Yo soy Fidel”. Primero fue la voz de un joven; luego las de varios jóvenes; después aquellas voces se tornaron un mar de voces. Se había ido ese 25 de noviembre de 2016 el más rebelde entre los rebeldes. Por supuesto, se había ido físicamente.
Porque creyó en los jóvenes, los jóvenes aún creen en él por su temple a flor de piel, casi desde que vino al mundo el 13 de agosto de 1926 en el batey de Birán, Oriente. Cuando la barba ni siquiera había asomado a su rostro, denunció a Fulgencio Batista, ante un Tribunal de Urgencia, por hacer trizas la Constitución con el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.
El tirano no le dejó otra alternativa a la Generación del Centenario y a su líder, el joven abogado Fidel Castro. Y sobrevino el ataque al cuartel Moncada. Sobrevino, también, la derrota militar. Y entre las rejas del presidio Modelo, de la entonces Isla de Pinos, aquellos jóvenes combatientes continuaron soñando la Revolución. La prisión no es capaz de encarcelar las ideas. De Fidel, de otros hombres y mujeres de vida épica lo aprendieron los jóvenes de hoy.
Aprendieron, igualmente, que el optimismo anida en días aciagos. Quizás, la mejor lección se las dio el propio Fidel. Tenía apenas 30 años; él y su tropa insistían en echarse la Revolución sobre sus espaldas. Era diciembre de 1956; el día 2 desembarcaron, a bordo del yate Granma, por el sur de Oriente; el día 5 las fuerzas de la dictadura batistiana sorprendieron a los expedicionarios en Alegría de Pío. Dura y lamentable derrota. Unos murieron; otros escaparon y sobrevivieron.
Bajo la mirada de la Sierra Maestra, en Cinco Palmas, en la noche del 18 de diciembre de 1956, en un cañaveral, Fidel se reencontró con Raúl.
Años después, el líder histórico de la Revolución cubana expuso que Raúl llegó con cinco fusiles. Fidel tenía otros dos hombres con dos fusiles. En total, siete armas. “Ahora sí ganamos la guerra”, aseguró el jefe del naciente Ejército Rebelde.
Los ecos de aquella frase profética llegan hasta hoy; quizás, la mejor lección la dieron los propios jóvenes durante la pandemia de la covid; y partieron a la zona roja de hospitales, de centros de aislamiento. Hasta allá se fueron los jóvenes, codo a codo con los menos jóvenes. Hasta allá se fueron con los miedos a cuestas. Y vencieron los miedos; más que ello, derrotaron el virus SARS-CoV-2. Quizás, algunos de ellos recordaron el abrazo rebelde, en Cinco Palmas, entre hermanos, rebeldes como los jóvenes de hoy.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.