Saco quería una Cuba cubana

Esta es la historia de un patricio genial, cuyas marcas de una época no se pueden obviar

José Antonio Saco .

Los ideólogos son muy peligrosos para las sociedades, por eso a José Antonio Saco lo envidiaron, odiaron y expulsaron de Cuba, pues en sus ideas estaba la esencia nacionalista, antiesclavista y antianexionista que molestaba a muchos poderosos intereses.

Nació en Bayamo, en 1797, el hombre brillante, relevo del primado Félix Varela, economista, sociólogo, político, historiador, escritor, profesor, polemista genial y mordaz, con una altanería que no abandonó nunca; en definitiva, un adelantado para su época.

Si bien no llegó a ser un independentista, sí definió un claro camino nacional-reformista para solucionar los ingentes problemas de la Colonia, especialmente la trata negrera y la esclavitud, y por ello fue un referente para quienes sí se levantaron en armas en 1868.

Es el político trascendental de los primeros cincuenta años del siglo XIX, el investigador exhaustivo, el primer gran estudioso de la naturaleza social del cubano, quien con su pluma intentó romper la espina dorsal del sistema esclavista en Cuba.

Si bien las esencias de su pensamiento fueron inamovibles siempre, al defender sus ideas básicas atacó a las principales instituciones de un régimen caduco y un sistema que no debía prosperar.

No podía ser revolucionario —cuando otros ya lo eran—, porque es hijo de intereses contrarios y tenía limitaciones en la definición de “pueblo”; pero fue símbolo de la nación que estaba por formarse.

IDEALES

Es hijo predilecto de una época que transita de la sociedad criolla consolidada a la cubana en desarrollo, de la que fue sostén pedagógico, ideológico y político en su momento cumbre, cuando luchaba contra los que abogaban por que Cuba fuera anexada a Estados Unidos o después, cuando solo estaba vivo su legado.

Fue atacado por casi todos, sin importar su filiación, e igual fue acogido como símbolo de cada tendencia del pensamiento cubano; así que no era obviado por nadie, bien se le odiara o amara.

Uno de sus pilares está en su pensamiento educativo y pedagógico, por continuar la revolución trascendental de Varela, por enseñar en pensar como profesor de Filosofía, por sus aportes en la enseñanza de la Física y la Química y porque siempre explicó las raíces, valores y metras de lo cubano, para lo cual creía imprescindible que la educación fuera científica, social, popular, directa y contestataria.

Toda su obra es imprescindible para entender a Cuba, comenzando por sus dos “Memorias”, sobre “los caminos” y “la vagancia”, en “la Isla de Cuba”, la segunda inaceptable para los grandes potentados españoles y criollos, a quienes estremece con los males sociales habidos y las reformas necesarias a implementarse, lo que le costó ser despojado de todo, hasta de su propia tierra.

Más que eso, lo que revela Saco es un sistema de ideas para sustituir radicalmente la Plantación Esclavista, abolir de inmediato la trata negrera y extinguir de forma progresiva la esclavitud para desarrollar el capitalismo sin sobresaltos, pero de manera firma.

Todo esto lo convirtió en el más trascendental reformista y en el más levantisco revolucionario que quería quemarlo todo suavemente, al decir de los esclavistas, por lo que se ganó su odio visceral y del propio sistema colonial español.

Sus contradicciones están en consonancia con las prioridades que asume en cada momento: es nacionalista desde la impronta de la sociedad de blancos, pero como no prevalecen estos frente a los negros, es antitratista, porque esa es la única manera de resolver el dilema, lo que implica la defensa del capitalismo propio para Cuba.

Por otro lado, es antianexionista, en tanto ello es premisa para defender su concepto de nacionalidad y es más independentista que autonomista, porque no cree que este sea la solución; aunque no es un radical del 68, porque ya no es su tiempo, ni tiene fuerzas para comenzar de nuevo o apoyar la rebelión que siempre negó.

Todo es complejo en un pragmático como él, y ni se puede obviar eso, porque no se entendería cada etapa de su pensamiento particular; ni se le puede reducir en nada, pues las transiciones de su ideario están marcadas por su inmensa capacidad de análisis.

CURIOSOS DILEMAS

El niño Saco tuvo que hacerse cargo de dos hermanos menores y enfrentarse a las jaurías que se abalanzaron sobre las propiedades mantenidas por el padre hasta su muerte temprana, pero lo enfrentó con la misma entereza con que después luchó siempre.

Tuvo muchos enemigos en todos los sectores políticos, porque no se avenía a los estándares clásicos de ninguno, teniendo polémicas con todos, pero también lo admiraron y respetaron mucho —Francisco de Arango y Parreño— o lo estimaron hasta el punto de defenderlo con el nombre de aquel —José de la Luz y Caballero—.

Por demás, fue parte de las más importantes instituciones —Sociedad Económica Amigos del País— y escribió en las más variadas publicaciones de la Habana, Nueva York, Madrid o París, como Bimestre Cubana, Diario de La Habana, de la Sociedad Geográfica de Cuba, el Nuevo Mundo, La Verdad, El Abolicionista, La América, La Discusión o Hispano-Americana; entre otras.

Algo que llama la atención son sus publicaciones con variopintos seudónimos, como “El amante de la ilustración”, “Un cubano”, “Un patriota”, “Un socio quejoso”, “Un académico”, o “El amigo del orden”,reafirmando un histrionismo también para camuflarse.

En todos los casos, no solo trató temas políticos, sino que puso la misma brillantez para tratar temas tan diferentes como la historia, filosofía, física, química, botánica, arqueología, derecho, reforma agraria, transporte, azúcar, salud, educación, antropología y otros.

Contrajo matrimonio dos veces; la primera por correspondencia con su prima Juana de Mata Cisneros, que no se consumó, ni mencionó nunca, y en 1856 con María Dolores Frías, hermana del Conde de Pozos Dulces y viuda de su enconado enemigo político y personal Narciso López, con quien sí convivió y tuvo hijos.

Algo insoslayable al hablar de Saco lo es el famoso epitafio de su tumba: “Aquí yace José Antonio Saco, que no fue anexionista, porque fue más cubano que todos los anexionistas”, la que indicó a su amigo Luz y Caballero poner en su tumba si moría antes; ante el imposible, ello se olvidó durante muchos años, quizás hasta que Fernando Ortiz lo alertara en 1928, cuando al fin se puso por niños y maestros de una humilde escuelita de Marianao.

Cuando estalló la revolución de 1868 españoles y cubanos lo buscaron para que diera su apoyo vivo, pero el silencio fue su decisión, aunque se afirme que cuando Francisco Vicente Aguilera lo visitó en 1872, le dijo que no había más remedio que esperar el triunfo, cuando al final de la guerra fue agrio con el resultado.

LEGADO

Cuando el 26 de septiembre de 1879 Saco dejó de existir, su grandeza estaba garantizada, sobre todo por defender que las soluciones a los problemas que no permitían avanzar a Cuba tendrían que buscarse dentro de lo profundo cubano, creando con ello el sustento filosófico que enaltecía, desde sus limitaciones, el nacionalismo.

Asimismo, es trascendente en él que su exilio no mermó, sino todo lo contrario, su apego a la raíz cubana y su defensa de que la anexión a los EE. UU. no traería nada bueno para Cuba, pues conduciría sin dudas a la eliminación de sus símbolos e identidades.  

Guillermo Luna Castro*

Texto de Guillermo Luna Castro*

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