Ni siquiera por sus 63 años de edad, Gladys Caballero Álvarez ha logrado apartarse del magisterio. Siempre supo que serían los niños, los libros, las clases, la familia, la paciencia, el amor… las armas fundamentales para saberse educadora. Lo advirtió desde bien temprano, cuando el otrora movimiento guerrillero, conocido hoy como círculo de interés, despertó en aquella niña el amor por la pedagogía.
“Cuando terminé el sexto grado nos dieron la oportunidad de ir a estudiar a la Escuela Formadora de Maestros Rafael María de Mendive, de Sancti Spíritus, y allí me hice maestra. Salí como técnico de nivel medio en Maestro Primario.
“Una vez concluida esa etapa, a algunos alumnos les permitieron acceder a una especialidad, y a mí se me otorgó la de Logopedia. Estuve dos años cursando el técnico de nivel medio en esta disciplina en la Escuela Pedagógica Presidente Salvador Allende, en La Habana”, evoca.
Luego de estos años de aprendizaje, y de conocer a fondo los vericuetos de una especialidad que intenta corregir, en lo posible, los trastornos del lenguaje, Gladys llegó hasta la Escuela Especial de Yaguajay, justo cuando este nivel educativo abría los ojos en el municipio.
En aquel entonces, ella tenía 19 años. Con el ímpetu y las ganas de hacer que impone la juventud, decidió seguir el camino hacia la licenciatura. “En Santa Clara vencimos esta etapa de superación. Recuerdo que la hice por dirigido, sin dejar de trabajar. Teníamos las clases los sábados y hasta en las vacaciones recibíamos un intensivo”, refiere.
Así, a golpe de esfuerzo y de una entrega sin límites, alcanzó el título de licenciada en Educación, especialidad Defectología, especialización Logopedia. Dichas habilidades las puso a prueba en la Escuela Especial de Yaguajay, donde afincó sus pasos en el ámbito laboral.
“El trabajo en esta escuela fue muy bonito. Allí teníamos muchos niños con trastornos del lenguaje porque, generalmente, venían de zonas rurales y de familias disfuncionales. Entre los casos más frecuentes que atendimos se encontraban el retardo en el desarrollo del lenguaje y las dislalias. No obstante, alcanzamos buenos resultados con los pequeños”, destaca la pedagoga.
Con la experiencia adquirida en este plantel, Gladys también dejó huellas en la Escuela Especial de Jarahueca, en la Escuela Primaria Héroe de Yaguajay y en el Centro de Diagnóstico y Orientación (CDO), de la Dirección Municipal de Educación. Más tarde, luego de 20 años en esta última responsabilidad, se trasladó hasta la Escuela Primaria Raúl Perozo Fuentes, de la localidad de Iguará.
“La labor en este centro fue renovadora porque me enfrenté a casos un tanto complejos. Atendí a dos niños con discapacidad auditiva, uno de ellos con implante coclear. Tuve que autoprepararme, y buscar mucha bibliografía sobre este padecimiento, en aras de alcanzar los mejores resultados con ellos. Y lo logré.
“El trabajo del logopeda necesita dedicación y amor. Hay que andar con los niños de la mano. Hay que buscarlos al aula y brindarles el tratamiento adecuado. Sí se logran resultados con ellos y es muy satisfactorio verlos avanzar e incorporarse, con un lenguaje correcto, tanto a la escuela como a la sociedad.
“El quehacer de estos profesionales es importante, no solo en las escuelas, sino también en los círculos infantiles porque, mientras más preventivo sea, mejores resultados se van a obtener. Si cuando el niño es pequeño, se le orienta a la familia trabajar con él, va a resolver el problema. El trabajo del logopeda tiene que ser sistemático y en coordinación con la familia, pues cada trastorno del lenguaje tiene su metodología de tratamiento”, señala la fémina.
Bajo estos preceptos siempre estuvo Gladys. En cada uno de los centros educativos por los que transitó nada era más urgente que el aprendizaje de un niño. Quizás por ello, ningún tropiezo en el habla melló su optimismo y las ganas de hacer.
No por gusto, tras su jubilación, decidió seguir abonando el camino del magisterio. Tanto es así que desde hace tres cursos se desempeña como maestra ambulante.
“Siempre me mantuve en contacto con la escuela, y un día la directora del centro me planteó la necesidad de encontrar un maestro ambulante para atender a varios niños inhabilitados para asistir a la instalación educativa. Entonces, decidí reincorporarme.
“La misión del maestro ambulante es atender a niños con discapacidades intelectuales y con otros trastornos que le impiden ir a la escuela, por lo que los educadores que desempeñamos esta función debemos penetrarnos en la vida de esos infantes e incluirnos en sus familias.
“He tenido la suerte de estar dentro de familias muy buenas y preocupadas por la educación de sus hijos, de ahí que lo que les oriento, les dan continuidad los días que no estoy.
“En estos momentos atiendo tres niñas, dos de ellas, con deficiencia intelectual moderada y con rasgos del trastorno del espectro autista, y otra, con discapacidad intelectual leve e impedida físico-motora. Para motivarlas hacia las clases, trato de aprovechar su rutina. Además, me apoyo en diferentes medios de enseñanza”, apunta la maestra.
Gladys se levanta bien temprano. El ajetreo del día no impide que busque los resortes idóneos para nutrir sus clases. Habla bajito, sin apuro. Con su voz sopla lecciones y un aire alegre que ha atrapado el corazón de sus educandos.
“El maestro de la Enseñanza Especial lo primero que tiene que hacer es ponerse en el lugar de esos niños y de sus familias. Hay que aprender a amarlos, a quererlos como son. Esto es una sublime profesión de amor, como dijera Martí. La mayor satisfacción que podemos sentir es verlos convertirse en seres útiles a la sociedad, y lo otro, es que te vean por la calle y te digan maestra. Eso es un gran regocijo. Ellos son niños muy agradecidos. Siempre recuerdan a su maestro. Me siento orgullosa de la labor que realizo”, confiesa la educadora.
Más de cuatro décadas atesora Gladys Caballero Álvarez en el sector educacional. Durante todo este tiempo ha sido refugio, sostén y luz para cada uno de los alumnos. Sus lecciones anidan en todos sus discípulos, quienes se enorgullecen de tenerla como maestra.
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