Cuando se vio tan cerca de lograrlo y no lo concretó, Lisbet Hernández Hernández se derrumbó. También porque era el evento que más le gusta: el rifle tres posiciones a 50 metros y porque había materializado la mejor tirada de su vida: 5.77 puntos
Pero el XIV Campeonato de las Américas de Rifle y Pistola con sede en Buenos Aires, Argentina, le reservaba otros asientos a París. Se repuso rápido de su quinto lugar y buscó en la táctica y la concentración los mejores aliados.
Dos días después, en la línea de tiro habían más de los metros que mediaban hasta la diana. Tanto como París, un objetivo que ella tenía, pero no los pronósticos del equipo.
Y Lisbet lo hizo, con la otra tirada mejor de su vida: 623.5 puntos, conseguida en la fase clasificatoria. Así se llevó el tan ansiado cupo a la Olimpiada veraniega de este año y la medalla de bronce con que secundaba a dos que ya tenían el boleto y, por tanto, le daban el derecho a ser la tercera espirituana en lograr la clasificación para las citas de los cinco aros, contada también la Paralimpíada.
“Me concentré en el tiro a tiro, ahí tienes que manejar las presiones, sin ver en qué posición vas, aunque uno no puede evitar escuchar mientras van diciendo los lugares en que te encuentras, pero me dije: “vamos a seguir haciendo el mismo trabajo”. Lo mío era superarme a mí misma ya que estaba en el mejor momento de mi vida, sabía que era mi última opción, que tenía en la mexicana a la rival más fuerte. Mi objetivo era entrar en la final y ya lo había logrado. Entonces mi entrenador me dijo: “¡a batirte!” y eso hice.
“Cuando terminó la competencia y vi que lo logré me puse muy feliz y al fin respiré, mucho más cuando miré hacia atrás y vi a mi entrenador dando brincos en la silla”.
Tenía también un reto interno, de esos que se ha impuesto a lo largo de su carrera. “No me sentí bien después del primer evento, iba bien, entre el segundo y tercer puestos, con la brasileña y la puertorriqueña que eran las más fuertes hasta el final”.
Pero esa puntería afinada no salió de la nada. Además de lo que le aportan su experticia y talento, la pudo poner a punto previo al torneo: “Hicimos una excelente preparación de 21 días en Argentina y eso fue decisivo, estuvimos en ese propio campo de tiro, se conoce de las malas condiciones que tenemos en el campo nuestro, con pocas balas además, aunque ahora disponemos de un blanco electrónico y eso nos ayuda en el entrenamiento del rifle de aire”.
Con el boleto a París se concretaba uno de los más caros anhelos desde que con once años cogió el primer rifle “en serio”, de la mano de su papá Julio, por varios años su entrenador y también comisionado nacional de la disciplina.
Adornan sus 16 años de carrera en el más alto rendimiento desde que hizo el equipo Cuba juvenil, campeonatos y Copas del Mundo, varias medallas panamericanas y centroamericanas, innumerables nacionales, pero le falta inscribirse en un evento de esta envergadura para mantener al tiro deportivo espirituano como uno de los deportes con mayor presencia olímpica.
Logrado el objetivo no viene, como suponía, un ejercicio de relax. Y eso me lo aclara mientras me habla al celular tras dormir a su pequeña Lía, una de las “tiradas” que más disfruta cuando el rigor de los entrenamientos y los viajes se lo permiten.
“Lo esencial es estar en la Olimpíada, pero uno siempre quiere hacer lo mejor y sé que con esas tiradas no podría entrar a la final, por eso quiero superar esas marcas y eso te crea una presión adicional, aunque no quieras, por eso tengo que prepararme mejor. Ahora en mayo estaremos en las Copas del Mundo de Bakú y Munich y esa competencia me sirve de entrenamiento”.
Pero, mientras apunta a París, se llena de otros aires más cercanos. Arrulla a su pequeña de tres años, quien minutos antes se rindió con los cuentos que mamá le susurra todas las noches.
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