Lecciones sublimes (+fotos)

Mientras permanece en el aula, el cabaiguanense Pedro Aurelio Rodríguez González, puntal del Sistema Nacional de Educación durante 62 años, escapa de la realidad

“El maestro tiene que ganarse el cariño de sus estudiantes”, afirma uno de los protagonistas de la Campaña de Alfabetización. (Fotos: Alexey Mompeller/Escambray).

En fila, por el pasillo central de la escuela primaria Tomás Pérez Castro, camina la inocencia. A centímetros de los educandos de quinto grado, Pedro Aurelio Rodríguez González permanece a la expectativa. Basta una mirada suya para corregir indisciplinas.  

La mañana bosteza en Cabaiguán y en el recinto el silencio ordena. A la carga vuelven lápices, libros y libretas. El maestro, que desde 1962 adorna el pizarrón con su caligrafía perfecta, registra la fecha e indica el tema de la clase.

ENSEÑANZAS ESCAMBRAY ADENTRO

A sus 79 calendarios expirados y con la venia de los achaques, el educador de la Enseñanza Primaria ha compartido saberes por más de seis décadas. La Cuba revolucionaria reclamaba a profesionales de verbo elegante y alma sublime para formar la esperanza del mañana.

Los lamentos de aquella realidad desbocaron las aspiraciones del adolescente de 17 años. Chapuzones en el río, mecer el sueño en una hamaca, saborear la vianda cocida al carbón y aleccionar a infantes dieron un punto de giro  a sus días.

¿Cómo reaccionaron sus padres a la determinación de un aspirante a maestro?

“Con el tiempo apoyaron mi decisión, pero en un principio se opusieron. Querían que optara por una ingeniería o emprendiera otra carrera; mas siempre aposté por enseñar”.

El casi octogenario es uno de los docentes jubilados que se reincorporaron a las aulas.

¿Qué le reservó la mejor aventura que ha podido permitirse?

“Me seleccionaron para un curso preparatorio de magisterio, a impartirse por seis meses en Matanzas. Decidieron enviarme a Minas de Frío, en las inmediaciones de la Sierra Maestra.

“Al llegar a Sancti Spíritus cambió el destino de la ubicación. Durante dos años académicos me vinculé a la escuela David Guardarramas, ubicada en El rincón del Naranjo, en la zona del Escambray, 8 kilómetros adentro de Güinía de Miranda”.

En las entrañas del Macizo de Guamuhaya, el sustituto de la única maestra de la que tenían referencias por esos lares robusteció su bigote entre discípulos de primero a quinto grados, e iluminó la comunidad.  

“A pesar de mi inmadurez, en esos lugares intrincados el maestro lo era todo. Las mujeres contaban conmigo para cualquier problema. Al instalarme en casa de un campesino, me veían como un hijo más; hasta jugaba a la pelota con los muchachos.    

“Impartía clases solo en la sesión de la mañana. Las tardes las reservaba para ayudar a las familias en los quehaceres del campo”, confiesa este hombre que también se ensillaba una cesta para recoger café y, de paso, sentir las picadas de fuego de las hormigas santanicas.

En plena manigua y rodeado de escolares, lo conquistó una pedagoga especial que, de paso por el lomerío, cautivaba a los guajiros de los alrededores. María de los Ángeles Álvarez Fernández, la esposa y madre de sus dos hijos, desde la eternidad todavía lo acompaña.

A la postre, acumularía experiencias en un centro enclavado en Los Molinos, Banao. Por problemas de salud, lo trasladaron al desaparecido plantel del municipio Roberto Rodríguez. El seminternado Noel Sancho Valladares le depararía una parada determinante en su ejercicio profesional, al refugiarse allí por más de medio siglo.

ESA SIEMPRE SERÁ MI ESCUELA

Mencionar dicha institución, luz del territorio, devuelve al otrora jefe de ciclo del área de las Ciencias Naturales, por espacio de 20 años, a una época de glorias.

