Serían aproximadamente las tres de la tarde del 23 de octubre cuando un grupo de niños jugaban fútbol en el parque Infantil de Yaguajay. Luis Alberto López Rodríguez se mecía en un columpio junto a otros chicos; algunos de ellos impulsaron con fuerza el mecedor y, al intento de pararlo, el muchacho de 13 años cayó y el retroceso de la silla lo golpeó fuertemente en la cabeza.
El resto de los infantes, asustados, procuraron ayuda y de inmediato llegaron trabajadores de la sede del Gobierno. Relata Michel Zerquera Martínez que sintió miedo al ver al menor, mientras Oscar Rodríguez aplicó algunas técnicas de reanimación que no dieron resultado. “Pensamos que se había desnucado, pero notamos que respiraba y lo llevamos de inmediato para el policlínico. En esa institución, el doctor Orlando Bravo Martín asistió al menor y, dada la gravedad del golpe y la respuesta ante algunos exámenes físicos, decidió remitirlo al hospital Joaquín Paneca, donde movilizaron a varios especialistas.
Luis Alberto no respondía a los estímulos, relata su madre Misladys Rodríguez Iglesias; por momentos, esta mujer respira hondo para responder las preguntas en la sala de su casa, donde el niño escucha atento la conversación. Su padre, Luis Arturo López Pérez, parece contener las lágrimas, el gesto es difícil de evitar.
LA PRIMERA BATALLA
Por la condición y parámetros del niño a su arribo al hospital de Yaguajay, los médicos decidieron trasladarlo a la Sala de Terapia para reanimarlo y estabilizar los principales parámetros; en principio, no respondía. El proceso duró casi cinco horas. En las afueras de la institución se agrupaban familiares, vecinos, amigos… Tras una batalla campal de médicos y enfermeras, el pequeño Luis Alberto recuperaba los signos vitales y, de acuerdo con los protocolos médicos, sería remitido hacia el Hospital Pediátrico Docente Provincial José Martí Pérez.
“Allí estuvimos tres días en Terapia Intensiva. Fueron horas muy duras, pero el personal de la sala nos atendió de manera muy especial”, relata la madre.
El doctor Pedro Villarreal Pérez, especialista de segundo grado en Cuidados Intensivos Pediátricos, recibió a Luis Alberto. “El niño llegó en estado crítico y entubado, había convulsionado. Presentaba un estado de shock relacionado con el trauma craneal en la parte occipital derecha y se atendió de acuerdo con los protocolos establecidos para estos casos. Luego de 72 horas de haberse estabilizado, se coordinó con los servicios de Neurocirugía Pediátrica, de Villa Clara, para realizar una tomografía. El paciente se trasladó con todos los requerimientos establecidos e, incluso, el hospital espirituano facilitó un equipo de ventilación para todo este proceso, donde el examen tomográfico reveló la magnitud del trauma y su posterior tratamiento quirúrgico”, puntualiza el galeno.
HORAS DE ANGUSTIA
Para entonces, los padres de Luis Alberto vivían la incertidumbre sobre la vida de su hijo, aun cuando el humanismo y el buen trato acompañaron en todo momento la atención del menor, según su mamá. “Nosotros habíamos hablado por teléfono con el doctor que operaría al niño, imaginamos a una persona mayor. Cuando llegamos, que nos lo presentaron, mi asombro fue total; era joven. Nos brindó apoyo y confianza en todo momento antes de ir al salón. La operación duró casi dos horas y al concluir salieron y nos explicaron todo el proceder y el diagnóstico”.
Vía telefónica, Escambray contactó con el doctor Ramón Sarduy Arana, especialista de primer grado en Neurocirugía Pediátrica del hospital José Luis Miranda, de la provincia de Villa Clara, quien recuerda perfectamente el diagnóstico del pequeño. “Tenía un trauma craneoencefálico severo, con fractura deprimida occipital y compresión sobre el cerebro. Además, presentaba contusiones hemorrágicas cerebrales, sobre todo frontal y cerebelosa. Encontramos también un hematoma epidural entre el hueso y la capa que recubre el cerebro, así como los edemas que acompañan este proceso. El niño estaba en coma”, explica el galeno.
¿Cómo valora el resultado de la operación?
“Fue exitosa desde el primer momento porque no había daños en el cerebelo. Desde las primeras horas el niño mostró una evolución y recuperación favorable y hasta ahora no quedaron secuelas motoras, le confieso que es una de intervenciones quirúrgicas más complejas que he realizado en mi carrera”.
EL RETORNO A LA VIDA
Desde la sala de su casa, en Yaguajay, Luis Alberto reposa y se recupera para volver a la escuela. Me lo encuentro viendo televisión. Sus padres sonríen. Agradecen a todos, desde quienes lo auxiliaron en el primer momento hasta el personal de Salud de los tres hospitales donde atendieron al niño. Misladys es directa: “A pesar de la escasez, a mi hijo no le faltó de nada, a mí nadie me pidió ni una jeringuilla, allí estaba todo”, refiere.
El padre, que atiende la conversación, mira a cada instante al pequeño y apenas puede hablar; todavía está impactado por el suceso, pero con la tranquilidad de saberlo en casa.
Miro la cicatriz de la herida, que ya sana, e indago por las curas. “Periodista, este muchacho tiene carne de perro”, dice Luis Arturo y estalla la risa de todos, después de ciertas lágrimas en los rostros. Su hijo ha vuelto a la vida.
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