Mírese como se mire, el Premier 12 de béisbol le deparó a Cuba el peor de los fiascos. No solo porque el evento siguió de largo, mientras el conjunto antillano debió hacer temprano las maletas o porque el onceno lugar sea el puesto más lejano de cualquier selección de la isla en eventos internacionales.
Lo es, sobre todo, porque se jactó de llevar peloteros rentados de todos los contornos, para medirse no justamente con la mejor casta de los países a los cuales enfrentó. Sin desdorar la calidad de los contendientes, quienes siguieron el evento advirtieron que no primaron los principales peloteros de esas naciones; unos porque acababan de terminar una larga temporada en sus ligas y otros porque, definitivamente, el Premier 12 es un torneo más, al margen de la rimbombancia que se ha querido dar. De otro modo, las gradas semivacías no habrían estado a la orden del día.
Previo a la cita, en estas propias páginas sostuve que la cuestión no era llenar una nómina de foráneos sin mirar el rendimiento y la forma en que estuviesen. La competencia, lamentablemente, confirmó las dudas. Como ha sido habitual desde el último Clásico —que con su cuarto lugar nos obnubiló las entendederas—, llamar a cualquiera que juegue en el exterior se ha entronizado como práctica y, mucho peor, como estrategia. Los ejemplos de Yoenis Céspedes, llevado casi de la cama de su casa al elenco, y de Lorenzo Quintana, sin dotes de buen receptor, nos dejaron lecciones que no tuvimos en cuenta ahora cuando los errores fueron peores.
El asunto es que, después de convocados, la dirección del elenco los pone porqué sí y se aferra a los cambios hasta con el agua al cuello. Nadie pondría en duda la calidad sobrada de Yoan Moncada y su valor para defender su juego con Cuba, pero el muchacho esta vez no tuvo una buena temporada en la MLB ni estaba en la forma en que asistió el Quinto Clásico, cuya fecha fue antesala de las Grandes Ligas. Otro caso es el de Ariel Martínez, quien concluyó en Japón la que no ha sido la mejor de sus campañas. Y no puede obviarse el caso de Alfredo Despaigne, de quien nadie duda de su enorme calidad, pero ahora lució fuera de forma. Se puede, incluso, llevarlos a todos. Lo cuestionable es que se mantengan en la alineación los cinco partidos y en puestos tan responsables como cuarto (Despaigne) y quinto (Ariel), a quien, por más que haya crecido en Japón, ese puesto le queda grande. ¿El saldo? Un extrabase y una impulsada por el dúo. Sobre lo que hace Yadir Mujica en el elenco, creo debe explicarlo la dirección si es que se digna a hacerlo
Los “fichajes” del Cuba terminaron por jugarle la peor de las pasadas. Desde que salió por primera vez la alineación me preguntaba quién correría en una nómina cargada de hombres corpulentos, cuando ese elemento táctico —correr, que es lo mismo que velocidad— es arma fundamental en la concepción actual, lo cual se traduce en aprovechar de manera óptima cuanto batazo se dé en el terreno, incluso el fly de sacrificio con que Japón nos sentenció con su séptima carrera. De hecho, solo dos veces fructificó el robo de bases cuando sus rivales de grupo sumaron 26, casi repartidos por igual entre los cinco. ¡Y para qué hablar del corrido y bateo!, impensable en hombres con la constitución física descrita. Más allá de bateo (235), dos elementos pesaron: la poca producción con hombres en base y el contraste de14 carreras anotadas contra 26 permitidas.
Nadie puede alegar ahora problemas de preparación porque si un equipo la desarrolló extensamente —parte de ella en el escenario de juego— fue el nuestro. Habría que ver qué tanto se aprovechó o si se ensayaron jugadas necesarias o los roles de cada cual, pues de manera general hay que decir que, salvo las excepciones de Roel Santos, consistente en casi todos los partidos, y de Yadir Drake, que con su adrenalina y su paciencia en el home casi siempre juega a full, el resto dejó qué desear.