“Formé a varias generaciones de cabaiguanenses. Hoy muchos de ellos que ya peinan canas, nunca se olvidan de saludarme en la calle. Ese es el orgullo más grande que puede sentir uno, que te recuerden”.

¿Considera que el rol del maestro supera el espacio físico del aula?

“Tuve alumnos con problemas familiares, incluso rechazados por los mismos progenitores. Enfrenté incontables situaciones y lo hice mediante las visitas a esos hogares disfuncionales. Les hablaba mucho, insistía en brindarles un esmero diferenciado y sembraba amor para domar tanta rebeldía. El maestro tiene que ganarse el cariño de sus estudiantes, de cualquier forma y sin importar el motivo”.

Debutó en esta escuela en la flor de su juventud. Para 2014 la jubilación le pisaba los talones y negado a abandonar el recinto, que para él alberga cierto misticismo, retornó en condición de docente reincorporado por otros dos períodos lectivos. Tamaña deuda tiene el sistema educacional en Cabaiguán con Pedro Aurelio, resistido a alejarse del sector. 

Pedro Aurelio ha formado a generaciones de educandos.

¿Qué lo ata a ese centro?

“No hubiera querido irme nunca de la Noel Sancho; lo hice por necesidad. Extraño a mis compañeros, el lugar… La considero mi escuela, donde me formé y contribuí a la educación de tres de mis nietos y no por ser su maestro les exigía menos.

“Al enfermar mi esposa, requería de cuidados. Para poder estar cerca de ella pedí un traslado hacia la Tomás Pérez Castro, donde me he mantenido por cinco cursos”.

PASIÓN SALDADA

La marcha parsimoniosa de Rodríguez González delata al casi octogenario, vanidoso de una vejez alejada de un sillón y la soledad. Su voz alcanza el último pupitre. Le falta bastante por decir y obrar al soñador que, con 16 almanaques, alfabetizó a parte de la población de Neiva.

“No sabían ni sostener el lápiz. Con voluntad aprendieron a leer y escribir. Emocionaba ver cómo vencido ese capítulo de la Revolución, le dedicaron una carta a Fidel en muestra de lo aprendido. Uno era una persona de la tercera edad y lloró de felicidad la primera vez que leyó el periódico. Me convenció de que sería maestro”.

¿Pensó en algún momento abandonar el sector, uno de los menos remunerados a nivel de país?

“Siempre me he mantenido en la esfera educacional, a pesar de las limitaciones y el bajo salario. En los comienzos cobraba 85 pesos mensuales. Me empeño en ser mejor cada día, en cumplir con mi deber. Alerto a mis compañeros para si me ven cancaneando, me lo digan sin pena. Padezco de todo, pero mientras tenga salud seguiré frente al aula”.

¿Ha multiplicado fuerzas en respuesta a la deficitaria cobertura docente?

“En múltiples ocasiones he asumido más de un grupo de educandos. El éxodo de personal ha conllevado a  esa fusión, carga docente a la que respondo con total disposición”.

A este migrante digital, Internet, las redes sociales digitales y demás plataformas de la comunicación moderna pudieran parecerle ajenas. En la era de youtubers, tiktokers, influencers y gamers, las pantallas táctiles lo retaron para convertir las clases un espectáculo del saber. 

¿Cómo atraer a la Generación Alfa?

“Los cambios tecnológicos conllevan a mejoras.  La vida avanza y la educación le sigue el ritmo. Al maestro le corresponde autosuperarse para ofrecer contenidos de calidad; uno debe saber más de lo que imparte. El Tercer Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación apuesta por que alumnos y maestros dispongan de una preparación óptima. 

“Recurro a medios audiovisuales, a la red de redes. Permito el celular en el aula, solo si se ajusta a los motivos de la lección. Por ejemplo, les pido que busquen determinado concepto y así los oriento a encontrar  información validada por fuentes reconocidas”.

Alexey Mompeller Lorenzo

Texto de Alexey Mompeller Lorenzo

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