Su madre, sobre todo, hizo de Frank una persona pura en sus ideales y justiciero por antonomasia, razones importantes para convertirse después en la simbiosis del revolucionario radical que, al mismo tiempo, es un hombre bueno, humanista, decente, educado, amable, respetuoso y cristiano por naturaleza esencial.
Frank era una persona común en apariencia, no solo por tener un rostro aniñado ajeno al estereotipo violento, sino porque en verdad era romántico, tranquilo, poeta, pianista, nunca dado a histrionismos baratos; pero era una excepción.
Pudo hacerse maestro en la Escuela Normal, y no arquitecto, porque tenía todas las aptitudes para ello, en tanto se erigió como un dirigente estudiantil de profunda educación moral y altivo patriota frente a cualquier atisbo de sometimiento o actitud timorata.
Era un hombre sin vicios: no fumaba, no bebía, no decía palabras inadecuadas o hirientes, profundamente religioso y con valores que imponía en todo momento sin importar las consecuencias.
EL HOMBRE
El 7 de diciembre de 1934, cuando andaba la Revolución del 30 yéndose a bolina, nació Frank Isacc País García, en una casa pastoral que fue la primera iglesia bautista de Santiago de Cuba.
Fue el primogénito del matrimonio formado por el reverendo Francisco País Pesqueira y Rosario García Calviño, inmigrantes españoles que llegaron a Cuba para levantar mejor sus vidas.
Frank vivió a plenitud su niñez junto a sus hermanos Agustín y Josué, a pesar de la muerte temprana de su padre y verse la madre en situación más difícil para salir adelante con su prole.
Fue muy bien criado, y desde niño fue sensible, familiar, amable y muy correcto; pero también era muy activo en todo, y tenía la capacidad de enamorar a la gente, influirla y hacerse querer, por lo que en todas las escuelas era líder natural, sea en los recreos o en campamentos de verano de la iglesia bautista de la que fue devoto.
Cuando niño era como cualquiera de su edad: jugaba en el barrio con los demás, comía mamoncillos, correteaba; pero desde ya era muy serio y se mostraba como un adulto, enseñando a los demás que debían estudiar, superarse, porque ese era el único modo de salirse de la pobreza.
Era muy disciplinado con todo, hasta el punto que se salía del juego, sin que nadie lo llamara, para regresar a su casa y estudiar las materias del día y seguir practicando el piano y el acordeón.
Con sus hermanos se portaba como si fuera el padre, asumiendo una responsabilidad inaudita y, si bien tenía excelentes relaciones con todos los niños, mostraba su carácter fuerte y vibrante, aunque jamás fue, ni en lo mínimo, una persona violenta o abusadora.
La educación de Frank fue esmerada, en la raigambre de las costumbres y modos de hacer, cuidando los padres, en especial Rosario, que sus hijos adquirieran enseñanzas profundas, valores acendrados y principios elevados, mientras aprendían a ser personas de bien para la sociedad, su familia y ellos mismos.
Su instrucción escolar se fraguó, hasta los 15 años, en escuelas religiosas; primero en su casa, después en el Instituto José Martí, para ingresar más tarde en el Instituto de Segunda Enseñanza, que solo le sirvió como trampolín para la Escuela Normal para Maestros de Oriente (ENMO), donde muestra ya sus dotes de dirigente.
Muy rápido se convierte en presidente de la Asociación de Alumnos de esa escuela, aupado por su personalidad absorbente, su enorme y seductor atractivo y su capacidad para armonizar y convencer.
El amor a la Patria de Frank era inigualable, admirando su historia, anteponiendo todo a este sentimiento, como se lo dijo a su novia Elia Frómeta Guzmán, cuando ella lo inquirió celosa; él respondió que sí tenía otro amor al que se entregaba de manera total: la Patria, y que debería acostumbrarse a ello, pues era una decisión inapelable.
Hablando de novias, el otro gran amor de Frank lo fue la bella América Domitro Terlebauca, que el día que lo mataron andaba en la tienda El Louvre comprando el ajuar para la boda que haría pronto con el joven guerrero después de un noviazgo intenso y un compromiso total con ella, a la que se unió solo después de haber roto de manera oficial y clara con Elia.
EL PARADIGMA
No propugnaba la violencia pública, ni se mostraba tan agresivo como otros jóvenes en sus enfrentamientos públicos, aunque siempre estuvo al frente de los pocos normalistas manifestantes y al resto les estrujó la conciencia en el texto Cobardes, diciéndoles que su miedo fundamental debería ser perder su dignidad y honor.
Cuando vio la masacre ocurrida después del 26 de julio de 1953, aseguró que sus deseos de matar eran palpables, él que era un hombre con una profunda devoción cristiana por la vida humana; entonces entró a la Revolución para oponerse, por la violencia necesaria, a un sistema que le parecía perverso y, por ello, que debería destruirse.
Se convierte en el segundo hombre más importante del movimiento 26 de Julio, en una primera etapa signada por el combatiente incansable de las calles de la ciudad, que viaja por diferentes provincias, dirige la rebelión de una ciudad, organiza, aun estando preso, el primer grupo de refuerzo que lo hace conducir armado y avituallado hasta la Sierra Maestra.
Después, en sus meses finales, cuando su madurez política alcanza el cénit, su prolija actividad de ideólogo y organizador supera todo lo anterior: determina planes, modos de organizarse, estrategias, establece regulaciones para las milicias, privilegia modelos.
No hay dudas de que sus aportes fueron decisivos para la construcción de un ejército revolucionario tanto en las montañas como en cada ciudad de Cuba y su ejemplo medular, hasta en las cosas más sencillas, como aquella callada forma de enseñarles a los guerrilleros la importancia de limpiar las armas y organizar las balas para saber siempre con cuánto respaldo se contaba.
No tenía el estereotipo de líder, aunque sus características son las que deberían tener quienes dirigen pueblos. Asumiendo a Martí en su legado de sacrificio y amor profundo a su Patria, Frank mostró a los demás sus dotes de dirigente indiscutido de la lucha contra Batista: organizador profundo, creador de organizaciones para obrar, lealtad absoluta a la lucha, abnegación total a la misma y decisión por la lucha armada.
El hombre más buscado en Cuba por las fuerzas represivas estaba en la clandestinidad más profunda, pero también piensa en América y en cada oportunidad se sube a la azotea de donde está para verla a ella a los lejos, él alborotado de un amor intenso, presto para las mayores pasiones y ella, a ciegas, sabiendo que su amor la aceptaba a los lejos al menos para saborear su imagen y resistir mejor el embate de la clandestinidad.
Hombre tan temerario como sensible, demostró fehacientemente su valor en sus 22 años, demasiado pocos para ser tan grande, pues en la lucha política afrontó todos los riesgos sin titubear y en la vida social fue brillante escritor, instrumentista, dibujante.
Lo mataron por valiente, por confiado y por culpa de Randich, el negro al que tanto ayudó en la Escuela Normal y que ahora identificó a Frank ante el cruel Salas Cañizares; entonces, las hienas sanguinarias hicieron su trabajo.
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