Pasó de largo, como quien tiene un objetivo fijo que no incluía esta tierra al centro de Cuba. Otros anteriores no fueron tan condescendientes y todavía sus huellas persisten por acá, o se recuerdan como algo memorable.
Rafael, sin embargo, no ha sido un huracán más en la historia de los eventos que ponen a prueba las ya demostradas capacidades de la Defensa Civil cubana, y de Sancti Spíritus en particular.
No era ni siquiera una depresión tropical cuando, el domingo 3 de noviembre, se decretó para esta provincia la Fase Informativa por intensas lluvias, que al menos aquí no llegaron a ser tales. La presa Zaza quedó con la boca abierta, en espera del agua que incrementara su caudal hídrico, que no llegaba ni siquiera llega a la mitad.
Pero hubo correcorre: suspensión de actividades docentes en algunos centros o tipos de enseñanza, que luego, en una rutina muchas veces practicada, acogieron a los pobladores de zonas bajas o costeras con peligro de inundación. Sumaron 11 023 las personas protegidas en lugares seguros, el 90 por ciento de ellas en casas de familiares y amigos, y 1 018 en los centros de evacuación dispuestos, con los recursos necesarios.
Esta vez hubo, incluso, diferenciaciones que hablan de esmero en la previsión: encamados, discapacitados, embarazadas y niños, indistintamente, fueron llevados a los planteles más confortables, céntricos y seguros.
El enjambre de la laboriosidad, y también de la solidaridad, se desató en función de proteger, primero que todo, las vidas humanas; luego, los recursos. Así fue lo mismo en las instalaciones turísticas que de comercio, deportivas y de salud, con la salvedad de que estas últimas podrían tener, según las circunstancias, un papel protagónico en medio del probable desastre.
Y estuvieron listos tanto el personal médico como el transporte y otros recursos materiales indispensables ante cualquier eventualidad, aunque bien se sabe que son ya, como casi todo, exiguos desde hace tiempo en estos y otros contornos del archipiélago.
Como siempre en momentos de espera ante el paso de un huracán, que esta vez se avizoraba potente incluso antes de estar estructurado, se aseguraron las disponibilidades de combustible para grupos electrógenos de centros vitales: hospitales, estaciones de bombeo de agua, centros de elaboración de alimentos; se engrasaron los mecanismos para que no faltaran, en lo posible, la leche ni el pan.
Pero Rafael no vino solo. Se anunció en medio de una coyuntura energética sin precedentes en el país, a menos de un mes de una épica caída del Sistema Eléctrico Nacional y con disponibilidades de generación verdaderamente ínfimas.
Bastaron los primeros soplos de potentes vientos —se estima que alcanzaron los 185 kilómetros por hora— y torrenciales lluvias en un punto del sur de Artemisa, por donde su ojo tocó tierra a las 4:15 p.m. del miércoles 6 de noviembre, y el SEN volvió a colapsar.
Con apagones sistemáticos de mayor duración que semanas atrás, y con el muy temido apagón total en la hora cero, debieron lidiar las autoridades de las estructuras de la Defensa Civil, los Consejos de Defensa Provincial y municipales, los especialistas de la Meteorología, que acompañaron a los decisores a la hora de tomar esta o la otra determinación, y sus pronósticos, al final, resultaron exactos.
Justamente por la indisponibilidad de servicio eléctrico en pueblos y ciudades, hubo que apelar a nuevos resortes comunicativos, aspecto en el que se insistía una y otra vez por parte de las autoridades del territorio. Y aunque no todo fluyó a pedir de boca, mucho ayudaron las vías de Internet, con grupos, formales o no, a través de los cuales se compartieron las informaciones más actuales.
Otra decisión de gran utilidad resultó la habilitación de alternativas telefónicas para evitar la incomunicación ante la falta total de corriente durante las horas de espera, o del azote mismo: el llamado teléfono meteorológico y el número mediante el cual se puede escuchar la emisora Radio Reloj en vivo. También, un teléfono fijo para sintonizar Radio Sancti Spíritus.
Pasó de largo, como a quien no le interesa dañar aquí, sino allá, donde él decidió; pero deja una lección, como cada predecesor suyo; incluso una enseñanza peculiar. Rafael no tocó el suelo espirituano, ni siquiera vertió agua suficiente para empapar el suelo, mas se inscribe en la nómina de esos huracanes que pusieron a prueba la voluntad de la gente y entrenaron, una vez más su resistencia.
De dónde salen los huevos que hoy se venden en la calle??
Muy buen comentario periodista así mismo es ante las dificultades las personas se crecen…