Entre los asuntos domésticos que más estrés han generado durante los últimos tiempos en Sancti Spíritus se encuentra, sin lugar a duda, la falta de gas licuado para la cocción de los alimentos, justo en medio de una crisis electroenergética donde los apagones transcurren todos los días y muchas veces sin planificación alguna.
Este angustioso tema vale una disección pública, a pesar de que muchos otros hogares del territorio no disponen de cuota y por estos días su panorama se ha presentado aún más oscuro, debido a que tampoco han contado con corriente, ni petróleo o alcohol para cocinar y han debido echar mano al carbón o la leña porque casi nada resulta peor que un fogón apagado en casa.
Y precisamente por ello esta crisis con el gas amerita poner algunos puntos sobre las íes; por ejemplo, se sabe que durante los meses de más estrechez e, incluso, en tiempos de abundancia, algunas familias se las arreglan mejor que otras para que la bala de gas les rinda más porque la ahorran, la combinan con el empleo de electricidad, el núcleo tiene menos integrantes o un mejor fogón.
El servicio liberado de ese combustible, que beneficia a 37 335 consumidores en la villa del Yayabo y se había mantenido relativamente estable por mucho tiempo, cayó en un cuello de botella durante octubre y noviembre: de alrededor de 20 000 balas que se comercializaban como promedio en un mes, la cifra bajó abruptamente a penas 8 000.
El gas dejó de entrar al país en uno de los momentos en que más lo necesitábamos y casi a seguidas comenzaron a crecer las extensas listas de espera en los puntos de venta, en la aplicación Ticket —de forma presencial o a domicilio—, y las colas en la Casa Comercial en busca de un autorizo salvador.
Allí concurren con frecuencia clientes con personas encamadas o postradas, con enfermos en estadios complejos, madres de tres hijos o más, hogares con múltiples integrantes, entre otros casos con situaciones humanas bien complejas, a quienes siempre se les atiende y, en lo posible, los priorizan paulatinamente.
Después de sufrir varias semanas la angustia por un marcado déficit de gas, en diciembre se ha comenzado a estabilizar el servicio, una tendencia que debe mantenerse en lo que resta de mes.
Hasta ahora, esa mejora ya ha permitido cubrir las necesidades aproximadamente casi el 70 por ciento de los clientes que se mantenían en espera por las diferentes modalidades asociadas a los ocho puntos y dos extensiones de venta que se han concebido en la ciudad para acercar más el servicio a las zonas de residencia.
Aunque el ciclo de venta continúa formalmente establecido cada 26 días, hoy aparecen pendientes alrededor de 7 000 usuarios, cifra que pudiera diferir de la realidad porque contiene el sesgo de quienes aparecen repetidos en las diferentes listas, como una previsión práctica que muchos utilizan para poder comprar por la primera que les corresponda.
En algunos puntos, la distribución ha avanzado más rápido que en otros y ya hoy han llevado la bala para casa unos 15 500 consumidores después de este bache, donde también han salido a relucir algunas ilegalidades típicas de los tiempos de escasez.
Pero, justo en los momentos de mayor complejidad —y sin ser ave de mal agüero porque este pudiera no ser el único momento de escasez que se va a presentar con la distribución del gas licuado en Sancti Spíritus—, urge activar más y mejores mecanismos de control con el propósito de evitar desvíos y contubernios.
Según la voz popular, estos hoy permiten la reventa por la izquierda de una bala de gas con una tarifa de entre 5 000 y 10 000 pesos o más, que alguien dejó de comprar legalmente y solo algunos desesperados o poderosos económicamente pueden pagar.
En esos torcidos caminos, algunas veces se enrolan los mensajeros, quienes en no pocas ocasiones también —en contradicción con la concepción por la que surgieron— enrarecen el ambiente en los puntos de venta y ralentizan el proceso de comercialización, a pesar de que a ellos se les decidió vender solo dos balas a la semana.
Según la Casa Comercial del gas, aunque no se ha detectado ninguna ilegalidad, han tomado algunas providencias para evitarlas, por ejemplo, la eliminación de mensajeros sin patente, la exigencia de que a la hora de anotarse en la cola debe hacerlo un integrante del núcleo familiar, y los recorridos de los miembros del Consejo de Dirección por los puntos.
Por otra parte, durante estos meses de inestabilidad, han surgido cuestionamientos porque durante varios días y hasta que no aumentó la disponibilidad del producto se mantuvo cerrada la posibilidad de comprar a quienes esperaban en la aplicación Ticket, una opción que debe respetarse en igualdad de condiciones por sus innegables ventajas: evita congestión y dificulta el mercado negro, además de que facilita el proceso de compra a no pocas familias.
Por ahora, y hasta que no se presente otro bache en la distribución, la ruta del gas ha comenzado a despejarse aquí y por estos días pudiera disminuir la angustiosa espera de muchas familias, pero resulta evidente que este asunto amerita perfilar los canales para ofrecer información actualizada y oportuna al respecto.
Además, y sin pecar de extremista, que se corrija todo lo que deba ser corregido para que no se tuerza el camino de un servicio tan vital porque, como ya se sabe, llevar un plato a la mesa resulta imprescindible para sobrevivir.
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