De todo el entorno que da vida a la Plaza Mayor en la ciudad de Trinidad, uno de sus edificios resalta por la magnitud y belleza de su arquitectura: la fachada de grandes arcos, los hermosos balcones enrejados, los amplios ventanales de madera preciosa… Un antiguo palacio que abre las puertas al pasado y al espíritu más refinado de la etapa colonial en Cuba.
La antigua mansión de los condes de Casa Brunet se convirtió en Museo Romántico el 26 de mayo de 1974 para exhibir en sus salas muebles, joyas, porcelanas, platerías, pinturas y esculturas que recrean el lujo y el poderío de las familias más acaudaladas de la época.
Recibir en vísperas de su aniversario cincuenta el Premio Museo del Año, que otorgan el Comité Cubano del Consejo Internacional de Museos y el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural resume los valores de esta joya patrimonial y la consagración de quienes se dedican a cuidar, mantener y salvaguardar las colecciones exclusivas que atesora la institución.
CADA PIEZA CUENTA SU HISTORIA
Salas, recibidores, comedores, dormitorios, baño y cocina conforman el espacio museográfico, que reúne una amplia muestra de muebles de madera preciosas y bellísimas vajillas, lencerías, porcelanas y cristales de las más afamadas fábricas europeas como Bohemia, Bacarat y Sevres.
De este conjunto se distinguen algunas reliquias como la cama española de bronce y nácar, además de una vitrina alemana en cuyo interior puede admirarse una pluma de oro y rubíes, y variados objetos de nácar, marfil y porcelana.
Carlos Enrique Sotolongo Peña cierra los ojos y repasa en la memoria cada objeto museable que ha tomado en sus manos para ahondar en detalles que dan valor a las colecciones: la fábrica donde fue elaborada, la procedencia del material, la historia de la familia a la que perteneció, cómo llegó al museo… Son muchísimas, más de 2 000, pero para él cada pieza es única.
Junto a la directora Isabel Rueda, todo el colectivo festeja el premio que ha llegado para coronar la celebración por el medio siglo de las más romántica de las instituciones culturales de la villa y que será entregado este 18 de mayo, en ocasión del Día Internacional de los Museos.
“La distinción reconoce la interrelación armónica que logra nuestra institución entre todas sus funciones: el montaje de todo el espacio expositivo, el valor y conservación de sus colecciones, la investigación, las actividades de animación, la divulgación y la participación; pero debo admitir que ha sido un museo excelente desde los primeros tiempos, donde cada pieza habla; cuenta su historia”, revela Carlos Enrique.
Toda la coherencia que se percibe en el discurso museográfico se fundamenta en la labor investigativa impulsada por este hombre apasionado y sensible. “Es un campo inagotable y muy motivador para los especialistas que forman parte del colectivo”.
Y su discípula Rosa Yma Zerquera Barceló agradece las enseñanzas del amigo y guía. Además de museóloga especialista, la joven se encarga de la superación. “El trabajo es amplio y abarca varias temáticas generales como la conservación o la historia y la cultura de la ciudad; y otras relacionadas con el estudio de colecciones, o de algunos de los fondos del Centro de Documentación Manolo Bécquer que pertenecen al museo”.
LO MEJOR DE LAS ARTES DECORATIVAS EN CUBA
Quienes traspasan el portón de esta casona disfrutan de una de las más valiosas colecciones de artes decorativas de la Mayor de las Antillas. “En total son cerca de 2 000 piezas y 900 permanecen en exposición”, expresa Ofelia Barceló Ramos, responsable del sistema de documentación y una de las personas que han dedicado parte de su vida al museo.
“Todo pasa por mis manos; desde las actas de ingreso hasta el destino final de los objetos. La institución posee cuatro secciones: la de artes decorativas, de pintura y dibujo, de escultura y la de las estampas. Su valor es incalculable”.
