La vida importa, y mucho

La espirituana Yaila Simó González, una joven embarazada de tan solo 20 años y residente en Tunas de Zaza, se siente en tierra firme y protegida.  Cada vez que anuncian el paso de un huracán por la costa sur de Cuba, el pueblo se muda en peso para los centros de evacuación Sancti Spíritus.                

En esta oportunidad, dice, lleva su primer hijo en el vientre, y agradece los desvelos de otros por ella y por 8 personas más, incluidos dos bebés, una embarazada y una anciana con discapacidad físico-motora.       

La institución educativa Miguel Ángel Echemendía que habitualmente atiende a 63 niños ciegos y de baja visión, con trastornos del lenguaje y la comunicación, así como con discapacidad intelectual, desde este martes cambió su rutina para atender a dos familias debido al paso del huracán Rafael por la costa sur de Cuba.

A la directora de la escuela, Anabel Viamontes Betancourt, se le olvidan por momentos los cuadernos a relieve, las tizas y los pizarrones, y supervisa la sopa con malangas y la leche tibia, la limpieza de los cuartos y hasta pide cortésmente cargar al bebé más pequeño.

Cuando lo hace, hay como una luz en su rostro y es entonces que un viento suave viene y despeina el mechón de pelo sobre su frente.    

Y allá, en el mismo comedor, en una consulta improvisada el doctor Iriel Gago, especialista en Medicina General Integral ausculta a la muchacha de 25 semanas de embarazo y, además, da fe del buen estado de los lactantes. Para que nada falte, subraya, una pediatra y una obstetra han plantado sus consultas aquí.     

«La vida de mis dos hijos y de mi nieta de cuatro meses está a salvo aquí.  ¿Qué más vamos a pedir?» Yanelvis Estepe Durán habla con resolución porque ha vivido más de 30 evacuaciones, y en cada regreso la gente vuelve, los niños vuelven, las casas despiertan y los pescadores retornan a su mar de siempre.