Cuando arribé al centro de limpieza de la caña y le pregunté a un trabajador por Pedro Alcántara Oliva, su mente se quedó en blanco.
—Pipo, ¿sabe dónde puedo verlo?, insistí y rápidamente me condujo hasta él.
Pipo llegó al central Melanio Hernández a inicios del año 2002 por recomendación de un amigo. Desde entonces encontró allí algo más que un puesto de trabajo. Así me cuenta mientras conversamos a la sombra de un árbol, con un café por medio.
Sin desatender el trabajo transcurre la conversación y me cuenta cómo funciona el centro, las adversidades de todos los días y el compromiso de limpiar lo mejor posible la caña que arriba a la empresa, porque sí, existen muchos procesos antes de moler la caña y uno de los más importantes está bajo su mando todos los días.
“Aquí está mi casa —asegura—. Los días son largos, es nuestra responsabilidad retirar toda la materia ajena a la caña, cientos de camiones pasan por ahí y el centro no se puede parar.
“El personal es bastante inestable por las propias características del oficio y en más de una ocasión he doblado turnos; a veces llego a las seis de la mañana y todavía a las ocho de la noche estoy aquí, así vivo la mayor parte de mis días y, la verdad, uno le coge la vuelta”.
¿Acaso es fácil dirigir este centro?
Para dirigir hay que dar un gran ejemplo y eso hago siempre, trato de estar al frente de las tareas, de cumplir y, sobre todo, entender a todas las personas. A veces ni siento que administro el centro, aquí somos como una gran familia, cada quien desempeña sus funciones y así fluye el trabajo.
¿Hay alguna zafra especial para usted?
Cada zafra es una guerra. Es muy difícil mencionar una específica porque las contiendas del “Melanio” son duras y tenemos una tarea importante que cumplir. El centro tiene una función protagónica y hay que estar a la altura de lo que todos esperan de este lugar.
Aunque la zafra es una etapa difícil, la reparación lo es también; hay que sortear muchísimos obstáculos e innovar con lo que tenemos para garantizar un correcto funcionamiento. Las experiencias, unidas al aporte de varios obreros, facilitan mucho este proceso, ya me conozco a la perfección cada rincón de este lugar.
¿Cómo ha marcado su vida el trabajo en el sector azucarero?
Hice muchas cosas en mi vida, pasé por Educación, Gastronomía y Acopio, pero el trabajo vinculado directamente a la producción de azúcar ha llenado parte de mi satisfacción personal, hoy me siento feliz de ser azucarero y no pude escoger mejor lugar para dedicarle estos últimos 20 años y, por supuesto, espero sean muchos más.
Actualmente uno de mis hijos trabaja en el centro, he tratado de transmitirle toda la pasión que le profeso al oficio y el compromiso de hacerlo correctamente. A los jóvenes les digo que sean apasionados por lo que hacen, que no se amilanen ante las dificultades y que defiendan la producción azucarera, que, aunque a veces impone retos, reporta mucha satisfacción.
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