Como un reloj suizo Marianelys Portell Martín cuenta los segundos del día para que cada planificación en su agenda e imprevisto se materialicen. Despierta cuando muchas personas aún duermen y regresa a casa cuando el sol se pierde de vista.
«Hay tiempo para todo o por lo menos sacas el tiempo para aprender cómo organizarte», reconoce esta jovencita de 24 años y quien funge como especialista B en Gestión de la Calidad en la empresa agroindustrial azucarera Melanio Hernández, en la comunidad rural Tuinucú del municipio espirituano de Taguasco.
Llegó allí, donde en tiempos de zafra el olor a cachaza empalaga y la mole de viejos hierros del central impactan a la recién egresada como Ingeniera Química. Ya suman dos años y habla como una verdadera experta del proceso de fabricación del azúcar. Cuando se muele como en esta época, las semanas no tienen fin y la permanencia en el hogar, en la ciudad del Yayabo, se hace menor.
«No me imagino trabajando en otro lugar. Me encanta. Increíblemente, cualquier derivado de la caña de azúcar te permite disfrutar de un proceso muy bonito, el más completo para la carrera que estudié».
Se confiesa una enamorada de los átomos y moléculas. De ahí que disfrute sobremanera comprobar una y otra vez la calidad de las producciones de la única empresa que aún vive días de zafra en Sancti Spíritus. Incluso, en la de este año, que las lluvias inesperadas de diciembre obligaron a paralizar por unos días los cortes de caña, y la falta de aceite e incompleto parque de máquinas, hacen que el colectivo busque constantes alternativas para extraer de la planta el azúcar.
«La Química me gusta porque necesito comprobar todo», resume.
Quienes conocen a Marianelys Portell, la muchacha de torrente voz y mirada firme, aseguran que esa misma objetividad la pone en práctica en el resto de sus responsabilidades. A la par de las probetas e instrumentos de laboratorio oxigena la vida del comité de base de su centro laboral.
«Cuando entré la Juventud la lideraba un muchacho jefe de área de la industria. Se le hacía muy difícil durante la etapa de reparaciones y me pidió que asumiera. Acepté de inmediato porque en mi etapa estudiantil había sido jefa de colectivo y de aula».
Una historia en retrospectiva que la obliga a hacer silencio. La humedad en sus ojos delata que el dolor por la ausencia materna, horcón del hogar, aún es fresco.
«Decir que sí a eso tiene que ver con la educación que se recibe. Desde pequeña vi a mi madre comprometida, entregada, valores que me inculcó. Es por eso que trato y trataré siempre de ser ejemplo en mi radio de acción».
Precisa otra vez callar. Los sollozos solo encuentran tregua al recordar el cambio que ha dado la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en su empresa, donde todas las manos se alzaron para que fuera delegada directa al XII Congreso de la UJC. «Cuando comencé éramos solo tres militantes. Ahora somos siete y nos enfrascamos en 13 crecimientos».
—¿Cuál ha sido la clave?
—La motivación, mucha motivación. Si ahora se convoca para un trabajo voluntario al concluir, no es salir corriendo para la casa. Hay que hacer como mínimo una caldosa, llevarle una merienda mejorada, reconocer a los asistentes, porque no creo que lo material sea solo lo importante, sino también el estímulo moral.
Lo dice con conocimiento. Marianelys Portell ha visto los rostros bisoños de su colectivo empujar un sector económico importante a nivel de país, pero muy deprimido tanto en el recurso humano como en tecnologías y otros insumos.
«Predomina la alta edad en nuestro ingenio, pero afortunadamente nos han dado una inyección de juventud comprometida, gracias al egreso de varios cursos de la especialidad técnico medio en fabricación de azúcar.
«Las reparaciones del central, en su mayoría, las han hecho esos jóvenes. Se van de noche porque hablamos de trabajos rudos, bolas de hierro que se tienen que soldar, subir alturas, hacer mucha fuerza…».
—Con esas experiencias en las manos, ¿qué expectativas tienes del congreso?
—Comenzamos un año difícil, no solo para la zafra. Las dificultades han avivado conductas que duelen como el éxodo del recurso humano calificado del sector estatal e incluso del país. Nos tocará en el congreso pensar en los caminos que debemos tomar para contrarrestar los pensamientos que provocan eso. Hay que sentir a Cuba, reconocerle sus bondades y cosas positivas, porque la juventud jamás puede permitir que perdamos la condición de vivir en una nación libre y soberana.
—Para cumplir con eso ¿cómo sueñas la organización que representas?
—Primero hay que desterrar las acciones que la han convertido en un espacio de reuniones frías y pago de cotizaciones. La juventud tiene que creer en su organización como refugio fiel para resolver problemas e insatisfacciones.
«Para ello se precisan líderes ejemplares, disciplinados, comprometidos y acompañados por el resto de quienes conducen los caminos de este país, porque solo así valdrá la pena estar en la UJC».
(Tomado de Juventud Rebelde)
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