siembra de alimento animal para asegurar la comida en tiempos de sequía, debido a las condiciones del suelo, que son terrenos altos, pedregosos… Y lo he hemos logrado a partir de la caña, el king grass y algunas plantas proteicas”, apunta González Pérez.

Al ajetreo de La Milagrosa se suman todos en la familia. El quehacer aquí no es solo de Alina y de Jorge, sino también de su hijo Andy, cirujano maxilofacial, que no le pierde ni pie ni pisada a la finca, y de todos los que llegan hasta este sitio con la voluntad de aportar.

MANEJO AMBIENTAL AL CENTRO

En la finca familiar los rendimientos productivos van de la mano de la ciencia. Hasta allí han llegado proyectos como Autoabastecimiento Local para una Alimentación Sostenible y Sana (Alass), Alternativas para el Fortalecimiento de Cadenas de Valor Alimentarias en Cuba (Agrocadenas) y el Proyecto Territorial Adaptación al Cambio Climático: Agroecosistemas Resilientes, para poner conocimientos en manos de un lugar que se distingue por su labor ecológica, social y energética.

“Sin la intervención de los proyectos no hubiéramos logrado lo que tenemos hoy, porque realmente no poseíamos todo el conocimiento para mejorar la raza, los pastos y forrajes, la clasificación del suelo, la siembra de plantas proteicas… Gracias a los proyectos hemos participado en la capacitación de las mujeres de la zona y de la población de la comunidad de Júcaro. También nos hemos vinculado a la escuela para fomentar las producciones agrícolas y el cuidado del medio ambiente.

“Los proyectos nos han apoyado con tecnología, molinos de viento, alambres y techo. Lo otro ha sido por esfuerzo y la aplicación de lo aprendido para poder aprovechar todas las potencialidades que la finca ofrece”, señala Alina.

Quizás por ello, las buenas prácticas ambientales se aprecian por doquier. “Lo primero que se hizo en esta finca fue cercar con cardona las áreas más pequeñas y de cultivos, así como poner postes vivos de bienvestido. Hoy somos fuente de alimentación de dos colmenas plantadas en la finca, y nuestros animales, con la reforestación que hemos hecho del bosque, en tiempos de sequía se alimentan de las semillas que caen y de la cantidad de plantas que se han dejado en los potreros”, constata la fémina.   

Tal verdad la corrobora Yitsy Suárez Valdés, directora de Investigaciones de Ecosistemas de Montaña en el Centro de Servicios Ambientales de Sancti Spíritus. “La finca La Milagrosa es uno de los principales escenarios de Agroecosistemas Resilientes, debido a las buenas prácticas ambientales de adaptación que posee, fundamentalmente con la conservación y uso sostenible de los recursos naturales: suelo, agua, bosque, y con la reforestación de las cercas vivas, la siembra de especies autóctonas y endémicas que están en peligro de extinción”, asevera.

Mas, en La Milagrosa se piensa en todo. No por gusto la siembra de cultivos varios también está dentro de las prioridades. “Hoy tenemos yuca de cinco variedades en diferentes fases de producción, plátanos, frutales, se hizo una recolección de maíz temprana, cosechamos garbanzos, frijoles, hortalizas, vegetales…

“El principal destino de estas producciones es el autoconsumo familiar y el de los trabajadores. Aquí se les da almuerzo a todos los que vienen a trabajar y se garantiza la comercialización en el mercado de Yaguajay, en la placita de Narcisa y en los centros de la agricultura urbana del municipio”, agrega Alina y deja claro el compromiso que tiene con este sitio.

“Desde que te levantas a las seis de la mañana y le preparas un desayuno decoroso a tu esposo para que salga a trabajar alimentado, ya estás colaborando. Si después vienes, te ocupas de las hortalizas, de recoger los frutales, de ver dónde ponen las gallinas y de preparar el almuerzo para los trabajadores es importante, y los hombres solos no pueden con eso”, puntualiza.

Sin dudas, La Milagrosa, más que una finca, es un proyecto de vida de la familia González Santana. Aquí se potencian la producción y los manejos ambientales. Por ello, cosechan frutos y lo seguirán haciendo, porque el apego a la tierra es una herencia de cuna. “La Milagrosa es todo. Aquí vivimos prácticamente. De aquí nos alimentamos y también disfrutamos en familia”, concluye Alina.

Greidy Mejía Cárdenas

Texto de Greidy Mejía Cárdenas

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