En medio de tantas reliquias, la labor de conservación resulta fundamental para evitar el deterioro de cualquier pieza. Una responsabilidad de la cual se enorgullece Mayelín Martínez Castillo. En sus manos sostiene la más hermosa porcelana o los cristales de Bacará que de tan finos pueden quebrarse con un roce apenas. Sin embargo, ella disfruta lo que hace.
“Es un trabajo bonito el de mantener limpio y bello ese patrimonio. Requiere de mucho cuidado y concentración, pero te vas adaptando a la fragilidad de las piezas, porque además se aprende en los cursos, y le vas perdiendo el temor”.
Y mientras unos dan brillo puertas adentro a las colecciones, otros se encargan de mostrarlas más allá de la institución. Como especialista de animación, Zaida Rodríguez disfruta llevar el museo hasta la comunidad.
“Organizamos actividades dirigidas a diferentes grupos etarios para llegar hasta las escuelas, el hogar materno y la casa de los abuelos. Una de las más interesantes es la serie Detalles. El público se entusiasma mucho, sobre todos los niños”, comenta emocionada.
Se refiere a la pequeña muestra con algunas de las piezas más hermosas del inmueble. Los floreros franceses de bronce, la vajilla de cerámica inglesa para tomar té, la pieza de porcelana italiana del siglo XIX… Retazos de las reliquias que reposan en las salas del edificio al alcance de los vecinos de comunidades distantes.
“Además de promocionar el museo y sus colecciones, es también una manera de motivar al público en las actividades, en las que se presentan agrupaciones tradicionales y se realizan conversatorios sobre la historia local, juegos de participación, entre otras propuestas”, agrega Nancy Amaró, museóloga y técnica de animación.
UN PREMIO PARA EL MUSEO Y PARA EL COLECTIVO
En nombre de los trabajadores de la institución, Isabel Rueda recibirá el Premio Museo del Año, un galardón que hace brillar a esa perla patrimonial y retribuye el amor de quienes han encontrado allí la extensión de su propia casa.
Comencé en abril de 1990 —evoca Carlos Enrique— en el área de animación para organizar las actividades culturales en el Plan Turquino; una experiencia riquísima. Este lugar me abrió las puertas a la museología y a la superación profesional. Le he dado mi vida.
Y una mezcla de emoción y nostalgia se dibuja en las palabras de Carlos Enrique Sotolongo Peña, quien también será distinguido con un reconocimiento por la obra de toda la vida en el contexto de la celebración por el Día Internacional de los Museos. “Ha llegado el momento de dar paso a los más jóvenes. No me iré del todo y estaré ahí dispuesto a ayudar”.
Isabel prepara también su relevo. Ella ha dirigido por más de 40 años una institución que siempre contó, desde la voluntad política, con el apoyo para su conservación. “Pero necesita una restauración periódica y a pesar de las cifras que recauda cada año no cuenta con ningún tipo de financiamiento que permita solucionar problemas constructivos en el inmueble, ni adquirir nuevas piezas a fin de enriquecer las colecciones”.
“Para el visitante son detalles que pasan desapercibidos. Hablamos de la restauración del falso techo, de las pinturas murales, el cambio de dos vigas de la cubierta. Es importante hacerlo ahora, antes de que lleguen males mayores”, expone Carlos Enrique.
Ofelia y Rosa Yma comparten la misma pasión por el Museo Romántico. “Mi hija ha seguido mis pasos y es un orgullo para mí, que le he dedicado 23 años de mi vida a esta labor. Lo más importante es el sentido de pertenencia que uno crea y siembra en el resto de los compañeros”, confiesa la madre. “Fue un sueño hecho realidad, ella fue mi inspiración y en casa el trabajo es un tema recurrente siempre”, dice la joven.
“Hay dos personas en este plan de vida alrededor del museo; una de ellas es Isabel Rueda, que me abrió las puertas, y la otra es Carlos Enrique Sotolongo Peña, mi maestro. El me enseñó a valorar las piezas, a investigar sin descanso y a amar cada sitio de este lugar”. El Museo Romántico no solo custodia parte de la memoria histórica de la ciudad; es también la perla más preciada de Trinidad.
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