¿Quién escudriña en el corazón de un padre? ¿Qué hay allí? Me asaltan las preguntas el día de celebración dedicado a ellos. Cada año la fecha me suena poco menos que forzada, no sé, como si la paternidad fuera una condición permeada de menos sacrificios que esa otra, la de las madres. Ya sabemos lo que suele decirse: padre es cualquiera. Y no, no es así.
Cada uno con sus particularidades, todos los buenos padres se parecen. Tengo que recurrir al mío, invariablemente. Era la década de los 70 y nuestra madre intentaba asustarnos con aquello de “Prepárense, que si él se entera…”, o “A él no le va a gustar nada eso, así que olvida el tango y canta bolero”.
Pero llegado el punto solíamos comprobar en la carcajada o la sonrisa del “hombre duro” la comprensión y el amor que allí, en el corazón donde no se suele escudriñar, crecía.
Alguna vez se propasó, es verdad, o eso nos pareció a nosotros, pero tuvimos que entender: así aprendió de los padres que le tocó en suerte. Cada generación va moldeando sus propios métodos, probando, y de cada fallo o error, extrayendo enseñanzas. A veces toca a los hijos auxiliarlos en eso.
Nadie nace siendo madre. Tampoco siendo padre. Pero qué hermoso es cuando a los ojos del hombre que espera por la llegada del hijo o de la hija asoman lágrimas de emoción al instante del alumbramiento, cuando cambia pañales, carga al bebé, temeroso al inicio y con inmensas dosis de protección después; cuando acompaña los primeros pasos, vela por los deberes escolares, aconseja en aquella o esta etapa.
Pueden no ser la mayoría, pero los hay. Padres confidentes, con quienes se comparte lo que no se le diría a una madre; padres que asumen ambos roles, en ausencia de la otra figura; padres pañuelo, padres sombra, padres horcón, padres ancla.
Desde hace décadas en Cuba proliferan los padres magos. Son esos que se acuestan y amanecen pensando, además del trabajo de rigor, en cómo garantizar al hijo los bienes y recursos que imponen la edad, el momento, el grado, el interés específico del infante, adolescente o joven. Y allí están para ver el asombro en los ojos cuando sacan el pan, la golosina, el juguete, el libro o los zapatos caros, carísimos. Pero en cada momento mágico papá es feliz.
Los padres no se despintan por más que crezcan aquellos a los que criaron. No abandonan la sonrisa, ni la mano en el hombro, el beso, el consejo o regaño, según sea el caso. Papá es único y lo hará saber, aunque hable ya desde la condición de abuelo que toma partido por los nietos, aunque eso signifique desdecir lo que dijo antes alguna vez, porque aprendió de la experiencia.
A veces papá, cuando se va, cosa que nunca te resignas a aceptar, lo hace saber con un gesto, una lágrima, un reclamo ya no verbal, porque las fuerzas lo abandonan. Y no suelta su mano de la tuya. Entonces lo ves nuevamente en tu infancia, con los brazos abiertos para ti en medio de una carcajada, y escuchas, y lo crees, que tú eres lo mejor y más hermoso en este mundo. Y no lo dejas ir.
Mi padre era mi consejero y mi impulsor. Le encantaba verme feliz, Enamorada estudiando superandome. Precisamente el día de su repentina muerte venía para mi casa para ayudarme en los preparativos para mi examen como profesora auxiliar, no pudo verme alcanzar esa de tantas metas pero se que estaba ahí.. En mi mente mis palabras y mi corazón. Que vivan los padres y que vivan muchos años
Maravillosas muestras de padres. Feliz Día de los padres para todos ellos y para todos los padres de nuestro globo terráqueo. También tengo un recuerdo especial para mi padre, ya fallecido desde hace varios años, pero maravilloso.