Cuando nos convertimos en adultos y sobre todo cuando enfrentamos alguna enfermedad propia, familiar o de una amistad cercana, aprendemos a valorar en su justa medida el precio en oro, o mejor, el valor impagable de la salud humana.
Durante los últimos 60 años, los cubanos nos acostumbramos a disfrutar las bondades extraordinarias de un sistema sanitario absolutamente gratuito y muy profesional, que ubicó al país en primerísimos lugares en muchos indicadores de esta materia.
Desde la mortalidad materna e infantil y la esperanza de vida al nacer, hasta el número de médicos por habitantes y la cobertura total de vacunación con inmunógenos propios durante la pandemia de covid, como país del tercer mundo Cuba ha podido exhibir resultados de lujo en la mayoría de sus especialidades e instituciones.
Pero, últimamente, debido a las carencias financieras y de recursos impuestas por la crisis económica que golpea a la isla, el sistema cubano de Salud ha sufrido limitaciones de todo tipo en materia de medicamentos, instrumentales, equipos, materiales quirúrgicos, aseguramientos para enfermería y estomatología, entre muchos otros.
A ello se suma el impacto de la inflación en los aún insuficientes salarios de este sacrificado personal, con una capacidad de compra minúscula y desestimulante en comparación con otros segmentos de la sociedad que aportan menos y cobran más.
Esa compleja realidad a todas luces influye en una creciente emigración y en el éxodo hacia otros sectores mejor remunerados de no pocos especialistas y técnicos de este sector.
Sin embargo, en medio de tantas calamidades que obligan a los pacientes a comprar fármacos a elevados precios y a sufrir el lamentable estado de algunos espacios en instalaciones sanitarias respetables como el propio Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, hoy los resultados del sector continúan aquí, en muchas áreas, con envidiables indicadores.
Por ejemplo, un informe emitido por la Dirección de Salud en Sancti Spíritus asegura que en el último quinquenio la tasa de mortalidad infantil se ha mantenido dentro de las más bajas del país y ello significa que nuestro mayor tesoro, la inmensa mayoría de los niños recién nacidos, ha superado su primer año de vida.
Desde hace tiempo, muy rara vez en el territorio se reporta una muerte materna y en las intrincadas comunidades montañosas del Plan Turquino ambos indicadores continúan en cero.
Sancti Spíritus cuenta con unos 500 consultorios del médico de la familia, todos cubiertos por un equipo básico que se encarga de las consultas planificadas y los seguimientos en el terreno a los pacientes necesitados.
En la atención secundaria también se garantiza la cobertura médica en cada especialidad; y en cuanto a los cuidados de la tercera edad —priorizados por el marcado envejecimiento poblacional del territorio—, todas las áreas de salud disponen de equipos multidisciplinarios para la atención gerontológica.
Además, la mayoría de las casas de abuelos y hogares de ancianos ya lograron su debida certificación; y en cada municipio funciona la consulta de memoria para atender a las personas con demencia.
Por otra parte, aquí igualmente logran favorables resultados la producción de medicamentos naturales y el desempeño docente de la Universidad de Ciencias Médicas, que logró su acreditación institucional el pasado año y ha graduado a más de 18 000 profesionales desde su fundación hasta ahora.
Asimismo, en medio de tantas limitaciones actuales, en lo que va de año en Sancti Spíritus se ha logrado terminar la reparación y mantenimiento constructivo de casi 40 instituciones del sector.
Y, a pesar de la presencia de algunas enfermedades que hoy laceran la salud de los espirituanos —como el dengue, el virus del Oropouche y las gripes estacionales—, la exquisitez en el trato, la profesionalidad y entrega del personal de esta rama hacen que la salud se mantenga hoy como la niña de los ojos de la sociedad espirituana.
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