Tiene 27 años de edad y peina canas en el campo. Y es que, desde muy pequeño, Mario Jorge Pérez Armas aprendió a lidiar con animales y a conocer muy bien la tierra. Desde la finca La Candelaria, herencia de sus abuelos maternos, supo que su vida estaría ligada a las labores agrícolas. Quizás por ello, a pesar de su juventud nadie le puede hacer un cuento de agricultura.
Desde bien temprano, mucho antes de las seis de la mañana, ya este muchacho va camino al trabajo. Entre el ordeño de vacas, la comida de los animales, y la atención de las colmenas, transcurre la rutina de este joven que se ha entregado en cuerpo y alma a una labor que no todos los de su edad tienen en la diana de sus proyecciones.
“Vengo de una familia de campesinos, pues heredamos la tierra de mis abuelos y la trabajamos mi papá y yo. Allí aprendí a trabajar con los animales, las vacas, los bueyes…, y también a trabajar la tierra”, cuenta Mario y en el rostro todavía le quedan huellas del trabajo de la jornada.
Todos los días, muchas veces en bicicleta; otras, a pie, este muchacho se traslada de Iguará hasta Jicotea, sitio en el que se encuentra ubicada la finca, perteneciente a la CCS Obdulio Morales, de Yaguajay. Aunque muchos noten su cuota de sacrificio, él ni siquiera la percibe. Se reconforta con salir a trabajar. Y lo hace con una madurez que no cabe en sus 27 años.
“En la finca tenemos vacas con las cuales mantenemos planes de entrega de leche a la industria. Para este año tenemos un plan de 3 654 litros de leche, distribuidos en los diferentes meses del año. Comenzamos a entregar a partir de abril porque no teníamos vacas paridas, pero ya ahora empiezan a parir y pensamos cumplir lo previsto antes de fin de año como lo hemos hecho en otras ocasiones”, apunta Pérez Armas.
Mario sostiene la conversación y en sus palabras no hay titubeos. Sabe de sobra todo lo que hace. No por gusto pasa la mayor parte del día pendiente a los animales, a los portillos que se les hacen a las cercas, a la alimentación del ganado… Mario sigue al pie de la letra cada faena de la finca. Gracias a ese empeño logra resultados.
“Tenemos caña sembrada para poder alimentar al ganado, para cuando llegue la primavera los animales estén fuertes. De esta forma tendremos buenos rendimientos. También les garantizamos agua de pozo estable para que estén saludables”, refiere el joven.
Para ponerle ciencia a su vocación Mario se graduó como técnico de nivel medio en Zootecnia Veterinaria. Y aunque no lo ejerce actualmente, los conocimientos adquiridos en su formación, los aplica en la finca para caminar con pasos seguros. “Esta carrera me ha ayudado mucho, sobre todo, para el manejo de los animales”, confiesa.
De la mano de los saberes aprehendidos en la academia, este joven asume con profesionalidad las labores agrícolas. Tanto es así que, de las 9.9 hectáreas de tierra que posee la finca, 1.25 las dedica a la siembra de cultivos varios para autoconsumo familiar y apoyar la entrega de productos a la CCS.
“Ahora tenemos sembrado yuca, maíz, y boniato. Cada vez que tenemos algo con lo que podamos ayudar a la cooperativa, lo hacemos. Así se puede contribuir con la entrega de productos al Hospital y Hogar Materno del municipio, entre otras instituciones del territorio”, señala Mario Jorge.
Sin embargo, este muchacho no solo se conforma con dichas actividades. También funge como apicultor. En la propia finca atiende 25 colmenas, cuyas producciones se envían a la Unidad Empresarial de Base (UEB) Apícola Sancti Spíritus.
“Las colmenas sí llevan muchos detalles. No es decir tengo colmenas, por decirlo. Hay que cambiar y comprar la reina, y revisarlas cada cierto tiempo. En esta etapa de sequía no se está sacando mucha miel porque todavía no es la etapa de cosecha, que se concibe de septiembre a diciembre”, destaca.
Y mientras explica con detenimiento cada vericueto de la apicultura, Mario Jorge deja entrever las labores del próximo día. En su mente todo está panificado. Como de costumbre, mucho antes de que despierte el día, estará enredado entre más de diez animales.
Así es Mario Jorge Pérez Armas, un joven consagrado al campo, que a la altura de sus 27 años ha decidido desafiar las madrugadas, el sol y los contratiempos de la naturaleza. En la Finca La Candelaria pasa sus días, porque desde allí sigue los pasos de sus antecesores.
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