Con un «tipo» así delante –y adelante– no hay quien se detenga, refunfuñe o eche para atrás.
Muy bien lo saben los «meloneros». Sí, ese debe ser el gentilicio de quienes respiran el aire puro de Melones 2: asentamiento rural ubicado en la geografía espirituana, donde un hombre de 89 años –nacido allí mismo y sin apartarse jamás de ese lugar– continúa representando, como delegado de base, defendiendo y echando sanas broncas por todos los lugareños.
Sus padres lo inscribieron hace casi nueve décadas como Eugenio Álvarez Cala, pero todo el mundo, hasta los sinsontes, palomas y chipojos lo conocen, simple y familiarmente, como El Curro.
Hace poco, con ese ímpetu –que sin duda le viene de sus remotos días de clandestinaje, lucha contra bandidos y cientos de momentos más– se plantó como un roble en la Asamblea Municipal del Poder Popular para arremeter contra los «célebres» riquimbilis (vehículos criollos, de tres ruedas, «cuyos precios siguen asesinando impunemente a todo el mundo»), insistir en una solución que ya demanda un buldócer, con marabú a la altura de tendido eléctrico a lo largo de tres kilómetros y, de paso, preguntar por qué los trenes nacionales no tienen parada, como antes, en Jatibonico, y la gente tiene que ir a cogerlos en Guayos.
Querido y respetado por todos –es el único delegado que ha tenido Melones desde que surgió el Poder Popular– El Curro, sin embargo, no es nada fácil para los supuestamente «malos».
«Quienes roban en mi circunscripción se tienen que mudar o ir de allí», comentó en el mencionado intercambio, a propósito de cómo se enfrenta a la indisciplina social, el delito y otras irregularidades similares.
No por gusto, hace un tiempo, tras descubrir a tres ladronzuelos, convocó a los vecinos y concordaron en que allí no podían continuar viviendo. «¿Resultado? Tuvieron que ir echando».
–¿Significa que te buscas problemas con la gente?
–Jamás. Con mis electores nunca tengo lío. Siento que me aprecian, que nos queremos de ambas partes. Debe ser porque trato de estar en todo, de conversar mucho con ellos, de razonar las cosas… Es como estar todo el tiempo en rendición de cuenta.
–¿Y con los organismos, tienes «bateo»?
–Tampoco. Cuando hay respeto y claridad, no tiene por qué haber disgustos ni problemas.
«Recuerdo que una vez llamé a un director de la Empresa Eléctrica porque varias viviendas se me habían quedado a oscuras, y me dijo que él no tenía transporte para resolver eso. Agarré un tractor, una carreta y arrancamos para Jatibonico. Al llegar, ¿sabes qué me dijo, entonces?: “Yo no tengo linieros para eso”. Aahh, caramba. Fui para el Partido, llamaron al hombre y le dijeron: “O buscas los linieros, o vas tú y resuelves eso”. ¿Y sabes qué pasó?: aparecieron tres linieros.
«No te lo cuento para darme violín, sino para demostrar que cuando un delegado tiene la razón, quiere y defiende a su gente, no puede frenarse por nada ni con nadie».
–Ochenta y nueve años en ese apartado lugar… Dime, ¿qué significa Melones para ti?
–Déjame decirte que hace un tiempo me dieron un apartamento en Jatibonico, pero qué va, todavía no he podido mudarme, no puedo desprenderme de Melones, es como si la gente me amarrara sin usar soga. Melones es mi vida.
–¿Temor por el complejo momento en que se realizará esta rendición de cuenta?
–Ninguno. Por situaciones difíciles hemos pasado muchas veces y siempre salimos adelante. Tenemos cientos de dificultades, pero la gente entiende y, en su mayoría, ayuda a seguir echando pa´lante. Eso no podemos perderlo.
–¿Hasta cuándo, Curro delegado?
–Hace poco hablé de terminar ya. Soy de los pocos fundadores que supongo hayan estado todo el tiempo en el país como delegados en el mismo lugar. Pero la gente se negó. Entonces, para responder tu pregunta: seré el delegado de Melones mientras mis electores quieran y la salud me lo permita. Voluntad tengo y también capacidades todavía.
Hijo ilustre de Jatibonico, acreedor de la Réplica del Machete del Mayor General Serafín Sánchez Valdivia, con varios diplomas y reconocimientos del latido y puño de Fidel, El Curro es uno de esos personajes de pueblo que ha hecho y hace historia.
–¿Lo extrañas mucho?
–¿A quién?
–A él, a Fidel
–Todos los días del año, varias veces al día… Lo extraño como se extraña a un padre.
Y ahí concluyó la conversación. No era necesario hacerle ninguna otra pregunta… ni sé si habría podido responderla.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.