Memorias de una serie fatigada

Luces y sombras asoman en el camino de la recién concluida versión 63 de la Serie Nacional

Los Leñadores retienen la corona nacional. (Foto: JIT).

En medio de la vorágine olímpica, la edición 63 de la temporada beisbolera cubana terminó; no con la final trepidante que algunos auguraron, mas lo importante fue que pudo cerrar sus cortinas.

Aun cuando se esperaba una rivalidad mayor por el desempeño de Pinar del Río en toda la campaña que lideró de manera soberbia sin perder una subserie, la campaña cerró con Las Tunas como regio campeón porque supo ser letal y no dejó respirar a los pinareños al ganarles cuatro de cinco juegos.

Los tuneros merecieron el título, su tercero de por vida y su segundo sucesivo, porque lo lucharon con honor, combatividad, hidalguía y feroz ofensiva, sobre todo.

A la Serie Nacional le quedó un gran subcampeón, que salió otra vez de las cenizas en el empeño que su pueblo premió con un recibimiento de altura, como debe ser cuando se gana una medalla. También una postemporada que de nuevo salvó a la campaña regular, cuando atrajo al graderío y a la atención mediática —incluida la de las redes— a quienes aún aman a la pelota y que, por suerte, son muchos. La serie se va con sus deudas con el arbitraje, la defensa y hasta las ganas que a algunos les faltan en cada juego.

En el epílogo, una mirada a la actuación de los Gallos, que anclaron en un meritorio octavo lugar, aunque otros, como el internauta Bernal, consideren que “les falta mucho de combatividad. Amén de excepciones, juegan noble, el aspecto técnico a la ofensiva y la defensa es pobre. Todo apunta a la concepción del juego y al entrenamiento insuficiente. Eso no es nuevo, viene desde aquella estela de buenos jugadores que jugaban bien, pero no ganaban. Se exige pensar y no hacer lo mismo, hay que cambiar desde la escuela hasta el equipo Gallo mayor”.

Cuando ya es oficial la ausencia de Lázaro Martínez al frente de los Gallos en la próxima contienda, les regalo sus impresiones: “No podemos decir que fue excelente, pero la actuación fue buena, pues ante el mejor equipo del torneo el equipo se esforzó, a pesar de tener bajas importantes como cuatro lanzadores y un jugador. Terminamos como mismo empezamos: cometiendo errores que no se podían en el momento clave. Tampoco vino el hit a la hora buena, tiene que ver con la mala selección de los lanzamientos y la ansiedad; con un out, el bateador tiene que hacer su trabajo: dar un rolling a segunda, un fly, pegarle a la bola. Ya cuando hay dos, hay que dar un hit obligado y eso es más difícil, eso se entrena, pero al parecer se les olvida en los juegos, se dejaron muchos corredores en base, tampoco teníamos el bateador idóneo que pudiéramos sacar de emergente”.

Confirmó que se va, tras dos temporadas entre los ocho mejores. “Vine por una y estuve dos, cumplí con estar al frente del equipo y debo dar paso a la juventud, doy las gracias a todo el que me apoyó, fue una experiencia muy bonita que me dio la oportunidad de dirigir una Liga Élite con grandes peloteros, estoy contento hasta con quienes me criticaron, los que estuvieron en contra hablan cosas lógicas que uno tiene que analizar. La prensa me ayudó como director a pensar, a poner comunicarme mejor y todo eso me fortaleció”.

En la despedida reconoce y agradece: “A los que me siguieron, a mi esposa Olga, la que me impulsa en las buenas y las malas, a mi hija, mi familia. Quiero felicitar al equipo y al colectivo de entrenadores que nunca se felicita, se logró estar entre los ocho por el esfuerzo que se hizo en la etapa final, cuando se logró la forma óptima; después se descendió y es lógico, pero creo que fueron valientes. Me faltó lograr lo que siempre pensé: ser campeón como entrenador, como director, ya vendrán otros que logren ese objetivo”.

Y, para él, lo que nos falta para reeditar el título de 1979 lleva varias claves: “Los peloteros espirituanos necesitan jugar con alegría, creerse que, si otros lo hacen, ellos pueden también. Tienen que aprender a no dejarse provocar con nada porque eso los lleva a la desconcentración, hay que desarrollar jugadores versátiles, nos falta cambiar la mentalidad desde que empiecen los entrenamientos; y la otra: las autoridades de mayor peso tienen que apoyar a esos muchachos, la atención no fue la suficiente”.

La Serie Nacional terminó “fatigada”.  Por eso deberá reevaluar cómo retomar su calendario de antaño, que generalmente iniciaba en noviembre y solía concluir en marzo y abril, cuando el sol no es tan violento y hace menos estragos que los vistos ahora con varios jugadores afectados en pleno terreno. Por ahí debe comenzar su proyección, sin replegarse a los dictados del calendario internacional, que a tantos cambios nos ha llevado y que ahora solo convoca al béisbol en general muy poco, mucho menos al nuestro.

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

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