Los hijos son mi vida (+ fotos)

La pedagoga Juana Ulacia Delgado es un ejemplo como madre al guiar sola a sus tres hijos por el buen camino, a pesar de sus múltiples responsabilidades

“Cuando usted le enseña a su hijo que hay que sentir amor, ser solidarios, respetar a los demás y tener responsabilidad, la pelea la tienes ganada”, asegura Juana. (Fotos: Orlando Suárez)

Quizás el hecho de dedicar toda su vida al magisterio le facilitó la difícil tarea de criar y educar a sus tres hijos por el buen camino, a pesar de hacerlo sola.

“Sin dejar de cumplir con todas mis responsabilidades, supe educar correctamente a mis tres hijos, fui madre y padre a la vez. Ellos iban conmigo a todas las actividades, a las reuniones. Mira, recuerdo que Robertico con apenas año y medio aprendió a caminar una noche durante una reunión del comité de base de la juventud en Topes de Collantes.

“Mis hijos son mi vida, les brindo todo mi amor del mundo, pero siempre con respeto, inculcándoles el sentir por la Revolución, lo importante de ser educados, tener buenos modales, y le aseguro que, a pesar de ser mayores de edad, mi palabra todavía es escuchada y asimilada por ellos”.

La crianza de Robertico, Lipsys y Jennyha constituido una de las principales virtudes como madre de esta mujer menuda, pero de verbo seguro y fuerte.

Al preguntarle sobre cuáles serían las mejores “recetas” para que una madre conduzca adecuadamente a sus pequeños, en medio de tantas limitaciones económicas, Juana responde de manera tajante:

“Es verdad que atravesamos momentos difíciles, pero hay una cosa muy importante que es la formación de valores. Cuando usted le enseña a su hijo que hay que sentir amor, ser solidarios, respetar a los demás y tener responsabilidad, la pelea la tienes ganada. La familia es la célula fundamental de la educación de las personas; el maestro trabaja para reforzar lo que cada madre y padre les inculca a sus hijos, por ejemplo: los buenos modales, el saludo, la despedida, la disculpa, el permiso…, esas cualidades se adquieren con dificultades económicas y sin ellas”.

También su misión como abuela está presente en la formación de Yenkarlos y Analía, sus dos nietos, quienes la acompañan tanto en sus actividades dentro del magisterio como en la labor que realiza en el sistema electoral cubano. “Cada vez que hay un proceso eleccionario el varoncito me dice: ‘abuela voy contigo para cuidar la urna’, eso realmente me reconforta”.

SER MAESTRA LO DISFRUTO

El hecho de ser pedagoga le ayudó en la crianza de sus hijos, a pesar de ser madre y padre a la vez.
El hecho de ser pedagoga le ayudó en la crianza de sus hijos, a pesar de ser madre y padre a la vez.

Sus virtudes como persona van más allá de la formación de sus hijos, pues atesora una rica trayectoria dentro del magisterio.

“Era tanto mi interés por el sector educacional que renuncié al olor del melado de la caña de azúcar y me incorporé al curso de maestros emergentes, entonces desde 1969 comencé a trabajar en San Juan de los Yeras, provincia de Villa Clara, luego en Ranchuelo como inspectora de Educación de Adultos y más tarde en la comunidad de Topes de Collantes como profesora de Español, hasta que en 1975 me gradúo como Maestra Primaria”.

Sin abandonar las aulas, la pizarra y la tiza, Juana se mantuvo durante seis cursos en las montañas trinitarias y al contraer su primer matrimonio se traslada a Trinidad a impartir clases y ocupar cargos de dirección en diferentes centros estudiantiles del municipio hasta el 2007.

A partir de su demostrada trayectoria laboral y profesional es seleccionada para integrar un grupo de pedagogos cubanos que partió ese propio año hacia la República Bolivariana de Venezuela como parte del programa Yo Sí Puedo.

“Allí permanecí algo más de dos años como asesora, orientando y supervisando a los venezolanos cómo se desarrollaba el proceso de alfabetización. Fue una labor muy bonita, muy solidaria, de mucho amor, que jamás olvidaré”.

Una vez en la Patria de todos los cubanos transcurre un tiempo y le llega la edad de jubilación, decide hacerlo y sin embargo sucede lo que demostró su pasión por el magisterio.

“Que va, nada más que estuve un mes en la casa, no resistía estar lejos de un centro educacional o fuera del magisterio y me reincorporé de inmediato hasta los días de hoy que sigo de profesora en el centro politécnico José Mendoza, de aquí de Trinidad”.

A Juana Ulacia Delgado se le humedecen los ojos al narrar los momentos vividos en la capital del país cuando Fidel declaró a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo, pues ella, con apenas 11 años, alfabetizó a cinco campesinos en el batey La Ceja, municipio de Placetas.

Entre sus numerosos reconocimientos dentro del magisterio, esta mujer y madre ejemplar, atesora celosamente en su hogar la Medalla Rafael María de Mendive, 40 aniversario de la Campaña de Alfabetización, Distinción Por la Educación Cubana, la Medalla Pepito Tey, los Sellos de Educador Ejemplar y de la ANIR, además de que en varias ocasiones ha participado en los eventos nacionales de Pedagogía. También ha sido reconocida varias veces por su sobresaliente labor como autoridad electoral.

Para ella la formación de valores en sus hijos y nietos constituye hoy su mayor satisfacción.
Para ella la formación de valores en sus hijos y nietos constituye hoy su mayor satisfacción.

Al final del diálogo la instamos a que se autodefina como mujer, madre, autoridad electoral…, agita su abanico ante el intenso calor y expresa: “Juana es una guerrera, ha tenido una vida de guerrera, en las buenas y en las malas, una persona que ha priorizado siempre la educación de sus hijos, sus nietos y el resto de la familia, sin dejar a un lado todas mis responsabilidades”.

Reidel Gallo Rodríguez

Texto de Reidel Gallo Rodríguez
Reportero de Escambray

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