Desde el bulpen, excepto las buenas faenas de Yoennis Yera —que al fin se reivindicó en un evento internacional—, de Raidel Martínez y de Andy Vargas, el resto fue incapaz de dominar o de aguantar ventajas. El caso más notorio fue el de Liván Moinelo, quen esta vez marcó algo así como un colmo, pues cargó con la derrota ante dos de los tres asiáticos que enfrentamos. Lo cuestionable es el aferramiento de Jhonson de mantenerlo —tras una pésima salida ante Corea del Sur— ante Japón, cuando ya había dado muestras de descontrol, afectado además por problemas de salud, gripe y problemas estomacales, según se dijo.
Cuba perdió desde el primer día, cuando cedió ante un República Dominicana “ganable”. Ahí mismo se puso en desventaja, obligado a vencer a los asiáticos. Y aunque el de Japón fue el mejor de los partidos, por la cara que le plantó, al final perdimos; quizás porque Japón es Japón y nos sabe ganar, aunque sea con un equipo C; tal vez por el toque de Guibert con hombres en primera y segunda sin out y Cuba debajo 4-6; por el desliz de mantener a Moinelo, o por la incapacidad de decidir en un momento extremo, tanto de Moncada como de Andy Cosme, con un Rafael Viñales en el banco, aunque en ese punto cabría preguntarse si existe hoy en el béisbol cubano un bateador con la fuerza y el corazón para voltear un marcador con las bases llenas, un out y abrazo en el marcador.
Lo cierto es que los juegos se ganan inning a inning. El descalabro ante Taipéi, ya con las maletas hechas, solo dejó ver el rostro del desmoronamiento de un equipo que nunca se encontró consigo mismo y, mucho menos, engranó para ganar. Y terminó de la peor manera: blanqueado con 11 ponches para cerrar con una única victoria —por la mínima ante Australia— y cuatro derrotas, un desempeño que puso en ascuas la mismísima moral deportiva.
Después de este papelazo, renacen los cuestionamientos sobre si reformular la Serie Nacional y retomar una Selectiva. Desde mi modesta opinión, lo primero no cuenta, sobre todo porque en el equipo se privilegia a los que juegan fuera y no hay país en el mundo que prescinda de su liga nacional con la defensa de la representatividad. Lo segundo, no parece aparente después que la Liga Élite en dos ediciones no ha arrojado muchas luces. Lo otro, atraer a cubanos que juegan en el exterior para cualquiera de las dos no ha funcionado, a pesar hasta de la eliminación del requisito de la repatriación, en lo cual incide, creo, un incentivo económico.
Reforzar el béisbol aquí atraviesa por un asunto económico-financiero-conceptual. El primero es insoluble en una nación en la que los presupuestos no alcanzan para sostener ni la canasta familiar y que no puede pagarles a sus peloteros más de 3 000 pesos por jugar meses y que obliga a los padres a pagar miles por vestir, calzar y alimentar a sus hijos para que jueguen.
Lo segundo, lo conceptual, pasa por definir qué priorizar con el escaso dinero: si una Serie Nacional con todas las de la ley o persistir en una Liga Élite que no les importa a muchos, incluidos los peloteros, sobre todo porque después, rindan lo que rindan, como los casos de Yordanis Samón o Guillermo Avilés, son relegados por cualquiera que tenga el cartelito de jugar afuera; pasa por qué hacer en la base donde, aún, quedan talentos, aunque luego se van de un país que les refuerza el concepto de, si te vas hoy, mañana juegas.
Acostumbrados a perder, pasó lo que muchos predijeron desde que vimos a los rivales de llave: que Cuba no avanzaría a la final. El del Premier, si bien es el peor de los fiascos, solo vino a confirmar un declive que viene de atrás y, para más detalles, remítase a las estadísticas de Arnelio Álvarez de la Uz publicadas en varias partes.
Y sin que suene a pesimismo, esa debacle está lejos de revertirse de inmediato y, tal vez, ni a largo plazo.
Bien dicho.
El béisbol necesita cambios radicales. Aunque tengan que cancelar la serie uno o dos años. Que para la situación actual, no le vendría mal tampoco.
No habían acordado que el director del cuba, o de un equipo cuba de «mayores» no fuera director activo de serie nacional?? Digo, por si este estaba dirigiendo.
Bravo bien dicho Elsa,al pan pan y al vino vino