Cuando lo conocí, se presentó con poesía: “Vivo entre las montañas, guardarraya monte adentro, donde el diablo pegó voces y ni él mismo se escuchó”. Sin embargo, contrario a lo que dicte el sentido común, Anastasio Martínez Fleites no es ampliamente reconocido por sus aportes en las rimas.
Con 69 años de edad, 17 en esta finca y 44 dedicados al cultivo del café, este señor acaparó miradas de todos hace dos años, cuando fue reconocido como el productor cafetalero más prolífico del país con 2 500 latas del grano, mérito aún más impresionante cuando descubrimos que la dote del guajiro está compuesta por dos hombres; uno de ellos, él mismo.
Oriundo de Güinía de Miranda, relata que durante mucho tiempo vivió en un sitio llamado La Corúa, entre productores de tabaco. Allí aprendió los secretos de la tierra: que el agua se echa así, la sombra se da por allá, que se siembra en esta luna y no en la otra.
Sin embargo, un día se fue de voluntario para el ejército y, cuando le dieron la baja, pudo regresar a su propósito vital.
“Hasta los días de hoy. Le he dedicado más tiempo a la tierra que a cualquier otra cosa. No paso tanto tiempo en la casa como en el sembradío. Muchos productores preguntan cuál es el verdadero secreto de la productividad, pero la respuesta siempre es la misma”.
Todo parece indicar que Anastasio no descansa ni de día ni de noche. Como relato tragicómico, comenta que hace no mucho padeció cinco tumores en la vejiga. Como buen guajiro, se fue de su cosecha casi amarrado a una yunta porque el café se fastidiaba.
“Muy bonito todo y excelente la atención, pero desde que pude irme, ¿qué tú crees que yo hice? Salí pitando para acá”. No había transcurrido un mes y medio de la intervención y ya cuidaba sus plantas.
Sin embargo, parte del éxito de Martínez Fleites radica en una variante especializada de sus granos de café. La especie robusta es mundialmente reconocida por su amplio contenido de cafeína y por ser, como su nombre indica, mucho más resistente que la arábica.
Esta, por su parte, contiene más aceites y posee un sabor más refinado, ácido y frutal.
Él no cultiva una ni la otra, sino que la experticia de quien lleva años entre plantas lo ha llevado a aprovechar lo mejor de cada tipo y para obtener una variante distintiva de café.
“El primero lo desechas. Al segundo le cortas el injerto en cascarita y se lo colocas al otro. Este café es empleado para exportaciones fundamentalmente y tiene una amplia acogida en los hoteles, una parte va destinada a la UBPC y otra es para nuestro consumo. Actualmente tengo 3 700 matas y me gustaría sembrar más”.
¿Qué hace el resto del año, cuando no produce café?
A pesar de que el café tiene una etapa de producción, esto no quiere decir que el resto es tiempo muerto. Luego de la cosecha se hacen podas, limpiezas y deshijes. Además de café, tengo muchos otros cultivos en la finca: yuca, frijoles, malanga, chopo y un módulo pecuario con cerdos, carneros y gallinas.
En la provincia es reconocida su labor cuando la covid…
Sí, hombre. Doné toda mi producción frutal a dos hogares maternos: uno en Condado y otro en Trinidad. Por ello me otorgaron un diploma desde provincia. A la placita de la localidad la surtimos con víveres frecuentemente.
¿Es esto lo que más lo reconforta?
Para nada. Los reconocimientos me hacen saber que valoran lo que hago, pero nada me llena tanto como ver estas 6 hectáreas repletas de cultivos, casi con más frutos que hojas, con más rojo que verde.
¿Cuál es el secreto del cultivo del café?
El que he comentado en muchos talleres con productores de distintos lugares del país: el hombre. Porque si él sirve… A veces me tiro de la cama y estoy en el plantío. A veces son las ocho y aún estoy aquí. Es cierto que la calidad de la tierra, la humedad, el frío moderado y la sombra aportan mucho, pero es el campesino quien completa el ciclo.
¿Piensa retirarse?
¿Retirarme? Sí, de la cama y de la casa para la siembra en la mañana.
¿No le da miedo consumir demasiado café?
Yo sin mis tazas me muero. No concibo una mañana sin un traguito
de café.
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