Cuando la dupla espirituana integrada por Liset López y Duniesky Contreras rompió el hielo en 2018 y auscultó casi palmo a palmo la provincia para conocer si aquí se leía o no y, por supuesto, qué, no imaginó que entre sus conclusiones se distinguiría una sin medias tintas relacionada con los consumos a la velocidad de un clic.
“La frecuencia de lectura de los materiales tradicionales como libros, revistas y periódicos se mantiene con una preferencia por el formato impreso, aunque en el caso del libro se observa una tendencia hacia el formato digital”, se lee en el texto El hábito de la lectura. Una mirada desde Sancti Spíritus, publicado por la Editorial Samuel Feijóo, de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas.
Aún recién estrenada, esta propuesta —avalada por Enrique Pérez Díaz, director del Observatorio Cubano del Libro y la Lectura— anuncia un fenómeno que crece de forma vertiginosa.
Pero, mucho antes de esta publicación con sello espirituano, ya en Cuba desde 1993 se mostraba interés por acercar textos digitales a las diferentes generaciones de lectores. Entre los antecedentes reconocidos se identifica ese propio año el depósito de la novela Caballo de Troya en ese formato en la Biblioteca Nacional José Martí.
Luego, aparecieron las primeras plataformas: la Empresa de Tecnologías de la Información y Servicios Telemáticos Avanzados, (Citmatel) y Ruth Casa Editorial, por citar las más usadas. Todo ese movimiento que convoca además a especialidades un tanto distantes de la cultura como en Ciencias informáticas y de la Información propiciaron que el Instituto Cubano del Libro (ICL) decidiera implementar el Programa Nacional de Desarrollo del Libro Digital en Cuba, a fin de promover buenas prácticas en la realización de títulos en soporte digital.
Y en esa avalancha creativa, donde poco a poco se han sumado todas las editoriales del país, incluida muy recientemente Luminaria, ha generado un incremento considerable de títulos digitales con factura nacional; también ha propiciado un respiro para aligerar las largas listas de espera para publicar por las ausencias de papel y otros insumos, aunque no pocos autores han mostrado inconformidad por anhelar el placer que genera el tacto con el olor a tinta. El escaso número de novedades impresas presentadas durante la recién finalizada Feria del Libro no dejan márgenes a las dudas de que hoy el libro físico cubano es casi una exclusividad.
“El mundo sigue siendo analógico, y digo mundo porque no es algo propio de esta isla —aclara Víctor Ángel Fernández, profesor universitario, escritor y responsable de la librería virtual del ICL, recién presentada y anclada a la plataforma EnZona—. Y creo que en el caso de nuestra nación estamos en la fase de comprender de qué estamos hablando, porque en el resto del orbe y aquí lo que hacemos es digitalizar libros y no confeccionar el libro electrónico”.
Este experto, quien llegó a Sancti Spíritus, durante los días del mayor suceso cultural precisamente para trazar estrategias en los andares autodidactas de Ediciones Luminaria en este tema, insiste en que los libros electrónicos nacen con esa condición y no como alternativa por las muchas ausencias.
“Tiene que ser un texto con hiperenlaces e intercambios entre los lectores sin barreras geográficas. Y no significa que tomemos un libro pensado para papel, lo editemos y lo convirtamos en un ebook. Ese pensamiento le toca al propio escritor porque es quien conduce al lector por la trama y lo deja que dialogue con otros discursos”.
Pero, más allá del formato, para Víctor Ángel Fernández, quien compartió con los espirituanos que a pesar de su casi estreno existe ya un centenar de propuestas llegadas desde diferentes editoriales nacionales en la librería digital del ICL, lo más importante es no dejar morir la literatura, que ha sobrevivido gracias a las firmas de verdaderos genios universales.
“Lo que más me preocupa de todo este tema en Cuba son las muchas incomprensiones que aún rodean el tema. Eso no le resta importancia a los muchos problemas que tenemos, en todos los sentidos de la vida. Además, pienso que hay desconocimiento. Muchas soluciones pueden darse mediante la electrónica. Pero, si hoy todavía hacemos pagos La Habana-Guantánamo a la antigua porque existen trabas en los procesos de transacción, será imposible lograr otros resultados”.
El doctor en Ciencias Históricas Ariel Dacal Díaz, una de las firmas recurrentes en la Editorial Caminos, del Centro Martin Luther King Jr. apunta el debate hacia un fenómeno no muy distante: la falta de cultura sobre el libro, en sentido general.
“Que la gente quiera leer tiene que ser lo que nos tiene que inspirar. En eso, hay mucho por debatir todavía. Toda la literatura llega a espacios de disputa cultural, ideológica y hay que tener claridad en eso. Por eso, nos tienen que preocupar los contenidos y los métodos que materializamos para comercializar ese producto. En nuestra editorial estamos trabajando en ese sentido sin renunciar al libro impreso porque estamos conscientes de que mucha gente aún presenta problemas de conectividad, tampoco tiene hábitos para descargar los títulos. Además, está muy vigente el libro impreso y su impacto cultural y afectivo, de ahí que no renunciamos a su existencia”.
Esta última idea la suscribe Víctor Ángel Fernández, quien evoca a la historia de la humanidad para recordar que la aparición de este formato de lectura es sencillamente hijo de un contexto.
“No pienso nunca en las muertes porque sencillamente van a coexistir alegremente. Es como si en el siglo XVIII le hubieran preguntado a un cochero qué podía pasar si apareciera un artefacto llamado automóvil. Hoy ambos están por nuestras calles”.
Ciertamente, ya sea en uno u otro formato, incluso en uno hoy inimaginable para las mentes humanas, lo trascendental es apostar por la lectura como el acto que nos hace crecer como humanidad. Tal y como también se reconoce en el título espirituano bajo las firmas de Liset López y Duniesky Contreras, la práctica cultural de la lectura no puede perderse porque resulta uno de los sostenes más sólidos en la construcción de la nación.
Con un poco más de seriedad y organización se pueden llegar a hacer grandes cosas.
Lo digital puede llegar a muchas manos sin tener que esperar a su edición en física, los cuales, aparte de una vez al año, por las condiciones y etc, no se puede aspirar a más o como mínimo, a lo que había antes, al menos en cantidad.
Empezaría con una licencia para rescatar y vender toda la literatura de nuestro pasatiempo nacional, que si ser patrimonio no impulsa algo como eso , pues nada lo hará. Y no solo las biografías, sino lo referente a las temporadas de béisbol, los libros que toquen reglas y problemáticas, las curiosidades( sigo esperando el de curiosidades Beisboleras, vendido una sola vez, cuando la feria se ponía buena, y hasta los dias de hoy).
Por otra parte licenciar las ventas respecto a algunos artistas consagrados en materia del comic a nivel nacional, con historias sólidas, interesantes y conclusiones.
Que impide vender aquel gran libro de historietas de Fefo El Cuentero?? Si lo sacarán en físico, seguro se queda en la Habana, en digital llegaría a todo el mundo… Demasiada tela por dónde cortar, y seguro que ni va a llegar el 1 % de todo lo que recuerdo…
Excelente artículo Lizandra!