Paulo Freire define la educación como un acto de amor. Y para educar en el amor, el profesor debe cultivar dos virtudes esenciales: la vocación y el compromiso; con ellas podrá desarrollar su labor bajo los principios de la ética, el afecto, el respeto y la comprensión a sus alumnos.
Evidentemente, la aspiración de un buen maestro es hacer efectivo este modelo de enseñanza que, en absoluto, persigue la excesiva tolerancia, sino la ecuanimidad en el desarrollo de la clase y en la consecución de los objetivos educativos.
Cuba tiene la dicha de contar con docentes que enarbolan estas virtudes en tiempos de crisis también humana. Conocer a Orlando Terré Camacho y dialogar con él en Trinidad, una ciudad que lo acogió con calidez, fue regresar al aula y recordar a esos buenos maestros que marcan la vida de generaciones.
Y aunque en un ejercicio de humildad se define como un educador cubano, así sin más, su vida es tan prolífera como su obra; casi un sacerdocio que ha discurrido entre la docencia y la investigación en torno a la educación inclusiva y la atención a la diversidad.
Terré Camacho es el presidente del Consejo Mundial de Académicos e Investigadores Universitarios (Comau), de la Asociación Mundial de Educación Especial y de la Organización para la Educación, Estimulación y el Desarrollo Infantil (Omedi), entre otras importantes responsabilidades; ha dictado conferencias y cursos de formación en varias naciones; atesora méritos académicos e innumerables premios; es autor de artículos publicados en prestigiosas revistas de corte científico. Cada tarea o logro revela el amor de un pedagogo con una perspectiva que va más allá de enseñar.
Para este educador, formado por las circunstancias históricas de un país que confió en los jóvenes y en el valor del magisterio, Cuba es abanderada de un modelo de atención sin exclusión, y ahí radica su esencia pedagógica; “en principio martiana de educación para todos y por el bien de todos, que tiene su expresión en la propia Revolución”.
Graduado de defectólogo con distinción de máster en Educación en la Universidad de Moscú, en 1985, Terré Camacho tuvo la oportunidad de trabajar en la creación de las 21 escuelas especiales a lo largo de todo el país y diseñar los modelos de intervención basados en una educación de tránsito, desarrolladora; “de calidad y de equidad como logros irrefutables de la Revolución”.
Una de sus líneas de investigación ha estado centrada en los modelos educativos, ¿cuál es su tesis?
No puede existir un modelo de aprendizaje que no esté acompañado de los procesos sensibles de la emocionalidad del hombre y que se fortalece a partir de sus propias experiencias.
Planteo cuatro momentos importantes de la pedagogía actual. El primero sostiene una transformación del pensamiento. El docente de hoy tiene que validar y adecuar su clase al contexto. Los alumnos tienen diferentes maneras de pensar y esa realidad abre infinitas posibilidades en una clase.
Como otra cuestión vital se impone una reforma curricular en la que Cuba ya trabaja y es la del Tercer Perfeccionamiento, que no es solo cambiar contenidos, sino propiciar el rol del maestro en el escenario de las buenas prácticas y con el acompañamiento de todos los agentes.
El tercer aspecto hace referencia a la necesidad de incluir la tecnología y la digitalización a favor del conocimiento y de la construcción del pensamiento social.
Y, por último, considerar la educación como un principio de tres: la escuela, la familia y la comunidad. La escuela no puede seguir educando en solitario; tiene que ser transformadora de los problemas, más participativa y más pertinente. El maestro debe ser la conexión para la firma de un contrato social que a veces está roto y hay que repararlo.
Pero independientemente de carencias de todo tipo, la escuela cubana ha sido y es inclusiva, desarrolladora y respetuosa con los que a ella acuden. Por ello creo en las mejoras, en que todavía existe una esencia y yo la disfruto cuando estoy en un aula, dialogo con un docente o intercambio con estudiantes de especialidades pedagógicas.
Han cambiado los paradigmas, ¿y los maestros también?
Algunos afirman que los maestros no son los mismos de antes. Por supuesto que no; son los maestros de hoy. En las aulas cubanas de estos tiempos también existen buenas prácticas que son exitosas cuando se replican.
Si algo debemos cuestionarnos es quién enseña y quién aprende. El docente no es el que más sabe, sino el que más se compromete con lo que está haciendo. No se trata solamente de la vocación, ni de cómo se formó, sino de la voluntad que uno va construyendo a partir de sus propias necesidades y emociones.
El mejor profesional, a mi juicio, es el que tiene una aspiración, aunque no haya sido el magisterio su primera opción. Mi experiencia personal es un buen ejemplo, por eso creo en el compromiso primero para formar buenos educadores.
Un maestro tiene que ser investigador de sus buenas prácticas y para ello tiene el mejor de los laboratorios: cuatro paredes y a sus alumnos. Debe ser más comunicativo, ayudar y pedir ayuda. Ser más reflexivo de lo que hicimos, si está bien o mal.
Tiene que ser más proactivo para formar seres humanos resilientes. Y eso hoy es una necesidad vital. Y no puede olvidar la individualidad de las personas. A cada estudiante debe quererlo desde su particularidad. Y esa es una práctica a la que no debe renunciarse en el modelo pedagógico cubano.
En su práctica docente y académica ha defendido usted siempre el concepto de una educación para todos.
La universalidad de José Martí es inobjetable. Sus ideas encajan perfectamente con el modelo de educación inclusiva al que aspiran muchos países y que fue aprobado por la Unesco en 2005, bajo el principio de atención a la diversidad.
Su idea de cultivar las rosas blancas nos invita a mirar a la grandeza del hombre, a respetar las individualidades en un aula. Ahí se constituye, a mi juicio, el mayor desafío de educar en los nuevos tiempos y a las nuevas generaciones.
Y cuando se respeta la diversidad que hay en un aula, la singularidad de cada cual, se enseña a ser tolerante a nivel social. La escuela de hoy tiene que asumir esa dimensión. Sus pedagogías. Y el modelo cubano defiende esta tesis, pero todavía estamos lejos de alcanzar todos los objetivos propuestos.
La familia tiene que ser responsable de los actos de sus hijos y no puede ser acusadora; todo lo contrario, necesita agradecer. Mirar la luz, aunque existan sombras; y eso es también ser martiano.
Insiste en ser simplemente un educador cubano…
Ese es mi nombre y apellido. Lo demás es por añadidura. No podría ser de otro sitio. Soy cubano y universal. He podido compartir con colegas en otros países, pero siempre mi bandera me ha mirado orgullosa. Aquí sigue existiendo gente generosa, personas que te abrazan y se emocionan.
Yo lloro cuando le ponen una medalla a un ganador, porque el premio de otro es también mi premio. Y ahí me encuentro como educador y formador de varias generaciones. Hay quienes consideran que a Cuba hay que salvarla. Soy de los agradecidos; siempre lo seré. Tengo derecho a elegir. A Cuba hay que amarla.
El diálogo con el profesor Terré me recuerda los versos del maestro y poeta Raúl Ferrer.
La clase es una paloma, / en la escuela de cristal. / En el mar sería la sal / y en la flor sería el aroma. / Por la clase, limpio asoma / de los niños el lucero. / Darla bien es lo primero, / que ella resume el amor, / la vergüenza y el honor / del maestro verdadero.
Felicidades y éxitos al profesor Terré!
Merecido Reconocimiento a nuestro Dr Terré, quie ha dedicado gran parte de su vida a tan hermosa labor y de quién nos sentimos orgullosos de seguir su ejemplo y compartir sus enseñanzas. Éxitos
Gracias por admitir mis declaraciones de amor.
EXCELENTE ARTICULO,, MUY IMPORTANTE PARA REFLEXIONAR SIBRE EL PROCESO DE ENSEÑANZA APRENDIZAJE. BASADO EN UN MODELO EDUCATIVO DE INCLUSIÓN Y RESPETANDO LA DIVERSIDAD DE LOS ALUMNOS.
Creo que el ser docente es ser un agente de cambio, esto conlleva a tener conciencia social, el docente necesita involucrarse con la comunidad, sentirse parte de ella, conocer la realidad de cada estudiante de como vive en familia, por que es revelde,por que llega tarde a la escuela, con quienes se relaciona fuera de la escuela, si trabaja etc. conocer sus individualidades y orientar a tener aspiración en la vida.
Más que excelente!!! Amar a Cuba es amar a su gente, su cultura y su aporte, yo aprendí a amar a Cuba a través de la obra del Dr. Orlando Terré Camacho líder de Drs.conferencistas que he escuchado y que están a cargo de grandes proyectos de inclusión educativa, Cómo no amar a Cuba no solo por la belleza de sus mares y/o naturaleza sin igual si no por la Grandeza de su gente sensible e inteligente, talentosa y creadora, cómo no amar a Cuba por la grandeza que se encuentra en su gente dotada genialmente de gran sensibilidad.
Muchas gracias al profesor Terre Camacho por su profesionalidad y entrega. Debemos aprender mucho de su trabajo. Un abrazo 🤗
Excelente entrevista a un ser que es la propia Maravilla, Gracias por reconocer sus tantos méritos y darle la oportunidad de expresar sus pertinentes criterios pedagógicos y sociales, Bendiciones para mi profe Terré y para su profesional colectivo.